La escalada de la moción de “objeción de conciencia” es a todas luces inaudita, no es solo que un grupo de diputados abra puertas a la discriminación “legal”, sino que el ejecutivo a través de algunos de su bancada, en la Asamblea Legislativa, “negocia” con los discriminadores, por el voto de la Ley de Empleo Público. Esta no es una negociación: les torcieron el brazo y se dejaron, es más lo relajaron para que se los torcieran bien.
Más allá de lo que bien señala el diputado Villalta de que esto sería una renuncia a un marco internacional con el cual Costa Rica tiene obligaciones, esta acción deleznable apunta a una falta de ética de mayores proporciones.
Uno de los principios de Acción Ciudadana es la no discriminación, entonces Carlos Alvarado y los “cuatro gatos” de la Asamblea están jugando con sus propios principios. No se negocia con los principios y menos con la dignidad e igualdad de todas las personas. Es realmente doloroso oír argumentos sobre la necesidad de sanear las finanzas públicas justificando la contradicción y el desplome moral.
En los pasados comicios la mayoría expresó rechazo por el fundamentalismo religioso y una clara conciencia de que sin importar diferencias de ningún tipo la igualdad ciudadana debe estar garantizada. Muchos leímos con emoción “La revolución de las crayolas” de Abel Moya quien entre otras cosas decía: “Creo que ni los propios ticos logran dimensionar aún la enormidad de su revolución de las crayolas este día de Pascua. Latinoamérica, tan sufrida, tan castigada, tan llena de lágrimas y de esperanzas inconclusas, se lo hará saber pronto”. Así fue, más de un 60% de los electores decidieron alejar el poder de las manos del fanático divisionista. Es espeluznante que ahora sea el mismo Carlos Alvarado el que lo empodere. Lo absurdo, lo mórbido de esta acción no debe protegerse con la cobija de argumentos economicistas. Podemos cobrarle a la actual Asamblea la pérdida del préstamo del BID, podremos cobrarle (o agradecerle) a la Asamblea la pérdida del préstamo del FMI. ¿Cuál es la necesidad de ensuciarse las manos del presidente? ¿Qué no entendió de sus obligaciones morales con sus electores?
La economía, sabemos, no es una ciencia exacta y nuestro futuro dependerá de muchas cosas, pero hipotecar la dignidad (la propia y la de otros), en cualquier escenario, es aberrante.
Nuestra Constitución Política es muy clara:
Toda persona es igual ante la ley y no podrá practicarse discriminación alguna contraria a la dignidad humana.”
Es irrespetuoso, en grado máximo, transar con gente que quiere objetar personas, porque la mal llamada “objeción de conciencia” no es otra cosa que maldad pura y premeditada.
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