En los últimos meses, he tenido dos tipos de conversaciones opuestas: una involucra a “Pedro” que me narra lo fácil que es invertir en bolsa y acumular riqueza tras sus “destrezas” financieras; la otra, “María”, que me reflexiona angustiada sobre su futuro incierto descontando desde ya su “futura” pensión, y entendiendo que puede ser insuficiente una educación y un trabajo digno, para garantizar un patrimonio futuro. Siempre he pensado que invertir es una disciplina que deberíamos de aprender desde pequeños y que permite acumular capital, si se siguen algunas reglas de oro. Sin embargo, últimamente, he estado en una encrucijada de qué decirle a María y a Pedro. Por un lado, soy fan de invertir, pero, por otro lado, veo hoy en día mercados en alza que me preocupan por la desconexión con la economía real, y plataformas que promueven la adicción a especular. Lo que veo ahora es un preámbulo que anuncia como la historia se repite y no puedo dejar de reflexionar en los Locos Años 20.

1929 tuvo como preámbulo una pandemia, una ola de desempleo, conflictos políticos, subsecuente repunte en consumo, falta de regulación y nacionalismo. Esto desembocó en la más profunda crisis económica causada por una especulación en el mercado bursátil, tras años de euforia y desquite del pasado. Actualmente con una sensación de mayor claridad y con los procesos de inoculación en marcha, veo muy posible que el desquite económico —o el “revenge shopping”— le den más gasolina al tren de la fiesta bursátil producto de un empuje a la economía.  Con lo cual, entrar al mercado podría ser una hoja de ruta de cómo crear patrimonio —una opción para María— pero siempre y cuando se haga con cautela y responsabilidad.

Ser inversionista es bueno, ser “trader” no tanto. En los últimos años, se han democratizado plataformas para que casi cualquier persona pueda invertir en distintos activos. Robinhood por ejemplo, ha sido una polémica plataforma en los Estados Unidos que le ha dado acceso a miles de personas para invertir de forma fácil. Sin embargo, lo ha hecho tan amigable, que muchos millenials se han vuelto adictos a transar en bolsa, y han pasado de invertir a especular, cosa que nunca termina bien, como lo aprendimos hace un siglo. En Costa Rica, invertir en instrumentos bursátiles internacionales, es una buena opción ante qué hacer con el dinero en donde las opciones locales son limitadas: uno puede invertir en un inmueble (cuyo valor muchas veces se deprecia), en certificados de inversión (que apenas cubren la inflación), en títulos de deuda local (con riesgo crediticio por la situación fiscal) y en fondos locales con buena rentabilidad (pero con muy poca liquidez). Entonces aprender a invertir es bueno y aprovechar que estamos ante una ventana de consumo nos abre oportunidades. Pero invertir requiere de herramientas o “mis reglas de oro para no embarcarse” que son: tiempo, diversificación, liquidez y realismo.

Primero y lo más importante es el manejo del tiempo. El S&P500 —el índice bursátil de las 500 empresas con mayor capitalización de los Estados Unidos— ha estado al alza consistentemente si se analiza por períodos largos. Se debe de invertir siempre con un horizonte de largo plazo en mente. Si se piensa en períodos de meses, no hay nadie que le gane al mercado de forma constante. Si se piensa en vez, en ciclos económicos completos, cuesta mucho perder patrimonio.

Segundo, diversificar es “no poner todos los huevos en una misma canasta”. Uno no debería de invertir todo en un activo, sino más bien buscar formas de invertir poco capital en muchos instrumentos y así se disminuye el riesgo de corrección. Cuántos Pedros hay por ahí “rajando” de sus inversiones en Bitcoin o Tesla y lo que hay que acordarse es en la manzana de Newton —todo lo que sube tiene que bajar. Lo digo después de que en mis propios Locos años 20, perdí capital por estar concentrada en pocas inversiones.

Tercero, liquidez —el efectivo siempre es Rey—. Se debe de buscar instrumentos que no sean como el Hotel California, en donde si uno entra que se pueda uno salir eventualmente. Muchos instrumentos locales ofrecen rendimientos muy altos, pero la liquidez es a veces nula o requiere ejecutar activos subyacentes que toman tiempo o tienen un castigo importante en el precio.

Finalmente, el realismo es no ser víctima de nuestros propios puntos ciegos. Pedro cree que es Ray Dalio —famoso hedge fund trader— porque no ha perdido capital en la bolsa, cosa que es relativamente sencillo cuando todo va para arriba. Solo porque muchos hemos navegado la ola de los mercados no nos hace el rey Midas. Un buen inversionista es el que sabe lo que no sabe, es estoico cuando los mercados van de caída y sensato ante la incertidumbre. En mis veintes allá en el 2006, empecé a invertir pensando que era muy fácil. Ya para el 2008 me había dado un bombazo y había salido corriendo, materializando mis pérdidas.

Invertir es una hoja de ruta a crear capital, necesario en un mundo de inequidad en el que los que tienen acceso a estas plataformas y a este conocimiento, se están beneficiando desproporcionalmente del resto. En vistas del IPO de Coinbase, la locura alrededor de las cripto monedas, el movimiento de GameStop; pero en vistas también de la inequidad, los sistemas de pensión quebrados y el alto costo de la vida, entender cómo: ahorrar y no gastar; invertir y no especular, le ayudará a ambos Pedro y María a garantizarse un futuro financiero, a pesar si la locura de los años 20 se repite o no.

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