El año 2020, el COVID-19 obligó a 2500 millones de personas en el mundo a migrar al teletrabajo, y otros cientos de millones más al teleaprendizaje. Una circunstancia externa e imprevisible nos dio suficiente experiencia como para valorar hoy los elementos favorables y desfavorables de esta forma de empleo. Justo cuando estaba empezando a calentar a nivel mundial la conversación sobre el futuro del trabajo, sobre todo liderada por la Organización Internacional del Trabajo, el futuro se nos vino encima y no quedó más que adaptarse a él.

Para la industria turística mundial el impacto ha sido devastador. Las fronteras cerraron, los restaurantes y bares cerraron o bajaron a la mitad su aforo, las excursiones perdieron atractivo o fueron prohibidas por razones sanitarias. Algunos países, como Costa Rica, vieron a una industria pujante adaptarse y crear promociones para el turismo nacional. Pese al apremio económico, las oportunidades le permitieron a la ciudadanía disfrutar mucho de los parajes turísticos de nuestro país aún en una pandemia.

Esta temporada alta 2021 el turismo extranjero a nuestro país ha caído hasta un 80% en comparación al año pasado en ciertos destinos. Sin embargo, las agencias de alquiler de carros sirven de termómetro para saber que están teniendo una gran temporada. Sucede que muchas personas que nos visitan se quedan por períodos más prolongados, alquilan carro por toda su estancia para viajar en su burbuja familiar y por supuesto gastan más dinero de lo que gastaba el turista promedio que venía antes de la pandemia. Muchos de esos turistas aprovechan la estadía máxima que les permite la visa a Costa Rica según sus pasaportes de origen para trabajar remotamente desde un destino tropical paradisíaco escapando del frío invierno o de los altos picos de contagio del virus.

Se trata de viajantes que no son 100% turistas, sino que dedican unas horas hábiles de la semana a trabajar virtualmente para sus organizaciones y el resto del tiempo disfrutan del ambiente y la vida locales. Podría tratarse de las primeras señales del post-turismo, donde menos visitantes realicen estancias más largas, demanden otros servicios, busquen experiencias diversas, descubran nuevas oportunidades, creen nuevo valor, produzcan mutuo beneficio del intercambio cultural, realicen encadenamientos productivos, emprendan, innoven, contraten profesionales, generen empleo, inviertan, transformen, se arraiguen.

Si Costa Rica quiere ser, de nuevo, pionera en la industria turística, debe atender al menos tres elementos críticos para aprovechar este nicho de clientes. Primero, debe crear una ley que otorgue visas para nómadas digitales, que son personas con contratos de teletrabajo vigentes con organizaciones existentes antes de ingresar al país y respecto a la cual continuarán pagando impuestos en su jurisdicción de origen.

Segundo, garantizar la mejor conectividad a internet móvil y fijo, en lo cual tenemos muchísimo espacio de mejora. Mientras que en países como Noruega, Japón o Suiza con $100 al mes se obtiene hasta 500Mb de banda ancha o más con velocidad estable y constante, en nuestro país eso es lo que cuestan 100Mb y algo inestables. Eso no alcanza para la alta densidad de vídeollamadas o para edición de software complejo como inteligencia artificial o realidad virtual para teletrabajadores digitales. Sin carreteras para la economía digital no hay economía del todo.

Tercero, se debe garantizar que ese flujo de turistas continuará teniendo un impacto regenerativo en el medio ambiente, sus ecosistemas y biodiversidad. Para ello, los planes reguladores municipales, principalmente en cantones costeros de alta visitación, deben reforzar la conservación del capital natural y la búsqueda de soluciones socioeconómicas basadas en la naturaleza. El post-turismo debe ayudarnos a corregir el desalineamiento que existe entre esa riqueza natural y la pobreza crónica de algunas comunidades que habitan en ellas.

Por fortuna, existe ya en la corriente legislativa un proyecto de ley impulsado por veinte congresistas para crear una visa para nómadas digitales, que son las personas viajeras del post-turismo, cuyo deseo y versatilidad laboral les permite venir al país por períodos prolongados, incluso de uno o más años, a vivir en Costa Rica trabajando en el ciberespacio. Hace un año se decía que la próxima cuna de innovación digital, como lo ha sido por décadas Silicon Valley, será en la “nube” informática. Pues ya estamos ahí, y el talento y conocimiento de futuros emprendedores e innovadores quiere venir a trabajar desde aquí. Welcome to Costa Rica.

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