Por interés personal y profesional, vengo leyendo sobre la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19) desde que se declaró una pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 11 de marzo del 2020. Mi carrera (ciencias biomédicas) me permite leer y comprender los estudios científicos sobre el tema, así que puedo ir más allá de lo que comunica un artículo periodístico. Con esta columna trataré de informar desde mi perspectiva científica y además traerles temas que parecen lejanos e incomprensibles, a términos coloquiales.

Hoy quiero comentar lo que ha significado esta pandemia en términos de colaboración y consideración internacional e individual. Pero primero, echemos unos pasos atrás a diciembre 2019. El 31 de diciembre, la Comisión Municipal de Salud de Wuhan, China, reportó varios casos de una neumonía de origen desconocido. Estudios científicos estiman que el virus se originó a finales de noviembre 2019 y por análisis de retrospección, se determinó que el primer caso fue reportado el 8 de diciembre del 2019. Para finales de diciembre, un grupo de científicos lograron aislar el patógeno misterioso y se determinó que se trataba de un nuevo coronavirus: SARS-CoV-2 (severe acute respiratory syndrome coronavirus 2019, por sus siglas en inglés). Esta información se publicó el 9 de enero del 2020 y para el día siguiente, ¡la secuencia genómica del virus se publicó! Esto es ciencia en velocidad turbo. A partir de ese momento, inicia una colaboración científica internacional sin precedentes.

La COVID-19 es la enfermedad que causa el virus llamado SARS-CoV-2.

Este tipo de colaboración internacional se refleja en los presupuestos extraordinarios para la investigación experimental, desarrollos terapéuticos y vacunas contra el virus, la comunicación entre expertos alrededor del mundo, el acceso gratuito a artículos científicos sobre temas de SARS-CoV-2 y COVID-19 (usualmente hay que pagar por acceso), el enfoque profesional que muchos han re-direccionado hacia la COVID-19, sin subestimar la gran cantidad de programas que se desarrollaron (Operation Warp Speed (E.E.U.U.); COVAX facility; ACT accelerator; R&D blueprint). Esta colaboración ha sido indispensable durante este gran desafío y ha tenido varios frutos como por ejemplo dos vacunas aprobadas para finales del 2020 en varios países, solo 11 meses después de que surge el virus. Y bueno, ahora hay seis vacunas en total con resultados preliminares de fase 3 de ensayos clínicos —ciencia en su máximo esplendor—. Y para ponerle la cereza al pastel, hace unas semanas la compañía Sanofi anunció que va a ayudar a producir 100 millones de dosis de la vacuna de Pfizer/BioNTech porque el desarrollo de su propia vacuna se retrasó. ¿Díganme si esto no es una colaboración sin precedentes? La distribución de estas es otro tema, pero ahí vamos.

Por otro lado, está el aporte individual que todos hacemos. Cada vez que nos ponemos la mascarilla para salir, que nos lavamos las manos antes de entrar a un local, que mantenemos el distanciamiento físico, que decidimos evitar un evento por el bien de nuestra familia, o que decidimos quedarnos en casa porque tenemos un extraño dolor de cabeza o de garganta… cada una de estas decisiones son una gran contribución al control de esta pandemia y todos estos esfuerzos son indispensables. La COVID-19 no es una gripe común, su gran espectro clínico lo deja más que claro: desde enfermedad asintomática, COVID prevalente (secuela de síntomas que perdura por meses después de la resolución la infección activa) o hasta la muerte.  Yo vivo en Inglaterra y por ende he experimentado la pandemia tanto ahí como en Costa Rica y se distingue la consideración que tenemos los costarricenses en comparación a la población británica —que lo digan las estadísticas— y me enorgullece muchísimo pero no es momento de parar.

Si hay algo que nos ha dejado esta pandemia es la gran colaboración y consideración entre ciudadanos que se ha desarrollado. Espero que sea algo que se quede una vez que hayamos superado este gran desafío tanto en el área científica como a nivel individual y nacional. La fatiga de la pandemia es real y probablemente todos la sentimos, pero sigamos persistiendo, sigamos cuidándonos, porque a largo plazo nos sale mejor.

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