Era enero del 2001 y el mundo entraba a un nuevo siglo, con un acelerado avance en tecnología y una protesta viva de cambios en materia de derechos humanos y ambiente, procesos que se volverían virales gracias a la explosión de las redes sociales que vendría años después con la aparición de plataformas como Facebook y Twitter, después de esto nada sería igual, pues como nunca antes el termino de ciudadanos globales sería aplicable a una gran mayoría, como parte de una comunidad donde nuestra voz estaría a disposición del mundo a tan solo un click.
Noticias en tiempo real de lo que sucedía en el orbe, como el reconocimiento del matrimonio igualitario, la legalización del aborto o el uso recreativo de la mariguana en diversos países del mundo, así como críticas a los modelos económicos y sociales, estallarían en nuestras pantallas, como un desfile de realidades que desencadenaría opiniones a favor y contra, convirtiendo las redes sociales en un verdadero foro de discusión abierto que pronto se trasladó a las calles transformándose en movimientos sociales, como el “movimiento verde” en Irán, la “revolución de la dignidad” que se extendió por el mundo árabe derrocando dictaduras, “las movilizaciones estudiantiles” en Chile; Colombia y Quebec que cuestionaban el lucro con la educación superior y el modelo de la sociedad, o las protestas en Nicaragua solicitando el respeto a la democracia son solo parte de los ejemplos expuestos en el libro “ movimientos sociales en el siglo XXI” de Geoffrey Pleyers.
Frente a las realidades del siglo XXI las voces en política no se harían esperar, un ejemplo de ello, es nuestra Asamblea Legislativa, donde los actuales legisladores han formado parte de procesos históricos para nuestro país, con temas que llegaron incluso a polarizar las pasadas elecciones presidenciales, con lemas como “que gane el amor” a favor de los derechos o “restaurar Costa Rica” como defensa de la familia tradicional, hasta llegar a temas ambientales como el famoso proyecto de “aprovechamiento sostenible” del camarón que pretendía resucitar la pesca de arrastre en el país ( aun cuando el mundo busca emigrar hacia practicas más amigables con el ambiente), que desencadeno una oleada de opiniones en redes sociales y el pronunciamiento de múltiples sectores hasta lograr el veto por parte del presidente Alvarado (demostrando la fuerza e importancia que posee la opinión pública).
Hasta la reciente discusión de la minería a cielo abierto que ha provocado apasionadas intervenciones en la comisión de asuntos sociales, donde incluso los legisladores Villalta (FA) y Vega (PAC) argumentaron que se les cercenó el derecho fundamental a opinar y a su libertad de expresión, o los escandalosos “argumentos” de la diputada de Restauración Nacional Mileidy Alvarado en referencia al proyecto del cáñamo y la legalización de la mariguana para uso medicinal que, según ella, representa una puerta abierta para el aumento de su consumo para uso recreativo, frente al posicionamiento de sus proponentes y defensores que visualizan el proyecto como una oportunidad para la reactivación económica del país.
Durante el dictamen de este proyecto, la presidenta de la comisión de ambiente expreso en una de sus intervenciones que a Costa Rica le ha costado mucho entrar al siglo XXI, lo cierto del caso es que el país pareciera iniciar un proceso de cambio generacional, fuertemente amenazado por políticas conservadoras, y en este intercambio de ideas las redes sociales juegan un papel protagónico como la voz de unos y otros, y la pregunta parece reducirse en ¿a qué lado de la historia quiero estar? La respuesta está en cada costarricense, de cara a las realidades y el progreso del siglo XXI.
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