Uno de los temas que siempre han ocupado mi atención y mis esfuerzos ha sido la promoción de estilos de vida saludables en la población, por ello enfoqué mi vida profesional a especializarme académicamente como fisioterapeuta en rehabilitación cardiopulmonar y a dedicar buena parte de mi trabajo dentro y fuera de la actividad legislativa, al apoyo de los ámbitos deportivos.
El deporte, más allá de la saludable práctica de actividad física, representa también una herramienta primordial para educar en la mejora de los comportamientos sociales, que nos llevan a avanzar en estilos de vida saludables, donde las personas mejoremos nuestra calidad de vida.
Uno de ellos, va estrechamente ligado con nuestra alimentación. “Somos lo que comemos”, dice una sabia frase del antropólogo alemán Ludwig Feuerbach. Y no hay nada más cierto, ya que nuestra salud y bienestar depende estrechamente de nuestra dieta, aunque tengamos otras buenas prácticas en nuestro diario acontecer.
Por ello, desde el mes de julio del presente año, presenté a la corriente legislativa el Expediente 22.065 “Ley de etiquetado frontal de alimentos y bebidas no alcohólicas, para facilitar la comprensión sobre el contenido de ingredientes que, por su consumo excesivo, representen riesgos para la salud de las personas”, el cual se tramita en la Comisión Permanente Ordinaria de Asuntos Sociales.
El proyecto se ha presentado con la firme convicción de brindar mejores herramientas para que la ciudadanía haga un uso cada vez mejor informado sobre su derecho a elegir los productos que consume. No se trata, de ninguna manera, de prohibir productos, sino de ser claros en sus contenidos.
Esto, dados los altos índices, que nos señalan distintos estudios nacionales e internacionales, de obesidad y enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes, la hipertensión arterial, las enfermedades cardiovasculares, las enfermedades cerebro-vasculares, la enfermedad renal crónica, el cáncer, entre otras, relacionadas estrechamente con un alto consumo de nutrientes críticos como azúcares, grasas, calorías y sodio.
Todas estas enfermedades, ya de por sí mortales, han demostrado además ser factores de riesgo ante la pandemia del COVID-19 por la que atraviesa el mundo en estos momentos y que aún no sabemos cuánto tiempo más estará entre nosotros.
La propuesta ley se realiza de manera sencilla y efectiva, regulando aspectos de etiquetado frontal, comercialización, promoción y publicidad de alimentos y bebidas no alcohólicas (dado que estas últimas cuentan con regulaciones especiales para su consumo y comercialización); al tiempo que se establecen sanciones por el incumplimiento en la regulación y se establece un periodo de aplicación en el “rige” que toma en consideración los aspectos técnicos de reglamentación e implementación de la norma.
Esta propuesta de ley se realiza tomando como base las mejores prácticas internacionales recomendadas por la Organización Mundial de la Salud, UNICEF, la Organización Panamericana de la Salud y los casos de éxito en otros países, especialmente los de Chile y México, que han demostrado que se pueden realizar estos cambios en el etiquetado con el fin de lograr mejores hábitos alimenticios y una mayor responsabilidad de la industria alimentaria en cuanto a la oferta de productos para consumo humano.
El proyecto fue enviado a consulta a 21 instancias entre las que se encuentran los Ministerios de Salud, Educación y Economía; la Caja Costarricense de Seguro Social, los Colegios de Médicos y de Profesionales en Nutrición, la Cámara de la Industria Alimentaria, las oficinas regionales de la UNICEF y la OMS/OPS, Escuelas de Nutrición, Salud Pública y Ciencias del Movimiento Humano de universidades públicas y privadas, así como organizaciones de la sociedad civil.
Por ello, nos encontramos trabajando en recopilar los insumos que nos han enviado para construir en las próximas semanas, en conjunto con profesionales en nutrición, salud y derecho un texto sustitutivo, para ser analizado en la Comisión, junto con audiencias con estos especialistas.
Lo cierto, es que estamos avanzando en dotar a nuestro país de herramientas técnicas con base en las mejores prácticas nacionales e internacionales en procura de una mejor calidad y esperanza de vida para toda nuestra población, en especial para nuestra niñez y adolescencia, con el fin de que lleguen a una edad adulta con mejores condiciones de salud.
El etiquetado frontal, según sea diseñado, como por ejemplo el caso del sistema de octágonos de advertencia, reduce los esfuerzos cognitivos de los consumidores y el tiempo para procesar la información de las etiquetas, facilitar la elección de alimentos más saludables y tomar una mejor decisión de compra.
¡Avancemos por una vida cada día más saludable!
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