El 2020 resultó el año en que, a fuerza de las circunstancias, terminamos de integrar en nuestra cotidianidad lo que era obvio: la conectividad más que un complemento necesario en nuestras vidas se convirtió en la vida misma: nuestro trabajo, educación, divertimento y mucho de la interacción social… todo se dio (se sigue y se seguirá dando) a través de las redes de telecomunicaciones.

Muchas aristas podríamos abordar sobre la conectividad y su rol en la sociedad: su estado actual en nuestro país, la brecha digital y las propuestas para atenderla, las necesidades de despliegue de nueva infraestructura, entre otros. Sin embargo, me concentraré en una que está lejos de los reflectores de discusión nacional: el 5G. Voy a comenzar por el final, porque el mensaje debe quedar claro: Costa Rica ya está tarde para la era del 5G. Y este debe ser en competencia.

Primero, entendamos que 5G (tecnología móvil de quinta generación) no es una simple evolución como la que vivimos entre las primeras generaciones de tecnología móvil. Todas estas generaciones estaban pensadas en conectar a las personas; mientras que la 5G va más allá. Esta busca conectar ya no las personas con las personas sino las personas con su entorno y el entorno mismo entre sí, lo que denominamos el Internet de las Cosas.

Esta tecnología no desplaza a otras. De hecho, una conectividad absolutamente funcional para las personas seguirá siendo 4G cuyas prestaciones son mayormente suficientes para atender nuestra vida cotidiana, tanto hoy como en los próximos cinco o diez años. La Global System for Mobile Communications (GSMA), asociación que agrupa a nivel mundial operadores de telecomunicaciones y productores de tecnología móvil, proyectan que a pesar del auge de 5G, cerca del 70% del tráfico mundial al 2025 continuará corriendo sobre redes 4G. No obstante, paralelamente, para ese mismo año se estima que existirán más cerca de 22 billones de objetos conectados, 7 veces superior a los 3 billones que se estiman actualmente.

Entonces lo primero que debemos entender, es que avanzar hacia el 5G es necesario para habilitar la revolución digital y la conectividad de las cosas y de sectores productivos, no tanto para mejorar en sí la conexión de las personas. Por ello, cuando pensemos en reducir la brecha digital o abarcar áreas rurales que requieren mejorar su cobertura no significa que es necesario ir al 5G sino más bien hay que fortalecer las redes actuales de 4G y la capilaridad de las redes fijas.

Entendido ese punto, ¿Cómo avanzamos hacia 5G en Costa Rica? Hay tres elementos centrales para trazar una hoja de ruta (que no la hay o por lo menos, no se ha dado a conocer abiertamente): el espectro radioeléctrico, la infraestructura pasiva o de soporte y la red de transmisión, es decir, el despliegue de fibra óptica a lo largo del país. Por la necesidad de extensión de cada punto, concentrémonos en el primero.

Contrario a las generaciones de tecnología móviles anteriores, el desarrollo pleno de 5G pasa por combinar diferentes frecuencias del espectro radioeléctrico: las bajas (por debajo de 1Ghz), las medias (de 1Ghz hasta 6Ghz) y las altas (arriba de 6Ghz). Los diferentes desarrollos de 5G van a requerir que las redes de telecomunicaciones combinen estas diversas bandas para optimizar las diferentes aplicaciones: aquellas que puedan requerir conectar grandes áreas como aplicaciones agrícolas o agro-alimentarias, otras que permitan asegurar en sitios críticos la ultra velocidad y la cuasi eliminación de la latencia y otras que masifiquen la tecnología en las ciudades y poblados. Sin espectro no habrá 5G. En bandas altas, el MICITT está haciendo correctamente su tarea, y muestra de ello, la reciente propuesta de reforma al Plan Nacional de Atribución de Frecuencias.

No obstante, en Costa Rica, algunas de las bandas denominadas centrales para el desarrollo de 5G se encuentran concentradas en el Grupo ICE. Esto sucede con la banda de 3.5Ghz, banda que por internacionalmente se ha identificado como pívot en la estrategia de despliegue de 5G. Esto implica que desde ya, los dispositivos tanto para personas, celulares, tablets y wereables (dispositivos “vestibles”) así como las “cosas” propiamente, se están produciendo para funcionar en esta banda.

Permítanme ser claro: sí el Gobierno -el MICITT- no asume con determinación el recuperar esta banda para ponerla a disposición del mercado, bajo los mecanismos establecidos por la Ley General de Telecomunicaciones, solo podemos tener dos escenarios posibles de 5G en el país: o un desarrollo en monopolio del 5G o un desarrollo forzosamente compartido sobre la base de un único operador mayorista. Es nuestro criterio que ninguna de estas opciones asegura que el país adopte de forma competitiva y oportuna la tecnología en beneficio de la sociedad, los consumidores y los sectores productivos.

Y es que efectivamente se escuchan en el medio, sin confirmar (ni desmentir) por las autoridades, planteamientos de mantener en monopolio el espectro en esa banda para convertir al operador en un prestatario mayorista "neutro". Si bien incluso la GSMA reconoce ese tipo de figura colaborativa, jamás debe verse como la única alternativa resultado de una concentración previa, limitando las opciones propias de despliegue. Es por ello que la primera fuente de utilización de espectro recomendada sigue siendo su asignación licenciada y en competencia, que para el caso específico de 5G permitirá diferentes estrategias de despliegue, probablemente más rápidos y también, ahí sí, acuerdo voluntarios de compartición para hacer frente a las inversiones requeridas.

La historia de éxito reciente de las telecomunicaciones en el país, especialmente en móvil, en dónde logramos en menos de 10 años pasar de ser el país de Latinoamérica con menor penetración y oferta de servicios celulares a uno de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con mayor acceso al servicio y al internet móvil, se resumen en haber abierto el mercado a la competencia.

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