“El médico competente, antes de dar una medicina a su paciente, se familiariza no sólo con la enfermedad que desea curar, sino también con los hábitos y la constitución del enfermo.” (Marco Tulio Cicerón).

La pandemia causada por el virus SarS-CoV-2, llegó para cambiar nuestra realidad y este cambio trajo consigo la implementación de nuevos hábitos de vida, pero como toda gran alteración de una normalidad se han suscitado una serie de contingencias que pueden resumirse de la siguiente manera:

En un primer momento, cuando había poca cantidad de casos, se implantaron algunas restricciones sanitarias desde el Gobierno, que teniendo un carácter unilateral —es decir enfocadas casi exclusivamente al ámbito de la salud– provocaron desacuerdos que dieron como resultado una creciente manifestación en distintos sectores de la población, a razón de que estos mecanismos resultaron excluyentes para los intereses de miles de personas, lo cual a su vez provocó el surgimiento de diferentes iniciativas ciudadanas de protesta debido a la poca flexibilidad y pertinencia real de estas medidas ante las necesidades vitales existentes.

A partir de lo anterior vale la pena preguntarse lo siguiente: ¿será que fue una decisión oportuna la priorización temprana de medidas de cierre total que buscaban ganar algo de tiempo ante la inevitable saturación de los servicios de salud, pero dejando de lado el resto de los sectores? Y es que, a pesar de tal manejo radical, hoy, seis meses después tenemos un escenario donde el promedio de casos diarios tiende al aumento, pero a diferencia del momento inicial de la pandemia, se apuesta paradójicamente por una apertura total. Pero como vemos es importante encontrar un equilibrio entre las medidas de cierre/apertura que salvaguarde el bienestar integral de la sociedad ya que, de fondo, seguimos mirando limitadamente lo epidemiológico en torno al virus, sin complementarlo con más promoción y educación salud.

Hemos visto durante el mes de agosto la realización de aperturas controladas que buscaban dar un “respiro” a las diferentes actividades de la población, priorizando la reactivación de ciertos sectores económicos y comerciales en consideración de aspectos como la capacidad del sistema hospitalario, las alertas según región geográfica y los focos de contagio.

¿Cómo se ha expresado la pandemia en la vida de las personas?

Es un hecho que los impactos de la pandemia provocaron una crisis generalizada. Se ha evidenciado que las personas del país han ido interiorizando las normativas e integrando nuevas prácticas cotidianas con las cuales poder coexistir con el virus. Al salir a trabajar, hacer compras u otras actividades esenciales observamos como gran parte de las personas utilizan equipo de protección personal de forma correcta mientras otros no, pues carecen del hábito o bien realizan su uso incorrectamente, lo cual equivale a no utilizar protección alguna. Tal parece que de fondo requerimos interiorizar no solamente la situación en la que vivimos, sino también una mayor educación para la salud con lo cual adaptarnos mejor, pues esto requiere una mayor concientización acerca de nuestra responsabilidad social, más allá del manejo institucional de este problema.

La afectación vivida en la salud pública del país es compleja. Ha mostrado que el bienestar social se sostiene en múltiples dimensiones esenciales para la vida de las personas y que, en realidad, el reducir las decisiones solo a la esfera de la salud no contribuye al equilibrio general de la sociedad, pues se requiere una intervención interinstitucional que integre acciones y planeación clara, efectiva y viable en respuesta a las problemáticas suscitadas en todas las esferas de la sociedad.

Algunos afectados por las restricciones sanitarias centralizadas del gobierno

Pese a que no ha sido fácil para la mayoría de las personas el mantener su calidad de vida y bienestar, se ha dado una suerte de invisibilización de las realidades de estas personas, ya que desde los datos epidemiológicos mostrados en las ruedas de prensa diarias y en gran parte de la cobertura mediática, no se trasciende más allá de la descripción de cuestiones numéricas o meramente económicas.

¿Quiénes son algunos casos de personas invisibilizados? Desempleados, profesionales de áreas concretas como los artistas o deportistas, solo por mencionar algunos entre miles. La población estudiantil de instituciones públicas y privadas de primaria, secundaria y universidad, son también ejemplo de quienes viven en el silencio los impactos de las restricciones basadas solo en la esfera de la salud. Aun, a nivel más particular, quienes convienen en relaciones familiares o de pareja, sujetos a conflictos o circunstancias que al igual que los anteriores casos, no se reflejan en estadísticas consideradas vitales para la toma de decisiones.

El caso de la población estudiantil y en concreto los estudiantes de ciencias médicas, muestra cómo se ha visto deteriorado su proceso formativo, debido a que las practicas pedagógicas no han terminado de adaptarse al nuevo modelo de educación virtual.

Al considerar el tema de la afectación generalizada por la pandemia, no solo debemos referirnos a esferas macrosociales, como la salud, la economía o la educación, sino también a aquellos quienes están inmersos en ellas y que tienen identidades concretas.

Dichosamente se logra ver a corto plazo, un replanteamiento de las acciones institucionales del Estado para paliar la pandemia e incluso, incluir las voces de distintos sectores en pos de generar dialogo y progreso hacia la eventual reactivación general del país, ante lo cual esperamos ver una mejoría y distintos resultados que los mostrados hasta este momento.

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