En estos días, luego de la “propuesta” del Gobierno para el FMI, se señala que este no tiene rumbo, que todo lo resuelve con impuestos, que no quiere reducir gastos, etc. 

Es importante empezar señalando algo que pasa desapercibido en las discusiones políticas. El Estado costarricense no es grande, su problema es que tiene cosas que no le sirven, o que están muy mal administradas. Ello genera incremento de gastos, y erosiona su capacidad de gestión. Por ello muchos creen que lo mejor es que venda instituciones, cuando lo que podría hacer es vender propiedades. Recientemente se han invertido millones de colones en la nueva asamblea legislativa; ¿porque mejor no construyeron una infraestructura para los ministerios e instituciones públicas que hoy alquilan edificios a precios escandalosos? Se toman malas decisiones, y lamentablemente, se hacen con los recursos de todos. 

Más que ver si se vende BICSA, Fanal, el BCR, etc.,  ¿no se han percatado de la cantidad de propiedades que tiene el Estado? Y al mismo tiempo, alquila edificios para ministerios e instituciones. Ahí empiezan los problemas. Puede vender terrenos muy bien ubicados sin necesariamente deshacerse de instituciones que –bien manejadas- pueden generar recursos y contribuir a mejorar las políticas públicas. Obviamente hay otras que no tienen remedio y que deben venderse. Pero, ¿alguien cree que una pandemia es el mejor momento para vender instituciones? 

Lamentablemente, la propuesta al FMI no es más que un mecanismo desesperado para recaudar; y es desesperado porque golpea los cimientos de la economía y la regresa a la edad de piedra. El impuesto a las transacciones financieras  afecta directamente a todos quienes tienen una tarjeta de débito o crédito (que calculo debe ser al menos el 80% de la población). Y  al mismo tiempo les dice a gritos que mejor hagan todas sus transacciones en efectivo  (en tiempos de pandemia, mover dinero que pasa de mano en mano), aumentando -además- el riesgo de ser asaltado. Sin contar con la reducción de ingreso que se nos hará cada vez  que paguemos con tarjeta o vayamos al cajero automático. 

Otro punto que no se toca es el de las grandes fortunas. Si la idea es que aporten los que más pueden, porque no tocar las rentas, ingresos y activos de las grandes fortunas personales.  Por supuesto, es difícil de detectar ya que ellos son expertos en poner las cosas a nombre de terceros, sociedades anónimas, paraísos fiscales, etc. Pero hoy es posible usar la tecnología para rastrearlos y solicitarles una contribución acorde a sus ganancias. No hablamos de empresas (las cuales deben pagar impuestos y para ello la legislación y los controles deben estar un paso adelante para evitar la evasión y elusión), sino de personas. Si la fortuna personal de Jeff Bezos, Bill Gates, Carlos Slim, George Soros, etc., aparece publicada en Fortune®, también hay una lista para centroamericanos.  Es claro que el Estado se va por lo más fácil; y eso es gravar salarios y poner impuestos indirectos; todos de fácil recaudación. Pero si realmente quiere contribuir a una distribución más justa de los costos de la pandemia, ya viene siendo hora de gravar a las grandes fortunas. Chile en estos momentos se encuentra analizando el punto. 

Este es un gran momento para redefinir el Estado y la ruta económica hacia el futuro. Ello pasa por reconocer errores, pensar en el largo plazo y no en las próximas elecciones y establecer el famoso acuerdo nacional que defina la ruta a seguir al menos por 50 años. Y lo anterior pasa por una pregunta que nadie hace: ¿Qué queremos para Costa Rica de aquí al futuro? ¿En qué queremos ser los mejores? Si las respondemos bien, en ese momento sabremos el tamaño y tipo de Estado que vamos a necesitar para lograr esas metas, no antes. No tiene sentido pensar en vender o reducir el aparato público si no sabemos hacia dónde vamos y que necesitamos.  

El modelo de atracción de inversiones y zonas francas ha funcionado muy bien y ha generado empleo bien remunerado para más de 100 mil personas, atrayendo empresas de clase mundial. Sin embargo, aún no ha sido capaz de integrar a la economía local a las zonas francas haciendo de las empresas costarricenses actores globales; y estamos aún lejos de eso. Pretender más de lo mismo es condenar a Costa Rica a profundizar la dualidad de su economía; pocas empresas grandes (multinacionales) e integradas al mundo y muchas pequeñas produciendo cosas simples y generando empleo de poca calidad. Si ya la economía venía en picada antes de la pandemia, ahora el curso de colisión es inevitable, el aumento de la pobreza inminente y el progreso social en reversa. 

Finalmente seguimos sin entender porque se solicita crédito al FMI y no se hace uso de las reservas internacionales. El criterio económico es que ellas deben al menos poder cubrir tres meses de importaciones (al 11 de setiembre habían más de 7,800 millones y tres meses de importaciones supone 4,500 millones), para considerar un mínimo aceptable. Estamos bastante arriba de ese mínimo. El hacer uso de 1,000 millones podría financiar el bono proteger, apoyos reales de la banca de desarrollo a pymes viables, y darle oxígeno a la economía que permita una reactivación (que tampoco será rápida como se pensó al inicio), que no implique incremento significativo de casos de COVID (como vemos en los países europeos o EEUU con sus reaperturas). 

Para el mediano plazo es fundamental repensar la economía y el modelo de desarrollo como un todo; y en ello, la descentralización de la actividad económica es un imperativo. La GAM está saturada y no hay oportunidades en los territorios, especialmente los económicamente más deprimidos y las fronteras. Es posible alentar el desarrollo de nuevas zonas francas así como de actividades agroindustriales de mayor complejidad en esos territorios. Pero se requiere mejorar la infraestructura de acceso así como las telecomunicaciones y  el internet. Ello aumentará las oportunidades laborales, el comercio, los servicios, y la educación. También alentará el deseo de muchos de “salir de la ciudad” y vivir en otras ciudades, pero bien conectadas y con oportunidades de empleo; la “migración de regreso”.  

Lo es posible; pero para ello es indispensable “salir de las trincheras”; dejar de lado los dogmatismos de izquierda y de derecha y sentarse a construir una propuesta donde quepan todos. Debemos ser capaces de escuchar todas las voces, y no solo las que piensan como uno. 

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.