La Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica (SLIPE) presentó, a partir de una discusión entre expertos de toda la región, una serie de medidas para reestructurar la atención de la COVID-19 en América Latina.
La doctoras costarricenses María Luisa Ávila Agüero y Ana Morice Trejos forman parte de los 4 autores de "COVID 19: Es necesario replantear la estrategia". Roberto Debagg de Argentina y Pio López de Colombia completan la lista.
Aunque la afectación de la COVID-19 en el grupo pediátrico es menor, la SLIPE indica que el aumento en los reportes de los casos de Síndrome Inflamatorio Multisistémico asociado a COVID- 19 hacen suponer que no es una infección tan alejada de los niños y niñas, como al inicio se suponía.
En primera instancia, la SLIPE considera que es necesario replantear la estrategia “del Martillo y de la Danza” por los siguientes antecedentes:
- El cierre de escuelas aumenta la inseguridad alimentaria: Los centros educativos son el único lugar, donde muchos niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad socioeconómica, se alimentan de forma saludable. La inseguridad alimentaria (dietas irregulares o poco saludables) se asocia con bajo nivel educativo y riesgos sustanciales para la salud física y mental.
- El "martillo" (aislamiento social preventivo) fue un buen recurso para lograr aplanar la curva como una medida de contención, pero toda cambia: Al inicio de la pandemia esta medida permitió ganar tiempo para preparar a los servicios de salud de atención directa a las personas. La etapa de la "danza" (dirigida a flexibilizar las medidas restrictivas) se ha mostrado, al igual que el "martillo", muy heterogénea en términos de tiempos y medidas.
- América Latina es una de las regiones del mundo con mayores desigualdades sociales, sanitarias y económicas: La implementación de restricciones se tornaron complejas y difíciles de aplicar para las poblaciones en condiciones de pobreza por el contexto en el que viven y la escasez de oferta laboral.
- Las curvas de casos COVID-19 se han tornado difíciles de aplanar: En algunos países la estrategia del martillo tuvo un efecto eficaz inicial en aplanar la curva pero, al prolongarse esta medida en el tiempo produjo efectos adversos en las áreas emocionales, en la salud física de las personas, con impacto en la economía y con un efecto de baja credibilidad en las medidas sanitarias.
Aunado a la necesidad de replantear la estrategia “del Martillo y de la Danza”, los pediatras, infectólogos, salubristas y epidemiólogos de SLIPE también identificaron comunicación poco efectiva y repetitiva de los gobiernos, desobediencia civil, afectación a la salud mental, pérdida de credibilidad en las medidas sanitarias, aumento en el consumo de drogas y reducción en las tasas de vacunación infantil.
Preocupados por la evolución de esta pandemia y sus efectos colaterales en la vida de los ciudadanos, los expertos afiliados a la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica proponen 16 medidas específicas:
- Danzas más prolongadas, manteniendo medidas de prevención del contagio que sean factibles de aplicar de manera sostenible.
- Fortalecer el diagnóstico de los casos aplicando estrategias de testeo, que faciliten la identificación oportuna de los casos, al igual que el seguimiento de las cadenas de transmisión en los sitios vulnerables y el rastreo de contactos, para centrar los mayores esfuerzos de contención y respuesta de ayuda social para las familias.
- Apoyo efectivo al aislamiento de casos y la cuarentena de sus contactos, de manera que cuenten con condiciones para llevarlo a la práctica y no se conviertan en focos de transmisión en lugares que no tienen condiciones.
- Reforzar atención primaria: las camas hospitalarias nunca serán suficientes si no se trabaja en los determinantes sociales de la pandemia, en la causa de las causas.
- Apertura progresiva de actividades económicas, según realidad epidemiológica y tipo de actividad: riesgo que conlleva y protocolos para reducir el riesgo de contagio, que sean de estricto cumplimiento
- Cambios en la comunicación: Debe ser creativa y positiva, haciendo énfasis sobre los factores de riesgo, pero también segmentada, es decir, que no sea la misma para toda la población, sino que se adapte a cada grupo de edad. Es preferible no “asustar” con los muertos, o con las UCI llenas, porque no da resultado y afecta la salud mental. Se necesita un mensaje de esperanza para visualizar un horizonte con el cual la gente se identifique.
- Educación ciudadana, que acompañe las prácticas seguras de protección, que fomente la capacidad de autogestión de riesgo.
- Encuestas para el análisis y monitoreo de la credibilidad y de la adherencia a las medidas
- Implementar seguros de desempleo: no todos los ciudadanos están en condiciones de pobreza tales que requieran subsidios del Estado. Tampoco son lo suficientemente adinerados como para pasar largos periodos sin salario.
- Grupos multidisciplinarios de asesores puntuales para temas puntuales: antropólogos, psicólogos, filósofos, politólogos que ayuden a construir identidad e identificación de comunidad
- Usar tecnología para trazabilidad.
- Trabajar en programas de psicoeducación de la población, orientados a promover pautas de prevención básicas, a desarrollar habilidades de regulación emocional en tiempos de crisis, a favorecer la detección temprana de dificultades y a facilitar el acceso a la ayuda profesional especializada.
- Monitoreo estricto de la violencia intrafamiliar, incluyendo la agresión física y sexual de los niños y adolescentes
- Diseñar programas alimentarios específicos dirigidos a las embarazadas, los niños menores de 2 años, y aquellos que se alimentan en el ámbito escolar. Preservar la alimentación materna y generar hábitos saludables en situaciones sociales adversas.
- Recuperar el vínculo escolar con los niños y adolescentes, tanto para quienes han permanecido en estado ocioso durante todo este período, por la carencia de los recursos tecnológicos necesarios, como también para aquellos que han podido trabajar con sus educadores.
- Promover la solidaridad, el altruismo y el voluntariado como piezas fundamentales para acelerar aquellas líneas de acción en las que el recurso humano sea un factor crítico.
Según SLIPE, la prioridad de toda estrategia debe ser preservar la vida y por ende, analizar si las medidas de contención están logrando el impacto positivo buscado y si la ciudadanía se está adhiriendo a ellas.
Actualmente hay aproximadamente 200 vacunas contra la COVID en proceso de desarrollo y 4 están en la fase final de investigación. Estudios preliminares han planteado la posibilidad de que la vacuna prevenga la enfermedad grave, pero no la propagación del virus, lo cual implicaría que algunas medidas de salud pública deberán mantenerse.