Usted está manejando por una calle con zacate verde y alto a su lado derecho y su lado izquierdo. En el horizonte se ven pequeñas casas de lata que parecieran estar encima unas de las otras. Conforme se va acercando se siente la separación entre San José y esta comunidad vulnerable conocida en Costa Rica como uno de los precarios más densamente poblados por nicaragüenses.
Usted sigue manejando a través de las afueras de San José y llega a La Carpio: una comunidad que por mucho tiempo ha sido descrita como un lugar donde abundan la pobreza extrema, la discriminación, la xenofobia, la violencia y las drogas. Usted llega a la comunidad binacional más grande de Costa Rica y el asentamiento de migrantes más grande de Centro América.
Usted llega a La Carpio.
“Es la comunidad binacional más grande de Costa Rica y es también un lugar muy estigmatizado en Costa Rica. La Carpio se convierte en un significante para nombrar aquello que es rechazado”, comenta Carlos Sandoval, un costarricense investigador de inmigración y el actual Vicerrector de Vida Estudiantil de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Pero usted también llega a una comunidad donde una ONG llamada el Sistema Integral de Formación Artística para la Inclusión Social (SIFAIS) ha estado trabajando por desde hace nueve años para cambiar esas descripciones de La Carpio dentro de la población costarricense.
“La Carpio es el asentamiento de migrantes más grande de Centroamérica y especialmente de nicaragüenses”, comenta Maris Stella Fernández, la presidenta y co-fundadora costarricense de SIFAIS. “En ella habitan cerca de 50.000 personas y unas 10.000 familias”.
Ella comenzó a trabajar en “La Cueva del Sapo” hace nueve años, lugar que era temido por los residentes de La Carpio y los costarricenses en general.
Pero, en conjunto con Alicia Avilés, una profesora y líder comunal nicaragüense en La Carpio, Fernández fundó SIFAIS con el propósito de ayudar a la comunidad por medio de un modelo educativo cultural no tradicional.
Para Avilés, una mujer nicaragüense que migró a Costa Rica hace más de 20 años por persecución política y un salario muy bajo en Nicaragua, SIFAIS es sinónimos de un desarrollo humano dentro de su comunidad.
“Empezamos a hacer muchas cosas aquí en la comunidad con Maris Stella y años después, de mucho trabajo y mucho esfuerzo de muchas personas de afuera es como se ha logrado todo este desarrollo humano”, menciona Avilés.
“Es un desarrollo humano que le hacía falta como complemento a la comunidad para poder contrarrestar esta situación de anonimato que teníamos nosotros aquí”, comenta Avilés. “Aún siendo nicaragüense, verdad, uno lucha por todo”.
Pero, ese anonimato y estigma en el que La Carpio ha vivido en el pasado ha cambiado por el trabajo de SIFAIS, de acuerdo a Fernández.
“Yo en lo personal, siento que ahora es menos dramática la agresión contra las personas que viven en Carpio”, comenta Fernández.
Pero en tiempos de la pandemia del COVID-19, la xenofobia contra los nicaragüenses ha resurgido. Esto sucede por la migración de nicaragüenses en la frontera norte entre Costa Rica y Nicaragua por cómo ha manejado Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, la pandemia.
“Yo sé que el COVID-19 ha acentuado un poquito la xenofobia, pero tengo que decir en lo personal que yo no he visto que se haya acentuado contra las personas que están en Carpio a pesar de que en Carpio hubo un foco de infección importante”, dice Fernández.
Para el investigador Sandoval, la pandemia ha revelado tanto la interdependencia entre nicaragüenses y costarricenses como la exacerbación de la existente xenofobia contra los nicaragüenses en Costa Rica.
“Esta pandemia nos obliga a distinguir lo que es la salud pública de la xenofobia y nos damos cuenta que, por una parte, requerimos prevenir el contagio derivado de la enorme irresponsabilidad del [presidente nicaragüense] Daniel Ortega y su séquito”, comenta Sandoval.
“Y, por el otro lado, el diario La Nación, en su nota de primera página dice que se ocupan 74,000 trabajadores nicaragüenses”, dice Sandoval. “El gran desafío es reconocer que como sociedad, como economía, en Costa Rica los necesitamos. La gran ironía sobre la cual nosotros vivimos es que aquello que es rechazado es al mismo tiempo indispensable”.
La interdependencia entre los costarricenses y los nicaragüenses que Sandoval describe es evidente para él en las familias binacionales en Costa Rica.
“En temas económicos no hay duda de la interdependencia y además hay miles de familias binacionales”, menciona Sandoval. “Hay miles de muchachos costarricenses hijos e hijas de nicaragüenses y además estamos unidos por las geografías”.
Estas familias binacionales de las cuales Sandoval comenta son muy comunes dentro de la comunidad de La Carpio.
Tal es el caso de Christopher Andrés Narváez Umaña, un costarricense de 22 años hijo de dos nicaragüenses viviendo en La Carpio y estudiante del SIFAIS Fab Lab, que es el primer laboratorio a pequeña escala de fabricación digital en una comunidad urbano marginal en Latinoamérica.
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“La gran ironía es que estamos unidos de distintas formas y simultáneamente nos tratamos de separar”, menciona Sandoval.
Esta unión de la que Sandoval habla es la que Marisol Quezada, una mujer nicaragüense que migró a Costa Rica hace 20 años y la fundadora del emprendimiento de costura de SIFAIS llamado Entre Costuras, quisiera que sucediera en Costa Rica durante la pandemia.
“Imagínese que si fuéramos más unidos, vencemos esto”, menciona Quezada. “Nosotros tenemos que ser como las hormigas. Las hormigas trabajan unidas. Nosotros tenemos que trabajar tanto, igual nicaragüenses como costarricenses. Nos toca trabajar hermanados”.
Para Quezada este sentimiento de unión es el resultado de encariñarse con Costa Rica tras vivir en el país por 20 años.
“Yo me quedé aquí en Costa Rica porque en realidad después me separé del papá de mi hijo y me quedé aquí con mi hijo”, comenta Quezada. “Tengo un hijo nacido aquí ya con 13 o 14 años”.
Ella ahora tiene dos sentimientos abrumadores mientras vive la pandemia en Costa Rica.
“Yo estoy.... cómo le dijera. Con dos sentimientos. Uno que tengo a mis familiares en Nicaragua y otro que tengo mi hijo costarricense”, dice Quezada.
“Imagínese que uno de mis familiares fallezca en este momento allá. ¿Qué hago? No puedo salir ni por aire ni, ni por tierra, ni por mar”, comenta Quezada. “Uno vive con esa cosa en el corazón; Señor, que no sea uno de los míos”.
En conjunto con la preocupación de Quezada en cómo su país natal de Nicaragua ha manejado la pandemia del COVID-19, el investigador Sandoval se preocupa que las acciones de este país sean de interés para la Corte Penal Internacional.
“El [gobierno nicaragüense] alienta a grandes congregaciones donde hay más riesgo de contagio”, dice Sandoval. “Yo creo que es un crimen contra la humanidad que debería de ser materia de la Corte Penal Internacional”.
“Yo no sé si esto será posible, pero me parece que hay elementos para decir aquí hay algo seriesísimo”, comenta Sandoval. “Tan serio que no sabemos cuántas personas han muerto por COVID-19 en Nicaragua”.
Con esa creciente preocupación, Avilés identifica la seriedad y responsabilidad de cuidar de sí misma y seguir las instrucciones de las autoridades de salud.
“Uno se tiene que cuidar, sino también te morís”, comenta Avilés. “Esto no es un juego y uno escuchando todas las noticias de todos los países. A uno le da más temor todavía de que aquí se pueda descontrolar”.
Pero ese temor de Avilés se convierte en un deseo de esperanza para el mundo.
“Ojalá que haya más orientación humana de salud para nosotros, los pobladores de cualquier parte del mundo, para poder convivir con esto”, comenta Avilés.
En cuanto a Quezada, ella cree que todos deben amar al prójimo.
“Tanto de una u otra religión que seamos, creo que tenemos un mandamiento qué cumplir”, comenta Quezada. “Sea la religión que sea, amemos al prójimo. Porque negro, blanco o cualquier [tono de piel] que sea, de cualquier país que sea, es nuestro prójimo”.
Con eso en mente, Sandoval menciona la importancia de la interdependencia entre Costa Rica y Nicaragua.
“Algo que esta pandemia nos obliga a reconocer es que somos profundamente interdependientes. Que nadie puede salir adelante solo o sola”, dice Sandoval.
Y es por eso que esto es Costa Nica.