En 1942, un barco de investigación estadounidense estaba probando una nueva tecnología para estudiar el relieve del fondo marino. Confundidos, los marineros informaron que las ondas de sonido emitidas por el sonar del barco se desviaban al rebotar contra una capa misteriosa y densa a más de trescientos metros bajo la superficie del agua. Esa capa se extendía por casi quinientos kilómetros, lo que los llevó a pensar que ese obstáculo era el fondo marino mismo.
La única herramienta que tenemos para poder darle sentido a las cosas que desconocemos es intentar explicarla a través de cosas que sí conocemos. Debajo del agua, en la profundidad, lo único que los seres humanos de ese momento podían concebir que existiera era el fondo del mar, el suelo. Solo había un detalle: ¡el problema es que esa capa se movía! Dependiendo de la hora del día, el fondo marino se encontraba a distintas profundidades. Era un gran enigma, y un peligro para la Armada, que temía que esta capa pudiera ocultar submarinos enemigos.
Esa es una de las historias que se cuentan por ahí, sobre el descubrimiento de la capa profunda de dispersión. Porque en realidad resulta que cuando desconocemos el porqué de algo, los seres humanos podemos hacer uso de otras herramientas para poder entenderlo: la ciencia, la tecnología y la investigación. Claramente lo que se movía cada día no era el suelo marino, lo que los marineros observaron a través del sonar era la mayor migración de nuestro planeta, que ocurre todos los días en el océano y en todos los cuerpos de agua: una migración vertical de animales microscópicos que de noche suben de las profundidades para alimentarse en la superficie, protegidos de sus depredadores por la oscuridad.
Me encanta la historia de la capa profunda de dispersión porque encadena muchas cosas que me parecen importantísimas. La disposición de los humanos de creer algo hasta ridículo con tal de tener el confort de pensar que lo entendemos. La importancia de seguir investigando y haciendo preguntas para determinar si algo es verdad o no. El rol esencial de la ciencia para llegar a la verdad de las cosas. Y el océano en sí. Esa fuente inagotable de misterio, de preguntas y de riqueza: el océano. Lo que ocurre debajo del agua y flotando sobre ella, es prácticamente desconocido para todos nosotros. Pero una cosa sí está empezando a ser muy clara: que no podemos seguir dándonos ese lujo. Si queremos remediar la situación ambiental actual y encontrar nuevas formas de seguridad alimentaria y equidad social, debemos reducir nuestra ignorancia y ceguera en torno al océano. Para muestra un botón: dos ejemplos puntuales.
El 90% de todas las cosas que has comprado en tu vida, vinieron a bordo de un barco
Hasta hace poco tiempo, si yo compraba cualquier cosa que no fuera costarricense, asumía que esos productos probablemente habían llegado a Costa Rica en un avión. Error. La enorme mayoría de todo el comercio a nivel mundial se mueve a bordo de barcos de carga. Durante esta pandemia, las calles y las pistas de aterrizaje podrán estar casi vacías, pero no las aguas de nuestros océanos. Basta entrar en este link para ver todos los barcos que se están moviendo alrededor del mundo en este momento.
La invisibilidad de las personas que pasan la mitad de su vida en barcos, está avivando una enorme crisis humanitaria y de suministros: desde que empezó la crisis por COVID-19, las restricciones de tránsito han afectado a los miles y miles de marineros que nos traen todas las cosas que necesitamos. Se estima que en este momento hay por lo menos cuatrocientos mil marineros que no pueden dejar sus barcos, están en países en tránsito o en sus casas sin poder embarcarse y relevar a sus compañeros de trabajo. La ley marítima internacional permite que los marineros trabajen en sus barcos hasta por doce meses seguidos. A bordo, se requiere que los marineros trabajen los siete días de la semana, y pueden llegar a trabajar hasta catorce horas diarias. Sus diez horas de descanso muchas veces no son continuas. A pesar de que esta es una carrera que ellos eligieron, y de que la mayoría de los marineros ama su vida en el mar, las condiciones de fatiga e incertidumbre se están volviendo insoportables. Los suicidios a bordo se están disparando, ha habido huelgas de hambre y amenazas de amotinamiento.
Como son invisibles, no es imperativo para los gobiernos y los tomadores de decisiones el asegurarse de que lo que ocurre en altamar a nivel humanitario, ambiental o legal, sea correcto. Los marineros nunca fueron declarados trabajadores esenciales. Estos hombres y mujeres continúan trabajando estoicamente y pagando un precio altísimo por mantener abastecidas nuestras farmacias, supermercados, tiendas, hospitales, gasolineras y negocios.
Los océanos son clave en la solución
La población humana sigue creciendo, el medio ambiente continúa deteriorándose y la demanda por recursos se vuelve insostenible. Las noticias resultan tan agobiantes y tan negativas, que me sorprenderá si los lectores han llegado hasta este punto en esta columna. Pero si lo han hecho, ¡tengo buenas noticias! O por lo menos datos con un tinte más positivo.
Reducir nuestra ceguera oceánica puede ser la clave para responder a esta coyuntura urgente. Especialistas alrededor del mundo están desarrollando la tecnología, sistemas e inteligencia artificial necesaria para investigar los océanos y tomar decisiones con una velocidad anteriormente imposible. Aprovechar los recursos del océano de forma sostenible y limpia podría darnos la energía, el transporte, el alimento y el espacio que necesitaremos en el futuro.
El viento que corre libre sobre el mar y la fuerza de las olas y corrientes, podrían darnos la electricidad y energía que necesita la humanidad, lo cual significa que la ingeniería oceánica podría ayudarnos a reducir nuestras emisiones de gases invernadero. Una sola turbina de cinco mega watts puede dar la energía necesaria para cuatro mil hogares. Los océanos cubren el 70% del planeta, lo cual significa mucho espacio que podría ser utilizado eficientemente otros usos, como por ejemplo el 99% de las comunicaciones de internet que corren por cables depositados en el fondo del mar. Las algas marinas son una fuente valiosa de nutrición y la pesca y acuicultura son fuentes invaluables de capital cultural, económico y alimenticio.
No más ceguera oceánica
No solo el futuro es azul, el presente ya lo es: los océanos son fundamentales para el funcionamiento de nuestra economía y nuestro medio ambiente, simplemente nos sentimos muy cómodos ignorándolos. Es urgente que nuestros ojos se vuelvan azules, especialmente en países como el nuestro, que es once veces más grande en su territorio marítimo que en lo terrestre y donde gran parte de la población depende directamente de los recursos marinos y costeros.
Es hora de preguntarnos seriamente qué ocurre debajo de las olas y más allá de la costa, y de salir a pescar las respuestas a través de la ciencia y la tecnología. Eliminar nuestra ceguera oceánica va a ser un proceso muy emocionante, y Costa Rica puede, una vez más, ser parte de los países que lideren la conversación y el cambio.
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