Es difícil en estos tiempos esbozar un plan nacional de reconstrucción económica pues la volatilidad actual hace que los pronósticos cambien cada tres días. Como dijo Mike Tyson, famoso boxeador, “todo el mundo tiene un plan hasta que te golpean en la cara”. En estos días, más que un plan de acción lo que necesitamos es un rumbo, navegar la turbulencia y ajustar las velas de camino. La aceleración que han tenido industrias tales como teletrabajo, telemedicina, educación virtual y comercio electrónico, dan la sensación de que ese es un rumbo cierto para seguir. Bienvenidos a la globalización de la economía digital.

¿Qué pasaría si al otro lado de esta crisis emergiera Costa Rica como líder mundial en economía digital? ¿Y si, además de ser un país verde, donde brotan ideas fértiles, se incubaran soluciones tecnológicas de vanguardia? Me permito ofrecer una corta lista de ideas que tienden en esa dirección de desarrollo a partir de lo que está emergiendo en esta transición entre el paradigma anterior y el nuevo paradigma al que estamos transitando.

Reconversión agrícola. En términos de seguridad alimentaria, importamos la mayoría del arroz, frijoles, maíz y trigo que consumimos, mientras que exportamos café, banano y piña que nos ayudan a comprar aquello que no producimos. ¿Nos seguirán comprando estos bienes y nos seguirán vendiendo aquellos? Para robustecer la seguridad alimentaria debemos reconvertir el aparato productivo —al menos temporalmente— en zonas que podrían verse impactadas por alto desempleo para cultivar lo que comemos. Los excedentes podemos industrializarlos y exportarlos. ¿Por qué no venderle pasta de frijol molido dulce a China? ¿O agregarle valor al maíz haciendo tortillas palmeadas nicoyanas? Apalancar esta reconversión con tecnologías de transformación digital tales como internet de las cosas, blockchain y procesamiento de datos en la nube nos harían dar un salto cualitativo hacia el futuro en materia agrícola.

Comercio electrónico. Esta industria contiene tres elementos básicos, que son infraestructura, medios de pago y logística. Hay zonas de este país donde todavía no hay buena cobertura celular en 3G y debería haber banda ancha suficiente para la digitalización plena de la economía. Aún la red 4G es insuficiente para que un médico practique una cirugía de manera remota desde San José operando en un paciente en Limón. Necesitamos la red 5G. ¿Por qué no ser pioneros en el mundo en conectividad 5G? Medios de pago proliferan, desde plataformas públicas y privadas hasta transferencias bancarias. Habilitemos el pago electrónico por Whatsapp como billetera electrónica, aunque compita con las soluciones estatales. ¿Cuál creen que ganaría? Han proliferado las empresas de logística, que, además de ser fuente de empleo, son la solución a la entrega de bienes comprados por medios electrónicos. Integremos motos y bicicletas a los carriles exclusivos de transporte público para que los bienes se muevan más rápido que los consumidores.

De la enseñanza al aprendizaje. La educación pública está sufriendo la mayor transformación en un siglo, y no es gradual sino de golpe. Contamos hoy con herramientas digitales para que cualquier estudiante aprenda a su gusto, ritmo y grado de dificultad. Los maestros, entonces, pasarían de ser instructores a ser facilitadores y poner al aprendiente en contacto con información de calidad. Las escuelas dejarán de ser centros de enseñanza y se convertirán en espacios de socialización y talleres para la experimentación y el co-aprendizaje.

Generación eléctrica privada. El tema del monopolio era delicado en el paradigma anterior. En el nuevo paradigma tenemos que conversarlo con franqueza. Nos ufanamos de tener una matriz eléctrica 100% renovable. De la matriz energética total, la electricidad es apenas el 22%. El restante 78% es casi en su totalidad transporte y debemos electrificarlo lo antes posible. Primero, por un asunto de costos. Segundo, por una cuestión de salud y preservación medioambiental. Y tercero, porque la electrificación de ese 78% de matriz energética requerirá muchísima mano de obra que el INA y las universidades existentes pueden capacitar a corto plazo. La industria de las energías renovables fue el sector que más empleos generó en los Estados Unidos durante los últimos años. Podemos crear mucho empleo y hacerle un gran bien al país, a la economía y al planeta si abrimos el monopolio de la generación eléctrica. El ICE seguiría cobrando por la distribución eléctrica sin tener que invertir en nueva generación.

Renta Básica Universal. Bill Gates ha planteado, desde hace varios años, que el desplazamiento de empleos que provocará la cuarta revolución industrial debería llevarnos a considerar el pago de una renta básica a toda persona en el mundo, y que se pague de un impuesto que se cobre a las grandes transnacionales que emplean inteligencia artificial. Si esta política estuviera implementada, no habría desempleo, todos tendrían una base mínima para obtener el sustento esencial, y todas las personas podrían dedicar tiempo a emprender, a aprender y a crear valor. En el contexto actual el tema se vuelve más pertinente que nunca.

Monedas sociales. El blockchain es una tecnología que permite crear incentivos para que las personas puedan al menos mantener su capacidad adquisitiva de alimentos básicos, y permitirles a los productores continuar produciendo sin temer una pérdida de demanda. Toda moneda es un acuerdo entre sus usuarios, y las monedas sociales no son la excepción. Basta que los participantes, —consumidores, productores e, idealmente, gobiernos locales e instituciones estatales— puedan dar fe y depositar confianza para que la moneda sea operable. Si escasean los colones, utilicemos monedas digitales con propósito social.

Tenemos que crear una nueva economía que nazca desde la cuarentena y que nos sirva para el nuevo paradigma, atendiendo la crisis climática, el desempleo rampante y la justicia social, todo en el marco de la solidaridad con los más vulnerables. Aprovechar la cuarentena es sembrar en el presente para cosechar en el futuro.

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