El viernes y sábado pasados la canciller alemana, Ángela Merkel, visitó China en gira oficial y a pesar de las grandes diferencias ideológicas con el presidente Xi Jinping, ambos evidenciaron su punto común: transmitir un mensaje de rechazo al unilateralismo de la Casa Blanca, al que cada vez más se unen otros Gobiernos. En el contexto complejo y variable del sistema internacional de esta década, a Mekel y Xi les preocupa el proteccionismo comercial de Trump —que está generando confrontaciones en varios frentes, generalmente conocidas como “guerras comerciales”, pero que en realidad corresponden a conflictos estratégicos en un orden internacional en construcción— y el retiro de Washington del acuerdo nuclear con Irán, apoyado por el denominado Grupo 5+1. Sobre todo, en momentos en que Teherán anunció el aumento de la producción de uranio enriquecido.
Esta fue su décimo segunda visita a territorio chino; pero tiene lugar en un ambiente muy distinto al de los anteriores periplos, porque Pekín ha endurecido los controles sobre la población disidente y cada vez muestra más el estilo propio de un aspirante a hegemón global —por eso movilizó tropas a la frontera con Hong Kong—. Ello hizo que la agenda bilateral esté cargada de temas incómodos, particularmente derechos humanos en Xinjiang y Hong Kong. En este último caso sumado a la cuestión de las libertades civiles, sobre todo políticas, por las prolongadas protestas pacíficas (aunque haya habido enfrentamientos con cuerpos policiales —en algunos momentos militarizados—, pero que responden a iniciativas ciudadanas y no a la operación de grupos político-armados, como ocurría en la segunda mitad del siglo pasado).
La canciller no mostró su estilo de línea dura, que caracterizó su larga gestión al frente del Gobierno alemán (asumió la cancillería federal en 2005); pero si aprovechó los espacios para demandar, una vez más, el respeto a los derechos humanos; algo que no es el del agrado del presidente Xi, quien evita tratar esos temas en reuniones con homólogos de cualquier país —derechos humanos es uno de los principales temas vedados en la agenda política del régimen chino—. La cuestión es que esta vez Berlín no estaba en una posición sólida para demandar el respeto a las libertades políticas y civiles de comunidades enteras. Los problemas económicos alemanes obligan a pensar antes en cómo vender el mayor número de autos y otros bienes al mercado chino, para así reactivar la economía alemana.
Merkel concluyó su visita a China en la Universidad Huazhong de Ciencia y Tecnología, en el centro del país, y, según la agencia china Xinhua, afirmó que “hoy más que nunca, debemos pensar y actuar de forma multilateral en lugar de forma unilateral”, por lo que la cooperación se torna en un factor clave en la “era de la globalización”, y les recordó al estudiantado que “la prosperidad de una nación es la prosperidad de todo el mundo”, por lo que todos los seres humanos tenemos responsabilidad en el combate de los desafíos globales. No hay que olvidar los discursos y el enfoque de la pasada Cumbre del G7 en Biarritz.
Sin embargo, mientras la guerra comercial sino-estadounidense persista, Berlín y Pekín tienen que buscar vías alternativas, por eso la visita fue anunciada por la prensa china como la oportunidad para el fortalecimiento de los lazos bilaterales para “salvaguardar la economía mundial”, de acuerdo con Xinhua. En la cosmovisión china cuando entre el primero y el segundo hay confrontación, lo lógico es que el segundo se reúna con el tercero para buscar acercamientos, por eso el editorial del periódico China Daily señaló que “Pekín y Berlín ya han puesto un buen ejemplo sobre cómo transformar las diferencias en complementariedad en vez de usarlas como excusa para iniciar hostilidades”. Por ello, Xi reafirmó la convergencia de intereses entre el gigante asiático y la Unión Europea, con Alemania a la cabeza, en materia del sistema comercial multilateral.
La visita a China parece el inicio de un buen cierre de la gestión de la canciller Merkel, que culmina su mandato en 2021, al decidir no competir por su reelección
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