¿Realmente conocen el Teatro Nacional? Adéntrense a los rincones más profundos con Trilce.

Hoy no hay entrevista. Hoy les comparto una crónica. Este texto no pretende convencer a nadie de nada, porque al-que-es-tonto-ni-Dios-lo-quiere.

Haciendo la historia larga, corta. Nuestro Teatro Nacional, la joya arquitectónica costarricense por excelencia, por sonar cliché, fue declarada como obra nacional en 1890 y Monumento Histórico Nacional en 1965. 

De la historia se sabe que para su construcción se utilizaron los mejores materiales. Al momento de su inauguración, en 1897, una impecable estructura abría sus puertas. Con más de un siglo encima, la estructura ya no es tan impecable.

Como todo en la vida, el tiempo va cobrando factura, más cuando los recursos no alcanzan para mantener en condiciones óptimas cualquier cosa, llámese nuestra salud, nuestras relaciones, o nuestro Teatro Nacional.

Por eso, en 2018 el Poder Ejecutivo propuso a la Asamblea Legislativa un proyecto de ley que pretende aprobar un programa integral de seguridad y conservación del Teatro Nacional. 

La expectativa es que los congresistas den el visto bueno para que el Banco Centroamericano de Integración Económica preste USD $31 millones, que se destinarán a cubrir las cinco grandes áreas que urgen una mejora inmediata. 

Estas áreas se dividen en dos: las que se realizarán en el edificio patrimonial, o sea lo que conocemos como el Teatro Nacional; y las que se harán en el edificio anexo, lo que conocemos como el Teatro Vargas Calvo. 

  1. Sistema contra incendios.
  2. Mecánica teatral (luces, sonido y tramoya)
  3. Sistema eléctrico.
  4. Restauración de obra artística
  5. Construcción del Centro José Joaquín Vargas Calvo.

Este proyecto obtuvo en primer debate 33 votos a favor, y hoy lunes 1 de julio se dará segundo debate. Para hoy se requiere el apoyo de 38 legisladores. 

Esta crónica relata mi experiencia detrás de la hermosa fachada del Teatro. 

***

Muy temprano me encontré con la directora del Teatro Nacional Karina Salguero, y con el ingeniero del Teatro Rodrigo Llosent. Primero me presentan a Salguero, una mujer cuyo bagaje profesional no podría resumir en una página. La directora goza de una sencillez personal envidiable y un sentido del humor espontáneo. 

Vestida de una blusa color mezclilla y unos aretes verdes grandes, me pasa a su oficina:

Esto no se trata de la opinión ni de diputados ni de diputadas, ni de la directora del Teatro, ni del coordinador de conservación. No se trata de qué decimos nosotros, sino de las revisiones técnicas. Aquí solamente los técnicos y especialistas en conservación y en restauración de patrimonio pueden decir dónde y cuándo se renueva.

Los técnicos y especialistas a los que Salguero se refiere no son los internos del Teatro Nacional, sino a quienes se supone contratarán luego de aprobado el préstamo. 

Luego de hablar algunos minutos en su oficina se apersona Rodrigo Llosent, el ingeniero a cargo del Teatro. Él conoce cada detalle del Teatro. Llosent contrasta visualmente a Karina.

Ella es algo más casual y él es todo formal, ropa de vestir y corbata a cuadros. 

Karina Salguero, directora del Teatro Nacional | Foto por Eduardo Carmona

El recorrido lo empezamos en el Teatro Vargas Calvo, al cual recomiendo no ir, pero en caso de que quieran ir, entonces siéntense en las butacas del lado derecho, pues si se sientan en las del lado izquierdo y algún siniestro ocurre, la salida de emergencia les dificultará seguir con vida. 

El programa integral incluye el apartado “Centro Cultural José Joaquín Vargas Calvo”, el cual se centra en obra civil y desmantelamiento, obra mecánica y climatización, y obra eléctrica. 

Actualmente este edificio (que inicialmente se pensó únicamente para ser el Teatro Vargas Calvo) también alberga oficinas administrativas y de personal creativo; contiene la bodega y el taller. Actualmente, según Llosent, el espacio está eléctricamente sobrecargado, por lo que el tema de espacio no se soluciona construyendo dos pisos más, sino que requiere empezar una estructura planeada desde cero. Llosent amplia:

Esta sala, el Teatro Vargas Calvo, teatro de cámara reclamado durante muchos años por artistas, al no contar con salidas de emergencia apropiadas no podemos sobrepasar de 49 asientos, y para que una función sea económicamente sostenible mínimo se requieren 100 asientos.

Poner un asiento más implica tener cuatro salidas de emergencia, con puertas antipánico y con pasillos de 90 centímetros y una serie de medidas que este edificio no las tiene.

La Sala Vargas Calvo tiene dos salidas de emergencia, una de las cuales está —diría yo— en estado de emergencia. Se la ubica al costado izquierdo de la sala y para pasar a través hay que jugársela entre un estrecho pasillo y gradas mal hechas. Sin contar que al salir lo que nos encontramos es la bodega, cilindros de gas y materiales por aquí y por allá. A todas luces, un estado deplorable. 

Salida de emergencia de la sala teatral Vargas Calvo | Foto por Eduardo Carmona

Salimos a la calle y cruzamos a la joya. Que emoción, quiero ver el Teatro como nunca antes. Después de todo la sala Vargas Calvo no la conocía, entonces mis expectativas eran realmente nulas. 

Pero del Teatro Nacional, ¡ay que lindos recuerdos me trae! Yo estudié en el Colegio Superior de Señoritas, edificio del cual siempre temí porque corrían rumores de espíritus y sustos. Como no, si data de la misma época que el Teatro Nacional, finales del siglo XIX. Mis expectativas son altas.

Antes de entrar al edificio, el ingeniero introduce el tema del sistema contra incendios. Me cuenta que el Teatro estuvo casi una década teniendo un tanque de 300 mil litros de agua, capaz de responder por tres horas en caso de incendio, pero sin tuberías, entonces nunca estuvo en funcionamiento. Hace año y medio, luego de una donación del INS, se instalaron las tuberías que bombean el agua del tanque al edificio, aún así el Teatro no responde a los estándares internacionales.

Para hacerle frente a un incendio el Teatro requeriría de un telón cortafuegos, que pesa una tonelada, así como cambiar toda la obra de arte flamable por réplicas exactas inflamables, por ejemplo, las cortinas de algunos salones, así como las alfombras de los pasillos.

Luego de entrar por la parte trasera del edificio, me dice Llosent que esa es la entrada de los artistas. De un sobresalto se me desorbitan los ojos.

—¿Cómo?, ¡¿Por aquí entran los artistas nacionales e internacionales?!— pregunto incrédula.

— Sí — me responde el ingeniero del Teatro.

Y no es para menos. La primera imagen es, a la derecha el escritorio del oficial de seguridad con una regleta a reventar de tanto cable conectado y la planta de diésel, a la izquierda una especie de cocina algo precaria y más adelante un macarronero de cables del sistema de telecomunicaciones. 

Esta es considerada la zona de mayor riesgo por Bomberos, por la cantidad de madera que hay y por la forma que tiene la estructura. Estamos en el área de escenario y tramoya entonces la forma que tiene la vuelve como una chimenea.

Dice Rodrigo que es la zona más sencilla de intervención pero más compleja por los riesgos, y no es para menos: algunas columnas de madera presentan problemas de comején, no sé como no ha colapsado alguna viga o piso. 

Luego de la impresión, Karina le dice a Rodrigo que nos lleve al Tornillo sin fin. Entonces, nos adentramos un poco más y caminamos hacia el corazón del Teatro. Nos ubicamos justo debajo del escenario. Es un amplio espacio, se siente frío y se respira un olor a humedad. 

En una esquinita está la máxima obra de ingeniería de este país. ¡Qué va ser el nuevo edificio legislativo! Esto amigos y amigas, es algo inédito. 

El Tornillo funciona así: imagínense un pulpo, se requiere que al mismo tiempo cada brazo sea empujado por dos personas durante 22 minutos. Al final lo que resulta es que el piso de la luneta se levante al mismo nivel que del escenario y queda como un gran salón. Pregunten ustedes cómo hace 100 años alguien ideó esa maravilla, y como hace una década pagamos tres puentes de la platina. 

Karina Salguero dice que no se conoce de otro teatro que mantenga funcionando un mecanismo como este, en el mundo.

El tornillo sin fin | Foto por Eduardo Carmona

Llevando cuentas, ya tenemos dos partes del proyecto integral: construcción del Centro José Joaquín Vargas Calvo y sistema contra incendios. Ahora nos dirigimos hacia la parte de escenario y Tramoya. Que para este les recomiendo ver el vídeo que acompaña este texto, y por supuesto detallar muy bien las fotos. Es algo increíble. 

La Tramoya es la parte del Teatro donde se manejan los telones y donde se soporta el sistema de iluminación y sonido (concha acústica), es el centro de mando, por así llamarlo, está en las alturas, sobre el escenario. Básicamente, del funcionamiento de la Tramoya depende el éxito de un espectáculo. 

Pero, el detalle es que, primero actualmente no hay telón de seguridad (que es el cortafuegos que pesa una tonelada) y segundo, actualmente no hay concha acústica, es decir, cuando hay espectáculos musicales se pierde calidad. 

Me dio mucho gusto poder subir hasta donde trabajan los tramoyeros. Bueno… en honor a la verdad, me dio un poco de gusto y un poco de miedo. He de decir que estar en las alturas del Teatro y escuchar crujir la madera a cada paso no es algo que me hiciera sentir segura. 

El asunto con la Tramoya es que de ella debe colgar el telón de seguridad, y los sistemas de iluminación y sonido que entre los dos pesan siete toneladas. 

A esta parte del Teatro se le han hecho reemplazos al estilo MacGyver. Pese a que algunas personas dicen que no se debería intervenir la Tramoya, porque se la debe conservar o porque no es necesario, ninguna de esas afirmaciones es cierta. 

La Tramoya está super intervenida, es claro que por necesidad se la ha tenido que agregar un carril de telón, o clavarle algo. Además, justamente por eso se la debe reparar, para que quede bien toda y no por partes, según me explicó el ingeniero Llosent. De quien por cierto tengo una historia que contarles. 

La Tramoya ha sufrido intervenciones, por eso hay distintos colores en sus platos. | Foto por Eduardo Carmona

Así es como terminamos el recorrido por la etapa del proyecto denominada por Llosent "mecánica teatral". Nos vamos acercando al final de nuestro recorrido. Nuestros camarógrafos de hoy, Sebas y Edu se han quedado entretenidos en la que por cierto —tomen nota— es la parte más segura del Teatro, el sector de Galería, mientras yo camino junto a Karina y Rodrigo.

Los pasillos del Teatro, alfombrados y elegantes, enmarcan puertas que son como espejos. Me cuenta Rodrigo que este acabado en madera se llama “charolado”. Es una técnica onerosa y difícil de lograr. Aquí es donde la anécdota de Llosent se presenta.

— Nosotros tenemos un charolador, bueno y Rodrigo sabe charolar. Rodrigo era ebanista.— Dice Karna.

— Yo entré como ebanista al Teatro. — Afirma Rodrigo.

— ¡Quiero escuchar la historia! — respondo yo.

— El ebanista se pensiona. Yo trabajaba en una mueblería, mi mamá ve el anuncio y me dice que vaya a probar. Yo le digo que no porque aquí todo es demasiado elaborado y que no podría. Ella me dice “vaya”. Había una fila como de 20 ebanistas, yo hice las pruebas así como de calcular cuánto material se necesita para hacer un mueble, y los 20 la pegamos, entonces había que rellenar la oferta de pretensión económica. Y yo puse lo mismo que ganaba en la fábrica y gané. Todo mundo cobró un montón de plata y entonces me eligieron a mí. — Resume Rodrigo.

Entre risas, Rodrigo termina diciéndome que documentó la técnica en su tesis de graduación. El Teatro Nacional ha sido la casa laboral del ingeniero casi toda su vida. Ahora entiendo de donde viene el nivel de detalle y paciencia de la explicación de Rodrigo, es que ama al Teatro. No me lo dijo, pero lo creo. 

Ing. Rodrigo Llosent | Foto por Eduardo Carmona

Nos vamos hacia lo último del recorrido. La obra artística y el sistema eléctrico. Acá no hay demasiado por profundizar, a simple vista somos testigos de que hay cables sueltos, pelados, choncos y viejos. La sustitución del sistema eléctrico es urgente. 

Y en cuanto a la obra artística es importante recalcar que, cualquier intervención que se haga, al finalizar la obra de restauración, la pieza y el Teatro en general, debe quedar igual. Como si nada hubiera pasado. 

Es decir, luego de la intervención del plan integral, el Teatro debe permanecer como hasta ahora muchos lo perciben: “impecable”. 

***

Para terminar se me vienen dos escenarios a la cabeza. A un estilo menos violento, pero igual de catastrófico, el Teatro Nacional podría terminar siendo la escena de Bastardos sin Gloria donde el cine de Shoshanna arde en llamas, nadie puede salir y todos mueren asfixiados. 

También pienso en algo más de nuestro tiempo: Instagram. Donde presentamos a todos nuestra mejor cara, compartiendo de las situaciones hermosas de nuestra vida, pero que eso no quiere decir que no estemos en riesgo de quemarnos. 

Salones internos del Teatro Nacional | Foto por Eduardo Carmona

A mi me da mucha vergüenza escuchar a diputados y diputadas decir que el Teatro no es prioridad. Es que hay que ser muy desconectado de la razón. 

Ayer hubo una actividad en la que las personas entraron a algunas partes del Teatro a las que usualmente no tienen acceso. Mandé a mami, que es la señora más sencilla que se puedan imaginar, y estaba muy contenta. Nunca había entrado al Teatro. También estuvo muy nerviosa, porque dice que a ratos sentía claustrofobia; tuvo miedo al caminar por la madera del Teatro. 

A mi lo que me da miedo es la irracionalidad con la que algunos legislan. Esperemos atentas y atentos a lo que sucede hoy en el Plenario Legislativo. En caso de no lograr 38 votos, dice Karina Salguero que esperarán un par de años y volverán a solicitar un proyecto similar.

Sería una pena que haya que esperar más, porque la necesidad de mejorar el estado del Teatro trasciende cualquier legislatura, pero habrá que ver como quiere esta legislatura ser recordada. Gracias por leer.