En relación con el artículo del diputado Jose María Villalta titulado La paz se alcanza con mayor igualdad, quisiera referirme a algunas imprecisiones y opiniones sesgadas plasmadas en dicho escrito.
El diputado refiere al artículo 9 de nuestra Constitución Política para recordar la necesidad del gobierno de escuchar y propiciar salidas pacíficas a los diferentes actos de protesta. Ignora, sin embargo, el artículo 4 en el que se indica que “ninguna persona ni grupo de personas puede asumir la representación del pueblo, arrogarse sus derechos, o hacer peticiones a su nombre”. Esto no anda muy lejos de lo que ha sucedido en algunas de las últimas manifestaciones, donde un grupo de personas afirmaba hablar en nombre del malestar de todo un país.
También ignora el diputado el artículo 263 bis del Código Penal: “Se impondrá pena de 10 a 30 días a quien sin autorización de las autoridades impidiere, obstruyere o dificultare, en alguna forma, el tránsito vehicular o el movimiento de transeúntes”. Ojalá tuviera el diputado el mismo ímpetu en denunciar los actos punibles de algunos manifestantes, del que muestra en denunciar la necesidad de apertura al diálogo por parte del Gobierno.
Reconozco que estoy de acuerdo en un punto señalado por el diputado: la desigualdad impide que se viva en una sociedad más pacífica. A continuación, el artículo procede a exponer que la desigualdad en Costa Rica, medida a través del coeficiente de Gini, coloca a Costa Rica dentro de los 10 países más desiguales del mundo. Para esta afirmación, se basa en una noticia de la BBC del 2018 que toma los datos de un informe del Banco Mundial denominado Pobreza y Prosperidad Compartida del año 2016. Para ser exacto, se coloca a Costa Rica como la 9na nación más desigual.
Este informe, si bien arroja información muy reveladora, carece de rigor para el tema que nos atañe en la actualidad por tres motivos. Por un lado, los datos del coeficiente de Gini que presenta el informe corresponden al año 2013, por lo tanto, están 6 años desactualizados. Por otro lado, compara por igual a países con datos de coeficiente de Gini medido por ingresos con países que miden sus coeficientes por consumo. Adicionalmente, el informe explica que una de las razones por las que Latinoamérica tiene los coeficientes de Gini más elevados es debido a que la mayoría de sus países mide ingresos en lugar de consumo y los primeros tienden a mostrar mayores niveles de desigualdad. Dicho en otras palabras, si en estos países se midiera el consumo para el cálculo del coeficiente, sería esperable obtener valores más bajos. No es de extrañar entonces que 8 de las 10 últimas posiciones correspondan a países de Latinoamérica y el Caribe. Finalmente, el informe solamente contempla 101 países, por lo que las 10 últimas posiciones corresponden a los 10 países más desiguales del informe, no a los 10 más desiguales del mundo. Por ejemplos, países que sufren de alta pobreza como Namibia, Zambia y Lesoto, entre otros, no forman parte de los 101 países analizados.
El coeficiente de Gini es uno de los métodos mejor conocidos para medir la desigualdad de ingresos, consumo o riqueza de un país, de forma tal que un coeficiente de 0 refleja igualdad perfecta y 1 (o 100%) significa desigualdad perfecta. ¿Cómo se traduce en términos prácticos? Si en un país, todos los habitantes tuvieran exactamente los mismos ingresos, su coeficiente de Gini sería 0. Si en otro país, solamente 1 persona percibiera todos los ingresos de ese país, el coeficiente de Gini sería 1. De esta forma, entre más cercano a 1 sea el coeficiente, la mayoría de ingresos están concentrados en un menor porcentaje de la población. Dado que los ingresos, el consumo y la riqueza son distintos, también lo es el coeficiente de Gini medido según cada uno de estos indicadores.
Lo que cabe preguntarse es si realmente ese coeficiente es suficiente para medir la desigualdad de un país, y la respuesta es un rotundo no. La razón es que la desigualdad económica no puede asumirse como el único contribuyente de la desigualdad en general del país. El Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) entendió esto y por ello inició en el 2015 el planteamiento del Índice de Desarrollo Inclusivo (IDI) que mide el desarrollo de los países en 3 pilares, cada uno con 4 indicadores. Cada indicador se pondera dentro de su pilar respectivo y el promedio de los 3 pilares resulta en el IDI, que varía de 1 a 7, donde 7 es el mayor nivel de desarrollo posible. Los pilares e indicadores son los siguientes:
De los 12 indicadores utilizados por WEF, solamente 2 de ellos hacen referencia al coeficiente de Gini, por lo tanto, no podemos decir que este indicador sea suficiente para medir la desigualdad del país.
Un punto muy valioso del indicador es que agrupa a los 103 países de los que posee información al 2018 en dos categorías: economías avanzadas y economías emergentes. En cada categoría mide los mismos indicadores, sin embargo, utiliza distintos criterios de medición, por lo que los datos de los países de economías avanzadas no son comparables con los de las emergentes. Lo que sí es comparable son los datos de cada país dentro de una misma categoría ya que los datos fueron tomados con los mismos criterios. Por ejemplo, dado que cada país mide la pobreza de forma distinta, para homologar los datos, el IDI considera para países emergentes que el % de pobreza se mide como el porcentaje de personas que vive con menos de $3.1 al día. Al utilizar esta referencia, permite hacer comparables los resultados de cada país, y lo mismo sucede con el resto de los indicadores. Gracias a esto, el coeficiente de Gini sí es comparable entre los países del mismo grupo, ya que utiliza los mismos parámetros de medición, a diferencia de la información provista por el diputado.
Aterricemos el tema. ¿Dónde se sitúa Costa Rica? Según el IDI del 2017, nuestro país ocupaba la 9na posición dentro de las 79 economías emergentes de ese año. En 2018 pasamos al puesto 12 de 74, solamente superados a nivel latinoamericano por Panamá (6), Uruguay (8) y Chile (9).
En relación con el coeficiente de Gini, en 2017 en términos de ingreso, Costa Rica se colocó en la penosa posición 64 de 79 (con un coeficiente de 0.462), sin embargo, en términos de riqueza, la posición del país fue la 23 de 79 (con un coeficiente de 0.734). La distribución de riqueza es por lo general más desigual que la distribución de ingresos, por esta razón, el coeficiente es mayor en términos de riqueza que de ingreso. En comparación, Panamá se ubica en el puesto 66, Uruguay en el 30 y Chile en el 68. Sin embargo, según los datos de la fuente utilizada por el diputado, Panamá es el 6to país más desigual (96 de 101) y Chile el 7mo (95 de 101). En el caso de Uruguay no está dentro de los primeros diez, sino que se ubica en el puesto 69 de 101.
Debemos mejorar en la distribución de ingresos en nuestro país, sin lugar a duda. Ubicarnos en el último quintil de países con más altos índices de Gini de ingreso no es motivo de orgullo. Sin embargo, estamos lejos de ser uno de los 10 países más desiguales del mundo. Debemos mejorar también en empleo (indicador en el que nos ubicamos en el puesto 47 de 79) y deuda pública (puesto 36 de 79), que corresponden a los indicadores en los que tenemos nota más baja luego del índice de Gini de ingresos.
Para cerrar, el diputado recomienda una serie de medidas enfocadas en exonerar algunos bienes y servicios, al tiempo que pide subir el porcentaje de renta para grandes contribuyentes y cerrar portillos para la elusión. No presenta el diputado ninguna propuesta para reducir el gasto del Gobierno Central que es uno de los principales factores del descalabro fiscal que tiene este país.
Costa Rica tiene mucho que mejorar, pero poner a este país como uno de los 10 más desiguales del mundo no es algo menos que una llana falsedad. Lo es también asumir que con exoneraciones por aquí e impuestos por allá vamos a reducir la desigualdad. Este es un problema que requiere soluciones integrales, no populistas.
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