El empréstito del BCIE para financiar el Programa Integral de Seguridad y Conservación del Monumento Histórico: Teatro Nacional de Costa Rica, que tendrá una segunda oportunidad de debate en la Asamblea Legislativa debe votarse y debe votarse de manera informada.

Circulan actualmente ideas que expresan desconocimiento: 1. Que para financiar la conservación del Teatro Nacional de Costa Rica (TNCR) basta con destinar la recaudación correspondiente del impuesto a los espectáculos públicos, 2. Que hay mala administración, 3. Que el TNCR es una institución llena de burócratas, 4. Que el tal riesgo de incendio es un chantaje 5. Que hay sobreprecios y 6. Que el edificio anexo es innecesario.

Empecemos por recuperar la memoria. Fue en la última administración del PUSC, que el dramaturgo e ingeniero Samuel Rovinsky, como director del TNCR, señaló la urgencia de un sistema contra incendios para el Teatro Nacional. Esa es la génesis, porque el proyecto presentado a la Asamblea lleva muchos años formulándose. Cinco administraciones lo han creado: un gobierno del PUSC, dos del PLN y ahora dos del PAC ¡Que asuma cada uno su responsabilidad histórica! Este es un proyecto país. Se le ha hecho flaco favor al publicitarlo como cosa de los últimos dos años.

Cuando Jody Steiger fue directora del TNCR, reunió fondos de la cooperación internacional para financiar importantes proyectos. Ella me los heredó, los ejecuté y al concluirlos empezamos con otros. La suma de componentes de seguridad, modernización y conservación fue creciendo tanto, que en 2013 los integramos en uno denominado "El Teatro Nacional en el Siglo XXI". Su objetivo era adecuar, asegurar y optimizar desde la perspectiva tecnológica, funcional y patrimonial, el complejo de espacios que componen el TNCR. Comprendía la seguridad (sistema contra incendios, circuito cerrado de televisión), el reordenamiento del sistema electromecánico, el refuerzo estructural de la caja escénica, la integración y ejecución de todos los diseños, la mecánica teatral, la accesibilidad universal, un conjunto de obras de restauración y un Centro Cultural anexo.

En busca de financiamiento le presentamos el proyecto al entonces Ministro de Hacienda, Edgar Ayales. Él lo acogió y nos apoyó también en la modernización de la Fiscalía de Espectáculos Públicos. Resultado: a inicios de esta década la recaudación rondaba los 300 millones y hoy oscila en 1600 millones. Actualmente el gobierno transfiere al TNCR un 26% de su presupuesto. Eso se va en planilla. Un 43% lo aporta el impuesto y el resto ingresa por alquiler de la cafetería, servicios turísticos, taquillas y alquiler de la sala. Y lo que se recauda del impuesto ¡claro que sí que se usa para financiar la conservación del inmueble!, que además es cosa de todos los días.

La crisis financiera internacional del 2008 hacía impensable que siguiéramos recurriendo a la cooperación para financiar los proyectos del TNCR. Entonces del 2011 al 2014 generamos suficiente ingreso para financiar las obras de accesibilidad universal, la primera fase del refuerzo estructural de la caja escénica, el nuevo piso del escenario y la adquisición de nuevo equipo de luces y sonido, entre otros. Para aumentar la generación de ingresos hicimos un detallado costeo para fijar tarifas y niveles de subvención, y mediante una convocatoria anual ejecutamos una política de alquileres, coproducciones y producciones. Incluso el gobierno, empezó a pagar por sus actos protocolarios.

El punto de equilibrio entre la programación de producciones externas y las producciones hechas en casa es mandatorio. En mi administración quedamos debiendo con eso, porque el grueso de los recursos los destinamos a conservación. Así que aplaudo el programa de producciones propias Érase una vez, que beneficia a miles de estudiantes de todo el país.

La sugerencia de financiar el proyecto del TNCR con recursos propios, no resulta factible, ni alquilando más la sala ni usando todo lo recaudado por el impuesto a los espectáculos públicos. Lo digo por experiencia propia. Yo pensaba que la gran obra de conservación y modernización del TNCR podía hacerse en fases. Pero después de haber recorrido ese camino puedo asegurar que esa ruta no sirve. Esta magna obra no se puede hacer “a puchitos”. Esto lo entendí al finalizar mi administración, cuando el especialista internacional en diseño y planificación teatral Michael Ferguson nos advirtió que, si seguíamos sacando cada proyecto por separado sin un plan integral, teníamos la receta para el fracaso.

Entiéndase que el TNCR es como un abuelo, que tiene un padecimiento tratable con una cirugía muy especializada y de alto costo económico, que tomaría 20 años de ahorro reunir. ¿Le diría alguien a los doctores: “por favor vayan haciéndole la operación a mi abuelo a lo largo de 20 años? ¿Cada año lo abren, pago lo que tengo y lo vuelven a cerrar”? O bien, ¿decidiría apalancarse con un préstamo que se pagaría con el ingreso proyectado (impuesto a los espectáculos públicos)?

Sometí al abuelo teatro a una primera operación: le quitamos la concha acústica hechiza de los años setenta, hicimos los diseños estructurales, ejecutamos la primera fase del refuerzo de la caja escénica y pusimos el nuevo piso del escenario. Dejamos el dinero para terminar la estructura que soportarían la nueva concha acústica. Y ¿cuál fue el problema? Que la siguiente fase no se ejecutó. La nueva administración dudó y dos años después retomó el proyecto. Ahora el teatro no tiene ni la concha acústica vieja ni la nueva. Y ese es un sufrimiento sensible para el abuelo y sus amigos. 

Banalizan la discusión quienes señalan que se gastarán millones para apretar un botón. La Ley 8290 dice: “El Teatro Nacional tendrá como finalidad promover la producción de las artes escénicas en todas sus manifestaciones, en el más alto nivel artístico”. No dice: “en el más alto nivel artístico según los estándares del siglo XIX”. La excelencia va acompañada de tecnologías de la época ¿Se reclama las tuberías de agua en el baño porque lo original era lavarse las manos con una palangana?

No tiene lógica hacer sufrir por 20 años al TNCR. ¡Lo sensato es operarlo de una sola vez! Sería criminal que este buen abuelo que tanto nos ha heredado, desfallezca. Los padres y madres de la patria tienen la decisión en sus manos. 

La maquinaria administrativa del TNCR es perfectible. Pero si los burócratas trabajaran con la excelencia que se produce en el TNCR nuestro país sería otro. Más del 70% de la planilla del TNCR está dedicada a actividades sustantivas y de atención al público. El teatro es una institución que, por azares del destino, se administró como si fuera un reino fuera del Estado. Entre 2010 y 2014 acatando mandatos de múltiples instancias, debimos “poner a derecho” al TNCR. Ejecutamos una reorganización integral y algunos funcionarios fueron nombrados, otros cesados. Se crearon nuevas plazas, en gran medida porque había personal que trabajaba ahí sin una.

La creación, experimentación y producción artística en el mundo sigue avanzando. El Teatro Nacional debe ser el teatro de todas las generaciones y de todos los espectáculos, sea que sus creadores prescindan o necesiten de tecnología de punta. No hacer esto sería como negarse a que las computadoras entren a las aulas porque van a substituir a las pizarras.

Si el préstamo se aprobara, todo lo que se contrate tendrá que salir a concurso internacional. Quien dirija la Unidad Ejecutora del Proyecto necesariamente tendrá que haber liderado similares proyectos en el extranjero, como ya se hizo en el Bellas Artes de México, en el Solís de Uruguay, el Colón de Argentina, el Stabile de Turín, el Bolshoi de Rusia… nuestro teatro está en esas ligas mayores. La administración de esa unidad ejecutora no la asumirá la administración del TNCR, y el manejo de sus finanzas deberá pasar severos escrutinios.

Para puntualizar: 1. Sí que hay un riesgo de incendio real y latente. 2. No, el proyecto no es sólo para proteger al TNCR del riesgo de incendio. Es para garantizar su salud integral con el fin de que siga funcionando como teatro, en nuestra época. Porque el día que se quite la pintura de la Alegoría de las Artes de Roberto Fontana para meter la tubería para aspersores y control de humo, tendrían que meterse también las tuberías y cableado para el nuevo sistema eléctrico, para sonido, datos y seguridad por circuito cerrado. Cuando se concluya el refuerzo estructural de la caja escénica, además de instalar los motores de la tramoya y sostener una concha acústica profesional, se tendría que soportar el peso del telón corta fuego.  3. El edificio anexo no es capricho. Se necesita albergar el archivo histórico y los laboratorios de conservación, los acopios de obras, el taller de restauración y el taller de escenario. Se necesita un espacio para las salas de ensayo que el TNCR perdió cuando se construyó la Plaza de la Cultura. Y la sala Vargas Calvo porque la dramaturgia y el teatro de cámara son inherentes a la misión del TNCR. O sea: en este conjunto las oficinas son marginales.

Algunas personas acusan que hay sobreprecios en los cálculos para estimar los costos de las obras que se quieren financiar con el empréstito del BCIE; y otras han hecho comparaciones de costos con el Teatro Popular Melico Salazar. Para desmontar estos argumentos necesito ejemplificar.

Si el presupuesto de la Restauración de la Cúpula del TNCR se hubiese discutido públicamente, más de uno habría creído ver un “chorizo”, porque: ¿Cómo puede ser que arreglar unas goteras cueste tantísimos millones? Pero no es lo mismo ponerle nuevo zinc a un teatro reabierto en 1985 como el Melico Salazar, que reparar las filtraciones de una cúpula inaugurada en 1897. Las diferencias son abismales. Tapar las goteras del Teatro Nacional supuso desmontar 2.127 láminas de zinc puro, instalar un andamiaje externo y armar un taller donde cada pieza metálica fue resanada a mano. Las que no pudieron rescatarse fueron sustituidas por 750 láminas de zinc puro, fabricadas a la medida en Alemania. La pintura industrial fue seleccionada tras pruebas y análisis químicos de laboratorio para recrear el rojo original. A la madera se le aplicó una capa asfáltica impermeabilizante y una cubierta aislante del calor, previo a la recolocación de las láminas de zinc.

¿Cuánto cuesta implementar el nuevo código eléctrico en el Melico Salazar y cuánto en el Teatro Nacional? Meter tubos y cableado en un cielo raso de gypsum y paredes de cemento, no cuesta lo mismo que quitar pinturas de artistas, estucos, maderas laminadas en oro y mármoles, y luego reinstalarlos sin que sufran lesiones ni desperfectos. En el caso del TNCR, cada elemento que se toque tiene un costo infinitamente mayor que cualquier otra infraestructura de nuestro país. Sólo un experto podría tener autoridad para hablar de sobreprecios.

Si bien “no todo lo que brilla es oro” en el Teatro Nacional “todo lo que brilla sí es oro y si no es oro es precioso”. Hacerle una cirugía al monumento más precioso que tenemos en nuestro país, tiene un precio. Es ahora o nunca. Nos ha tomado 20 años llegar hasta aquí. No es una opción volver a punto cero. Confío en la sensatez de las diputadas y los diputados, y espero que el préstamo sea aprobado.

Dice un dicho: “no hay que ver fantasmas donde no los hay y sí donde los hay” ¡Que los falsos fantasmas no asusten a congresistas responsables y ciudadanos preocupados! Espero en cambio que el TNCR sea conservado y modernizado, para que sigan saliendo los grandes fantasmas de Macbeth, Hamlet y otros, para hacernos disfrutar de maravillosas propuestas estéticas, pero también para darnos lecciones de ética y de vida, como corresponde a un recinto que además de teatro, es templo y es escuela.

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