El domingo pasado se develó el Plan Nacional para la Descarbonización (PND). Se habla de la transición de nuestro país hacia la bioeconomía, el crecimiento verde, la inclusión y el mejoramiento de la calidad de vida del costarricense. El plan significará un cambio significativo en los siguientes ejes: transporte y movilidad, energía, gestión de residuos, actividad comercial, residencial y de construcción, y actividad agropecuaria, forestal y ambiental.
El PND se da en el marco de acción posterior al Acuerdo de París y responde al llamado global para detener el cambio climático a través de la reducción drástica en la emisión de los gases de efecto invernadero en las siguientes décadas. Hay que ser claro, el cambio climático amenaza la supervivencia del ser humano y los ecosistemas que nos sostienen como sociedad. El calentamiento global podría ser catastrófico para la salud de las personas, así como empeorar la desigualdad social, cambios mediados por modificaciones físico-químicos en la biosfera y a través de transformaciones sociales. Estos factores interactúan entre sí, muchas veces potenciando sus efectos. Empeorando el asunto, estos impactos se distribuyen de manera desigual, afectando más a los países menos desarrollados y a grupos vulnerables y marginados, como las mujeres y los niños. El cambio climático sin lugar a dudas limitará nuestras aspiraciones del desarrollo, y afectará directamente el bienestar de las personas.
Por lo tanto, con el lanzamiento del PND Costa Rica se pone a la vanguardia del llamado mundial a desvincularse de la dependencia de combustibles fósiles, y es a través del PND que aspiramos fortalecer nuestro liderazgo internacional y ser un “laboratorio” de descarbonización para el mundo. Es decir, a través de este experimento llamado el PND, ser capaces de recopilar las experiencias necesarias para inspirar el cambio internacional con el ejemplo y con resultados concretos.
Más allá de las métricas y las mediciones de éxito en el PND, hay un componente clave, y es el mejoramiento de la calidad de vida de la ciudadanía. Este mejoramiento en la calidad de vida es parte de lo que los expertos consideran los co-beneficios de la descarbonización. Un caso perfecto de estos beneficios es el mejoramiento en la salud de las personas. Por ejemplo, reducir las emisiones de carbono disminuirá los futuros impactos negativos para la salud derivados del cambio climático, como lo son eventos atmosféricos extremos, que incluyen sequías e inundaciones, que cobran vidas y destruyen los medios de subsistencia. A su vez, la descarbonización podría reducir la contaminación del aire y sus impactos directos en la salud pública en la forma de enfermedades cardiovasculares, cáncer de pulmón y otras enfermedades respiratorias. Más allá de esto, la descarbonización de la economía también supone un cambio en el paradigma de la movilidad ciudadana a uno de transporte activo (como caminar y andar en bicicleta), con una posible reducción en accidentes de tráfico y en las tasas de obesidad y diabetes. Según un estudio publicado en The Lancet, solo los beneficios en la salud derivados de una menor contaminación del aire podrían superar el costo de cambiar a sistemas de energía más limpios, demostrando el potencial más allá de lo económico del PND.
Estos son solo algunos de los muchos beneficios colaterales que podría traer el PND. Sin embargo, hay que entender que estos co-beneficios a menudo se dan a través de varias vías causales, combinando los efectos positivos sobre los determinantes sociales y ambientales. Es decir, determinar el potencial de impacto de la PND no es una tarea fácil ni lineal. Al contrario, se trata de una tarea compleja. Esto es bien identificado por el PND y en su último capítulo, más allá de las métricas y metas de cada eje del PND, se sugiere la necesidad de realizar evaluaciones de impacto. Las mismas responden a preguntas tales como ¿cuál es costo-beneficio del PND? Y si, por ejemplo, ¿potenciales beneficios en salud pueden atribuirse al PND? Es decir, estas evaluaciones responden a la necesidad de poder establecer un vínculo entre el PND y sus impactos. Sin embargo, para poder ser un laboratorio de descarbonización para el mundo debemos enfocar las preguntas también a identificar las consecuencias no deseadas del PND y a identificar los factores contextuales locales que puedan influir en el nivel de impacto. Si queremos darle las razones a la comunidad internacional para que adopten la descarbonización, nuestras preguntas de evaluación deben ir justamente a cumplir ese fin. De otra manera, estoy seguro que los resultados serán recibidos con un alto grado de escepticismo y crítica. Hay que entender también que las evaluaciones de impacto no son “la pomada canaria”, pero si debemos reconocer que bien realizadas, estas podrían llevar de una forma más rápida y eficiente a alcanzar las metas del Acuerdo de París.
El tiempo apremia, y es posible que solo tengamos una única oportunidad para diseñar nuevos sistemas económicos correctamente y para alcanzar nuestros objetivos a mediados de siglo, por lo que la necesidad de este enfoque se hace aún mayor. Dado estas circunstancias inaplazables, le pregunto a la comunidad científica de este país y a nuestros gobernantes: ¿Qué tal si se generamos un observatorio internacional para la descarbonización en Costa Rica? Un observatorio que sea capaz de reunir a mentes de todo el mundo para responder las preguntas más urgentes en el camino hacia la descarbonización. Que funcione como una red internacional de instituciones que sumen las experiencias suficientes para expandir nuestras capacidades actuales. Que centralice los datos necesarios para realizar los subsecuentes análisis de impacto y trabaje de la mano del Sistema Nacional de Métrica de Cambio Climático (SINAMECC). Que pueda incluir análisis desde múltiples perspectivas y usar estrategias de triangulación metodológicas, estadísticas y teóricas para la validación de los resultados. Pero más importantemente, que nos permita sistematizar nuestra experiencia con el fin de exportarla en una forma útil y digerible para el mundo. ¡Qué gran favor le podríamos dar a las generaciones por venir!
A estas alturas, a pocas horas de haberse lanzado el PND, ya abundan los escépticos, y estamos de acuerdo, el PND per se poco podrá hacer para impactar directamente la emisión global de gases de efecto invernadero, ya que Costa Rica representa una ínfima fracción del total mundial de estos gases que se emiten a la atmósfera. Sin embargo, no perdamos de perspectiva que existen un sin fin de co-beneficios ligados, añadidos al mensaje esperanzador que llevamos al mundo. Pero más que eso, y sin pasar por alto el valor de usar esta narrativa “emocional”, tomémonos en serio este llamado de ser un laboratorio, y agreguémosle a ese mensaje la ciencia necesaria para permear las esferas políticas globales.
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