"El arte es una comunidad de resistencia"
No quiero discutir sobre la calidad de la obra de Jiménez Deredia, está claro que para algunos es digna de admiración y para otros se trata de un lugar común. Unos agradecen ver su obra de cerca, otros consideran que es una inversión que podría utilizarse para apoyar el arte local.
Para mí estamos ante dos formas diferentes de comprender el arte, y me resulta revelador analizar los discursos que se tejen alrededor de las expresiones artísticas y el imaginario que promovemos a través de las mismas.
Por un lado tenemos una postura que ve el arte como gozo estético, belleza, y por la tanto la muestra de Jiménez Deredia es un forma de dar belleza a una ciudad que en general se vive gris.
Por otra parte existe una postura que define el arte como provocación, cuestionamiento y transgresión, como escuche decir a Jorge Albán Dobles (fotógrafo y artista visual costarricense): “El arte es una comunidad de resistencia”.
Desde esta perspectiva la obra de Jiménez Deredia carece de valor, no cuestiona, no transgrede, es más un discurso plástico que podríamos encontrar bello, pero no confronta al statu quo.
¿Es esto malo? No necesariamente, Umberto Eco señala en su ensayo Las lágrimas del Corsario Negro que existen dos formas retóricas diferenciadas en la literatura, una retórica del consuelo y una retórica problemática. Aplicado a las artes visuales, diríamos que la primera deja al espectador en paz consigo mismo, a través de la obra de arte ha encontrado la belleza y considera que el mundo puede ser hermoso, la segunda lo deja en conflicto, le recuerda la complejidad del mundo y su cuota de participación en los problemas de la condición humana.
¿Una forma de arte es superior a la otra? No lo creo, existen obras de arte que parten de una retórica del consuelo que me parecen maravillosas, como las obras de Eduardo Chillida, El peine del viento y el Elogio del Horizonte, esculturas ubicadas en la costa norte de España, diseñadas para interactuar con el entorno y el espectador.
Precisamente esto me lleva al siguiente punto.
"Todas iguales"
La obra de Jiménez Deredia no está diseñada para interactuar con el entorno o establecer algún tipo de diálogo con el habitante del entorno urbano.
Su lugar natural son recintos institucionales protegidos, un nicho en la Catedral de San Pedro, tras una reja en la Catedral Metropolitana, o incluso la entrada de un complejo industrial, son piezas monumentales pensadas desde la lógica del museo, donde el visitante juega un papel de espectador pasivo.
El arte en espacios públicos por definición debería intentar establecer un diálogo con el entorno y los transeúntes, tal como comenta Alejandro Ramirez Loki (artista plástico costarricense) en redes sociales:
“Uno de los principios fundamentales del arte urbano es justamente que debe convivir con la urbe y sus consecuencias, es ilógico tener un policía cuidando cada obra expuesta en la calle. Sea de quien sea. Esas “obras de pelotas” jamás fueron pensadas para la urbe.”
Efectivamente, lejos de un diálogo, esta muestra es más como un monólogo.
¿Es justificación para rayar el mármol a manera de crítica? El grafiti rojo sobre mármol blanco: “Todas iguales”. Ha dado mucho de qué hablar. Vandalismo o no, el gesto en sí es más que esperable.
Más allá que el perpetrador pertenezca a una familia de escultores (que navegan entre las dos retóricas mencionadas), lo cierto es que la muestra puede ser leída como un gesto elitista, alejado de quienes patean el suelo josefino día a día, y como tal va a generar reacción.
Existen obras que se prestan al diálogo, y reciben otro tipo de respuesta, como las alas de bronce de Jorge Marín en el Parque Morazán, o La Chola de Manuel Vargas en la Avenida Central, que se ha desgastado porque los transeúntes le tocan las nalgas para tener suerte en la lotería.
"En San José hay obras de arte que son rayadas todos los días y a nadie le importa”
Es el comentario común: “en San José hay obras de arte que son rayadas todos los días y a nadie le importa”.
¿Por qué genera tanta bronca que alguien raye una obra particular? Por una parte la institucionalidad estatal y clerical han convertido a Jiménez Deredia en una especie de embajador de la identidad nacional, su retórica no cuestiona el poder o los ámbitos escabrosos de la realidad nacional, es inocua. En ese sentido es una obra perfecta para identificarnos todos, no divide y apunta al orgullo de “ser costarricense”.
Desde esa óptica: ¿Cómo puede criticarse algo que tan bien nos representa? Quizá lo que debemos cuestionarnos es: ¿A qué intereses sirve que hagamos esta retórica parte de nuestra identidad?
La molestia alrededor de la obra de Jiménez Deredia no responde a: “Los ticos no podemos ver a otros triunfar”. Su obra produce molestia porque es se siente lejana al contexto y parece hecha para complacer a instituciones cuestionadas, gobiernos locales y cúpula de la iglesia católica.
Esto me lleva a mi último punto.
“El indigente que se queda solo por las noches, podrá acompañarse con las esculturas”
En Entender una fotografía, John Berger crítica la institución del museo, la describe como las casas de los ricos que abren sus puertas para que podamos contemplar lo que permite ostentar el poder.
El arte en espacios públicos puede convertirse en una extensión del museo, y el desafortunado comentario de Jiménez Deredia así lo transmite: “El indigente que se queda solo por las noches, podrá acompañarse con las esculturas”.
Quiero creer que la declaración anterior tiene un trasfondo de preocupación por otros seres humanos, pero lo cierto es que se siente profundamente elitista. Estoy seguro que al indigente le preocupa más el frío y el hambre que sentirse acompañado por piezas de mármol.
Lamentablemente es imposible ser apolítico, abstenerse a tomar una posición implica complicidad. Hasta el momento me he limitado presentar ejemplos, describir y comprender posiciones, pero sobre las declaraciones de Jiménez Deredia a Semanario Universidad tengo que opinar.
Las obras expuestas en San José, dicen estar inspiradas en las cosmogonías y estéticas de los pueblos precolombinos costarricenses, sin embargo al preguntarle al autor sobre su opinión respecto a la situación actual de estos pueblos, esquiva el problema diciendo: “yo no hago un revival de las culturas precolombinas”.
Líneas antes, sus palabras son de reivindicación de lo costarricense a través del rescate de la cultura de los pueblos ancestrales. No se puede pretender reivindicar una estética y una cosmogonía sin comprometerse con la situación actual de los legítimos herederos de la misma. Lo contrario es colonización cultural, justo lo que Jiménez Deredia crítica en la misma entrevista.
Independientemente de la calidad del trabajo que se exhibe en San José, no puedo sentirme cómodo con la idea de apropiación de una estética y una cosmogonía para luego darle la espalda.
No sé si eso justifica el ataque a la obra de un artista, pero si me hace cuestionarme cuál debe ser nuestro compromiso con la identidad de este pedazo de tierra que compartimos todos.
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