Hace algunos días organice un foro de discusión denominado Del rezago al liderazgo regional en infraestructura en cuyo concepto quisimos plantear, con el apoyo del BID y CINDE, la necesidad de trascender hacia una visión donde nuestro país se convierta en un articulador de estrategias de regionalización de la infraestructura.
Quise retomar esto hoy a propósito de la recién reunión bilateral entre el presidente de la República y su homólogo de Panamá, Juan Carlos Varela, donde abordaron entre varios temas el explorar la conexión entre Ciudad de Panamá y San José mediante un tren de alta velocidad.
Para transitar del rezago en infraestructura a ser el país líder de la región en iniciativas para mejorar el desarrollo logístico en Centroamérica, debemos asumir un compromiso serio para priorizar los temas de infraestructura nacional y regional.
Nuestro país ha optado típicamente por un modelo de infraestructura que se reinicia cada 4 años, que no permite el desarrollo adecuado de las etapas preparatorias y que no ha resultado más que en anhelos y sueños sin cumplir. Tenemos el reto de establecer una nueva visión en la cual los gobiernos no se evalúen por la cantidad de obras que inauguran, sino por el avance en la ejecución de acciones en línea con una planificación estratégica de largo plazo. Y esto no implica parálisis por análisis, sino ser realistas y empezar a caminar en serio. El nuevo paradigma debe ser construir las obras de hoy sin dejar de preparar los proyectos de mañana.
Costa Rica merece además que la pensemos en grande y la posibilidad de conectar al resto de países de la región mediante infraestructura pública podría mejorar sustancialmente nuestro desempeño comercial, turístico, logístico y de bienestar social.
Conectarnos mediante infraestructura vial y de transporte debe ser una meta que nos establezcamos desde el Parque Nacional del Darién al sur de Panamá, hasta la zona norte de Guatemala.
Centroamérica, por su extensión y posición geográfica, similitudes culturales, su experiencia como bloque comercial y por el constante intercambio de bienes, servicios y personas por nuestras fronteras, tiene la posibilidad de entenderse como una región, sin dejar de lado el tema de infraestructura.
Contamos con infraestructura que podríamos aprovechar de manera conjunta. Las ventajas de lograr esto yacen en las oportunidades que tendremos a nivel regional.
Por ejemplo, pensemos en un turista que puede desplazarse vía tren en la región, el cual puede dejar recursos en varios países, con estadías cortas y desplazamientos rápidos. Otra ventaja sería la del desplazamiento de mercaderías en una región coordinada en materia de infraestructura vial, marítima, ferroviaria, portuaria y con plataformas logísticas adecuadas.
Incluso para estos efectos, la Secretaría de Integración Económica Centroamericana (SIECA), ya cuenta con una política marco regional de movilidad y logística para la región centroamericana, que nos orienta en este sentido y nos recuerda la oportunidad que nace cada día en materia comercial, donde el mundo se organiza en bloques regionales articulados para el beneficio mutuo con base en la complementariedad. Ejemplo claro de esto ha sido la Unión Europea.
No olvidemos que para la mayoría de los países centroamericanos, el mercado intrarregional representa el segundo socio comercial más importante, después de los Estados Unidos, el valor total de las exportaciones de Centroamérica en 2015 fue de 28.000 millones de dólares estadounidenses, de los cuales, 32.7% tuvo como destino dicho mercado intrarregional. Según SIECA, en 2014 Centroamérica generó un producto interno bruto de 226,000 millones de dólares estadounidenses, tuvo una tasa de crecimiento de 4.3% y ofreció un mercado potencial de 46 millones de consumidores.
Desde cualquier perspectiva que se vea, la región integrada representa más y mejores oportunidades de estímulo a la demanda de cada uno de los países, la atracción de mayores flujos de inversión extranjera directa, la integración de más y mejores cadenas globales de valor, la negociación de mejores condiciones de intercambio con otras regiones del mundo, entre otras ventajas, que las que se tendrían si se considera a los países de manera individual.
Centroamérica aún no cuenta con una visión compartida en materia de integración de su infraestructura física, y a esto se suma la necesidad de considerar los activos públicos de cada uno de nuestros países en la riqueza de nuestra región.
Según indica el informe Monitor Fiscal del Fondo Monetario Internacional acerca del manejo de la riqueza pública, los activos de una muestra de 31 países representaron el 109% del PIB sin considerar los recursos naturales, y hasta dos veces su valor original al considerarlos. Un país puede llegar a generar ganancias de hasta el 3% del PIB con tan solo realizar un buen manejo de sus empresas públicas.
Tomar en cuenta el Balance General de un país incluyendo la totalidad de lo que el Estado tiene (activos) y debe (pasivos), proporciona una imagen más completa de la riqueza pública, en relación con únicamente considerar la deuda y el déficit.
Un mejor manejo del Balance General permite que los países reduzcan riesgos, logren una política fiscal más eficiente e incrementen sus ingresos. Existen datos empíricos que demuestran que los mercados financieros prestan cada vez más atención a la totalidad del balance público, y que la solidez de este aumenta la capacidad de resistencia económica.
Iniciemos por Costa Rica, donde aún no tenemos claro los aportes que realizan nuestros activos, como las empresas públicas y su optimización a la totalidad del balance público, y por tanto a la capacidad de resistencia económica.
Hago un nuevo llamado al Poder Ejecutivo para que acompañen el trabajo que realizamos en la Asamblea Legislativa en el tema de infraestructura, no solamente necesitamos leyes robustas que transformen los modelos, como el caso del proyecto de ley que presenté para fortalecer la figura de concesión y alianzas público-privadas (expediente 20.929), sino un Ejecutivo decidido a implementar los cambios que se requieren para dar un paso más allá y transformar el rezago en infraestructura por el bajo nivel de inversión. Cerrar la brecha en cantidad y calidad de los servicios de infraestructura de forma sostenible es un imperativo para los países de la región, en particular para Costa Rica.
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