El primer ministro británico Benjamín Disraeli una vez dijo, “Con palabras, se gobierna al hombre”. Yo pienso que más que con palabras, se gobierna con historias. Desde la infancia los seres humanos aprendemos a entender el mundo y a nosotros mismos a través de las historias. La política no es la excepción: los seres humanos nos regimos por las historias que nos contamos.
Si revisamos la historia costarricense, sin duda creo que don Pepe fue el primer gran “story teller” de nuestro país. Al abolir el ejército, nos creó una identidad que nos convertiría en una potencia moral. Una identidad que, al día de hoy, nos diferencia ante el mundo. Es una historia que desde que nacemos, no solo la aprendemos, sino que tenemos el privilegio y la dicha de vivirla.
Sin embargo, hoy pareciera urgente darle un nuevo significado a lo que implica ser costarricense. Nuestra paz social está en riesgo. Nos hace falta una nueva historia que nos ayude a dar sentido a los tiempos tan complejos que vivimos. Nos hace falta construir juntos una nueva narrativa que no solo nos permita volver a tener una identidad compartida, sino que también ilumine nuestro rumbo como nación.
Como esta columna se trata de historias, quisiera enfocarme en otra que desde muy pequeños nos contamos. La historia de que somos la “Suiza Centroamericana”. En efecto, hay muchísimas similitudes entre ambos países. Sin embargo, de los valores que más he llegado a admirar de los suizos —y que además creo deberíamos volver a rescatar nosotros también— es el de la sencillez.
La sencillez del suizo tiene que ver con un sentido de horizontalidad en donde nadie percibe o piensa que merece más que el otro. Las reglas (¡que son muchas!) son claras y transparentes para todas las personas por parejo. La ostentación es mal vista—casi que de mala educación—diría yo. Hace poco, incluso, el presidente suizo llamó la atención de todas las redes sociales por sentarse en la acera a revisar sus notas antes de entrar a dar su discurso ante la ONU sin hacer ningún tipo de alarde de su posición. Yo me considero producto de una Costa Rica en la cual crecí con esos mismos valores, pero estoy consciente que esto ha cambiado radicalmente en los últimos años.
Plural vs singular
Entonces, volviendo a nuestro país, cuando veo que la magistrada Julia Varela opina que es hora de acabar con la “política del igualitico”, tengo que decir que no puedo estar más en desacuerdo. Todo lo contrario. Creo que tal vez es hora de que ese valor sea el centro de la nueva historia que necesitamos construir. La “política del igualitico” la hemos cambiado por la política de “cada quien jala para su propio saco” y ese modelo no nos está llevando —ni nos llevará— a buen puerto.
No puede ser que algunos empleados públicos tengan salarios, beneficios, pensiones y privilegios totalmente desproporcionados al resto de la población. No puede ser que sectores enteros se lancen a las calles por meses protegiendo sus intereses sin ánimo a buscar acuerdos. Este fenómeno no solo atañe a los empleados públicos, se da por igual en todos los sectores de nuestra sociedad. El sector privado también debe acceder a más impuestos y a menos evasión.
En resumen, hemos dejado de pensar en plural para pasar a pensar en singular. El recién publicado Informe del Estado de la Nación así lo confirma. Costa Rica está dejando de ser uno de los países más equitativos de la región para pasar a estar al mismo nivel que el resto.. Pensar en plural es una decisión consciente. Escoger pensar en singular también es una opción válida. Sin embargo, considero importante traer el tema a la mesa y empezar a generar una conversación sana y necesaria acerca de qué tipo de sociedad queremos tener para el futuro. ¿Queremos ser como la mayoría de América Latina con grandes desigualdades o queremos ser distintos?
En lo personal, de las cosas que más admiro de Costa Rica es que siempre nos hemos atrevido a pensar diferente para buscar nuestras propias soluciones. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, mientras los estados guiados por el miedo comenzaban la carrera armamentista, Costa Rica tuvo la valentía de hacer todo lo contrario y se deshizo del ejército para siempre. En los años setenta, cuando nadie hablaba de la importancia de los recursos naturales, Costa Rica tuvo la visión de apostar por la creación de nuestras áreas de conservación y nuestros parques nacionales. Pensar diferente —lejos de ser algo negativo— nos ha hecho grandes. Precisamente por estas razones, es que el mundo nos respeta y admira.
Hoy me pregunto, si en este mundo donde la inequidad crece día con día y las brechas sociales incrementan estrepitosamente, ¿será acaso la hora de que en nuestro país, más bien, volvamos a alzar con orgullo la bandera del igualitico? Tal vez la nueva historia que necesitamos tiene que ver con recuperar el principio básico de que todos somos iguales, a pesar de que todos nacemos bajo muy distintas condiciones. Ser iguales, para mí, tiene que ver con nacer con los mismos derechos. Ser iguales es tener las reglas claras para todos. Ser iguales es no olvidar que cada ser humano merece el mismo respeto y tiene la misma dignidad sin importar el color de su piel, su religión, orientación sexual o su condición económica. Ser igualiticos es reconocer la dignidad de todo ser humano y luchar por condiciones y oportunidades más justas para todos. Estoy convencida que el valor de la cooperación es y será el valor de este siglo. Es la única forma con la que lograremos salir adelante ante los retos que vivimos.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.