Pasada la resaca de la votación en primer debate del plan fiscal y mientras tomamos aire para opinar sobre lo que será la resolución de la Sala Constitucional, es necesario que como sociedad establezcamos el modelo de país que queremos. Es importante que la voluntad del soberano se respete, pero también, que se encargue de materializar la reforma del modelo político y económico. Nuestro modelo debe ser para los próximos treinta años y no para salir de la crisis. Es imperativo buscar soluciones y promover un plan B rápido que impulse el crecimiento económico. La inmediatez, el “one click away” al que están acostumbrados los más jóvenes deben considerarse para dejar de lado por fin la cultura de esperar a que los nublados se aclaren.
La otrora Costa Rica de finales del siglo XIX, liderada por la visión liberal de la Generación del Olimpo es el mejor ejemplo de cómo podemos como país volver a la vanguardia. En aquellos días se construyeron grandes obras de infraestructura, se promovió la educación y la cultura y se consolidó la identidad costarricense al exaltar la soberanía de la campaña del 56.
¿Por qué nos cuesta tomar decisiones? Existe una opinión general de la Costa Rica que queremos; educación pública, un sistema de salud robusto y un estado social de derecho que proteja a los más necesitados, instituciones fuertes que funcionen y ser “potencia mundial”.
Sin embargo, para lograr esos objetivos hemos creado 330 instituciones que funcionan como un colador de recursos. Desde 1990 nos cuesta bajar el índice de pobreza y subir el índice de empleo. Nos hemos vuelto una sociedad más desigual y muy cara. Esas instituciones en lugar de fortalecer nuestro contrato social lo erosionan gastando irresponsablemente recursos para alimentar instituciones sin objetivos, sin rendición de cuentas, sin capacidad de gestión y como escasa capacidad financiera contable. Gastamos a manos llenas. Estas 330 instituciones no le pertenecen a los costarricenses si no a sus empleados, no están para servirnos. En los últimos 30 años se han creado más de 110 instituciones en el sector público que han sido ineficientes para lograr nuestros objetivos sociales, ¿por qué las mantenemos? ¿No es mejor sacarles valor, mientras valen algo?
En los procesos de privatización en América Latina ha habido experiencias buenas y malas. Dentro de las experiencias buenas desde una perspectiva de recursos, Bolivia y Panamá generaron un incremento en un 10% de su PIB. También, dichos procesos no sólo generaron ingresos fiscales importantes, sino que trajeron consigo mejoras en eficiencia, en la prestación de servicios, en los costos de los servicios públicos para los usuarios, crecimiento económico y encadenamientos de sus respectivas economías. Países como Brasil, Perú y México concentraron altos niveles de ingreso que catapultaron su crecimiento económico.
Costa Rica tiene mucho que ofrecer y puedo sacar valor de sus instituciones, su cultura y su educación. Es imperativo revisar el modelo. Aprovechemos donde podemos generar valor, por ejemplo: convertir al ICE en una corporación regida por gobierno corporativo dividida en dos negocios electricidad y telefonía, bajo las reglas del OCDE. El estado puede mantener 50% y vender 50% de las acciones del negocio de telefonía para hacerlo crecer y usar esos recursos. En el negocio de energía el ICE puede ser el dueño de las redes de distribución y cobrar cánones, disminuiría su costo de operación y podría aumentar sus ingresos. Se debe vender FANAL, vender RACSA, CNFL. En infraestructura todas las carreteras, los trenes y aeropuertos se deben dar en concesión primero para no incurrir en el costo de construirlos, lo que hoy es casi imposible por nuestro déficit, y luego para poder licitar su operación y mantenimiento y la renovación de dicha infraestructura en un plazo razonable. El estado no tendría que sacar fondos que puede destinar a causas sociales. El transporte público debe ser centralizado en una entidad concesionada que ordene las rutas, que conecte la ciudad con los centros de vivienda y los de trabajo, que construya un tren y BRT´s. RECOPE debe cerrarse porque ya no refina. Los hospitales se pueden dar en concesión para que sean construidos y operados como hoy funcionan exitosamente algunos EBAIS y así la Caja se puede enfocar en la salud. En educación, el MEP debe seguir fuerte, pero debe dar en concesión la construcción de las escuelas. No podemos seguir con escuelas con baños de hueco, si queremos que los más jóvenes aprendan inglés, contabilidad y computación. La infraestructura debe llegar a todas las equinas del territorio y hemos visto que el estado no ha podido hacerlo.
Tenemos una oportunidad de oro frente a esta crisis, pero tenemos que tomar decisiones de largo plazo, no tomar posturas populistas o clientelistas pensando en elecciones de cuatro años. Costa Rica está para más y tenemos que ser potencia mundial, pero debe salir de nuestro contrato social. Tenemos que volver al pensamiento liberal que a finales del siglo 19 convirtió a Costa Rica en una nación próspera. ¡Podemos hacerlo!
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