Costa Rica se encuentra sumida en la congoja, el asombro, la pena, la desdicha, la tristeza, ¡pero también en alegría y en fervor de celebración! Porque si hay algo que estas elecciones nos demostraron de manera contundente, es que ya es hora de ver las cosas como son y salir de la burbuja en la que vivimos. Esto es una cachetada de realidad, muy necesaria de todos modos, para todos nosotros, ciudadanos costarricenses, que tenemos la responsabilidad de tomar las riendas políticas del país en el futuro inmediato.

Hoy, muchos de mis contactos se quejan del “discurso del odio”, se quejan del abstencionismo, se quejan de que “Guanacaste, Puntarenas y Limón fueron las provincias con mayor porcentaje de abstencionismo...” Todos, claro, desde sus teléfonos inteligentes y sentados en algún lugar del Gran Área Metropolitana.

Este es precisamente uno de los puntos que necesariamente tenemos que poner bajo la lupa después de los resultados. Hemos centrado la política de gobierno, nuestras opiniones, y nuestras acciones positivas como sociedad en el GAM. Como dicen por ahí: “Pusimos todos los huevos en la misma canasta y se nos cayó la canasta”. Hemos trabajado de manera reactiva en vez de proactiva en las zonas más alejadas del país, y eso nos ha costado la elección, porque si algo hay que reconocerle al sector religioso evangélico, cristiano, católico, es precisamente que la fe mueve montañas, o como en este caso, los mueve a las montañas. Y cuando la religión, no la política, es la que resuelve los problemas del día a día y la realidad de estas comunidades, pues no es de extrañar que a la hora de votar se decidan por quien resuelve sus necesidades más fundamentales.

Esta semana Vilma Ibarra en Hablando Claro edición “Día D” describía la situación como un tsunami ¡y no podría estar más en lo correcto Doña Vilma! Pero tenemos que acotar que, como en un tsunami, ha habido una cantidad de señales que nos ha dado el mar del electorado y que no hemos sabido interpretar o leer de forma correcta.

Por años hemos visto un incremento en la cantidad de iglesias evangélicas y de otras denominaciones cristianas en las zonas más alejadas del país. Amasaron así una cantidad más que importante de personas con un patrón de pensamiento bastante particular. Lo único que necesitaban para unirse era una causa en común: la opinión consultiva de la CIDH acerca del matrimonio igualitario y la identidad de las personas transgénero. Y aquí es precisamente donde tenemos que ser autocríticos, realistas y entender que el llamado “progresismo” tiene un fallo fatal en Costa Rica: no somos unidad, nos cuesta unirnos bajo la misma bandera. Cada vez hay más y más grupos que defienden diferentes causas englobadas dentro del “progresismo” pero que al mismo tiempo y cuando llega la hora son incapaces de unir fuerzas por el bien común o de pelear hombro con hombro para defender los derechos de todos. Somos egoístas, nos importan solo las causas propias, no en todos los casos, pero suficientes al fin.

El pueblo costarricense tiene años de estar clamando, de una u otra forma, por un cambio en el accionar de quienes ejercen en la política y puestos públicos. Tenemos gobierno tras gobierno de promesas incumplidas, de falta de colaboración entre partidos por culpa de los intereses de unos pocos. ¿Cómo no va a haber un abstencionismo tan alto, en general? ¿Usted se atrevería a culparlos? Yo sé que a muchos de ustedes, quienes en este momento leen estas palabras, de una u otra forma se les motivó a participar en política, en gobiernos estudiantiles, en la FEUCR, de guías en las elecciones, de miembros de mesa, fiscales y otros.

Pero yo vengo de Puriscal (que es bastante rural a pesar de ser el cantón número 4 de la provincia de San José) y tengo el recuerdo casi intacto de ciudadanos, familiares y amigos diciendo “meterse en política es perder el tiempo” y “no vale la pena”. Yo recuerdo conversaciones en los pollos del parque, y recientemente en la soda del trabajo, de más y más gente que no cree en el trabajo de los gobiernos, que no cree en la política, y que abiertamente dice: “No pienso votar”. Y aunque usted y yo sabemos que no ejercer el derecho a votar en esta bella democracia que es Costa Rica es un casi un insulto, dígame: ¿usted les culpa? Después de Alcatel, Caja-Fischel, La Trocha, El Cementazo, ¿usted los culpa por no creer en los políticos y en la política? ¿Por creer que su voto, a pesar de todo, no vale? ¿Por creer que de todos modos las cosas van a seguir igual sin importar quién quede?

Salgámonos por un momento de la burbuja del GAM y veamos la realidad desde los ojos del costarricense trabajador. Cito en ese sentido un comentario de Adrian Cruz que vi en Facebook: “El mensaje es claro. O los políticos incluyen a los marginados en su agenda, o los marginados van a ayudar a llevar al poder a las únicas personas que en años, se han dignado a mirarlos a los ojos. Y en su régimen opresivo, quizás sintamos por primera vez lo que ellos llevan sintiendo por décadas. Por eso, hoy urge una reacción muy empática”.

Honestamente pienso que es tiempo de poner las barbas en remojo acerca de cómo hacemos política en este país. Es necesario que salgamos de esta burbuja que es el Gran Área Metropolitana, que veamos más allá de nuestras propias narices, que exijamos cuentas, y que nos conectemos mucho más con la realidad que viven aquellos y aquellas que tienen sus luchas en otros planos distintos a los nuestros. Porque no es sino juntos y juntas que alguna vez logremos hacer una diferencia. No es sino juntos y juntas que vamos a hacer de esta hermosa tierra que nos vio nacer la Costa Rica que queremos.

“Estamos sin amor, hermano mío,
y esto es como estar ciegos en mitad de la tierra.”
- Nosotros los Hombres, Jorge Debravo.

 

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