El día de ayer, Jhon Vega, excandidato presidencial del Partido de los Trabajadores (PT) hizo un llamado a sus partidarios desde su Facebook Live a que votaran nulo en Segunda Ronda.
Claramente el apoyo del PT no iba a cambiar el escenario electoral de Segunda Ronda. Hay que reconocer que Jhon Vega fue consecuente en sus participaciones públicas durante la campaña, exponiendo con vehemencia sus posiciones, haciendo preguntas incómodas y señalando cosas que otros no querían mencionar... pero esto no le bastó para no quedar en el último lugar de la primera ronda.
Uno puede no estar de acuerdo con las posiciones de Vega y el partido que representó, pero no puede negar que demostró su coherencia de discurso. Sin embargo, más allá de aquellos méritos, su llamado a un voto nulo es irresponsable. Su planteamiento de que ambos partidos son igual de malos para la clase trabajadora que el PT “representa” ignora la realidad.
Considerar ambas opciones como equivalentes en todos los sentidos y sin diferencias abismales entre lo que ambos partidos representan y están proponiendo para el país en temas que afectarán a la clase trabajadora, es como menos, negligente. Quien dice representar a un partido socialista hace un llamado a aplicar el mayor individualismo posible: no tomar una posición de la clase de gobierno que se va a tener los próximos 4 años.
Para poner un único ejemplo: solo uno de los dos candidatos (Fabricio) dijo que está dispuesto a que su primera acción sea eliminar el decreto contra la discriminación a personas LGBTI, que se creó para proteger, justamente a trabajadores del sector público...
Más allá del PT
Pero, más allá del PT, lo que me preocupa en realidad es que estoy seguro de que existen muchas otras personas de distintos partidos que en este momento están considerando votar nulo o no ir a votar, cada una por diferentes razones.
Hay que reconocer que, junto con el abstencionismo, los votos nulos y blancos han sido el grupo electoral más grande de las últimas elecciones, y esto no deja de ser preocupante.
La no participación demuestra un distanciamiento de la ciudadanía con el sistema electoral y con los partidos políticos. No esta de más recordar que el abstencionismo creció justamente en las elecciones de 1998, después del pacto Figueres-Calderón. En esas elecciones el abstencionismo pasó de un 18.89% (1994) a un 30.02% (1998) y desde entonces ningún partido o movimiento político ha logrado revertir esa tendencia.
Pero el “voto protesta” tampoco cambia la realidad: sin importar el número de costarricenses que voten, uno de los dos candidatos va a ser el legítimo líder del gobierno a lo interno y representante del país a lo externo.
Votar por uno de los dos candidatos no significa darle una carta blanca para gobernar, a partir del 8 de mayo, todos tenemos el derecho y deber de ser críticos y vigilantes del gobierno.
Sin importar quién quede electo el primero de abril, el ganador tendrá la tarea de encausar un país dividido, y su tarea no va a ser más sencilla por obtener más o menos votos. Pero eso no quiere decir que de lo mismo cuál de los dos candidatos quede electo.
No debemos ser simplistas en el análisis y asumir el error de que no hay diferencias importantes entre ambos candidatos y partidos. Hay demasiado en juego para eso.
Estamos llamados a tomar posición... votar nulo es dejar en manos de otros la decisión de quién debe ser el próximo Presidente.
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