Con la Navidad y el fin de año el ambiente se vuelve festivo: las reuniones con familiares y amigos son más frecuentes; hay carnavales, desfiles, fiestas y básicamente buscamos la manera de reunirnos a celebrar. Esto incluye espectáculos masivos y algunos más pequeños.
Es una tradición cultural tanto en América como en el resto del mundo animar estas celebraciones con fuegos artificiales.
La pirotecnia ha sido parte importante de las festividades desde su invención en China hasta su comercialización en Europa alrededor del siglo XIII al XV d.C., y sin lugar a dudas tiene un espacio preponderante en la actualidad en las celebraciones.
Ver las noches iluminadas por luces evanescentes de diferentes colores y formas, brillantes, llamativas, con patrones que semejan un baile de estrellas es impresionante; casi tan impresionante como escuchar el estruendo de una “bombeta” que revienta cerca y te toma desprevenido, o que te persiga un “cachiflín” porque estabas en el lugar incorrecto justo en su trayectoria.
Estas creaciones pueden ser tan cautivadoras como lo que hace sentir ver un “volcán” liberar toda su energía y llevar sus luces metros arriba, o llenarte de asombro al tener una “luz de bengala” en las manos y correr hacia la oscuridad total para ver cómo vas marcando un camino iluminado, dejando estrellas en tu camino que son lo único que delata tu recorrido.
Sin embargo, toda esa magia y alegría a veces se opaca por eventos inesperados que tiñen de preocupación y sufrimiento a algunas familias. No es infrecuente que en estas festividades los hospitales reporten un aumento en las admisiones por quemaduras con pólvora en toda Latinoamérica, presentando lesiones frecuentes en miembros superiores y cara.
Curiosamente, quienes presentan más accidentes no son los profesionales que manejan la pirotecnia, como se pensaría. Estos accidentes tienden a ser más frecuentes en hombres jóvenes y niños, que con cierta regularidad son meramente espectadores.
Incluso las infravaloradas luces de bengala deben ser manipuladas con supervisión, pues llegan a elevar su temperatura a más de 1000 grados Celsius; a estos niveles cualquier cercanía a un tejido humano puede llevar a lesiones irreparables, comprometiendo frecuentemente la cara y los ojos, con lesiones tan severas que pueden significar la pérdida de un órgano tan importante como el ojo.
Por ello no es de sorprender que, luego de las lesiones en manos y miembros superiores, las lesiones oculares ocupen consistentemente el segundo lugar en la lista de órganos más afectados, con traumas severos y lesiones catastróficas que a veces conllevan a la pérdida de la función visual.
Esto no significa que nos vamos a despedir de los fuegos artificiales con los que tan alegremente celebramos tantos tipos de eventos en todo el mundo. El llamado es a utilizarlos de forma responsable, y con esto se refiere a la prevención de accidentes y a no lamentar lesiones irreparables.
La mayoría de los accidentes se dan por las bombetas y otros aparatos explosivos, pero no son los únicos; también los otros dispositivos, si no son supervisados por adultos, pueden producir lesiones en los menores o en los espectadores.
Esto no significa que nos vamos a despedir de los fuegos artificiales con los que tan alegremente celebramos tantos tipos de eventos en todo el mundo. El llamado es a utilizarlos de forma responsable, en que la pólvora sea manipulada únicamente por mayores de edad; lo ideal sería por profesionales únicamente, ya que incluso la que suponemos no es peligrosa puede producir lesiones también.
Si vamos a utilizar pirotecnia, debemos llevar protección ocular, no manipularla cerca de la cara y los adultos tenemos que mantener a los niños a una distancia segura de los objetos explosivos.
En caso de que algún accidente involucre los ojos, no debemos colocar ningún parche, ni frotar los ojos, o tratar de extraer ningún objeto. Lo ideal sería colocar un escudo rígido que no produzca presión sobre el ojo para evitar mayor daño, e inmediatamente dirigirse al servicio de emergencias de un hospital donde se le dará el manejo adecuado.
Los juegos artificiales son cautivadores, han estado por siglos con la humanidad y lo seguirán estando. Unámonos al manejo responsable de estos para que sean un sinónimo de celebración, alegría y júbilo, y no el recuerdo de una tragedia.
En estas fechas recuerda cuidarte y cuidar a los que están contigo siendo responsable. Felices fiestas.
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