¡Exigimos que convoque el proyecto 25.240, señor presidente!
Mi historia, nuestra historia, quisiera contarla de una forma simple. Con el sentido de al menos, poder dar valor a mis palabras, para hacer comprender la gravedad tan severa en la que nos encontramos como sociedad costarricense.
Para entender un poco, mi hija nació el 26 de enero 2025. Finalmente, el día de su llegada. Mi embarazo, cursó sin ningún tipo de complejidad. Progreso gestacional saludable, sin complicaciones. La atención, la llevé tanto a nivel público como por privado con muy buen cuido y profesionalismo en ambos sectores. Pero la vida, siempre da su propio curso, con lo que uno ni siquiera se imagina. Lo que pensaba que sería un nacimiento sin complejidades, fue dando un giro cada vez más oscuro. Sin dar mucho detalle, porque no es este el fin de mi texto; simplemente en un momento de altísima gravedad que ni tan siquiera uno sabe realmente lo que está sucediendo, es donde más peso y relevancia se le debería dar a cada minuto de vida que pasa.
En nuestro caso, la atención primaria y durante sus primeros tres días de vida fue en un hospital privado, específicamente en la Unidad de Cuidados Intensivos. Con su debida atención y profesionalismo e incluso me atrevería decir, que con la voluntad de los especialistas que sacaron de su tiempo personal, para poder atender y comprender qué estaba pasando con nuestra bebé. Cuando ya hubo un escenario, decidimos hacer el traslado al Hospital Nacional de Niños. Porque sí, tenemos al mejor hospital pediátrico de la región y porque aún es opción poder tener la oportunidad de elegir, gracias al sistema de seguridad social que todos los y las costarricenses deberíamos de estar sumamente agradecidos. Fue ahí, donde se atendió de emergencia grave a nuestra bebé y en donde le salvaron la vida y no solo en su llegada, si no en sus siete cirugías que, durante 4 meses de internamiento y atención sumamente especializada, fueron realizadas.
Nuestra hermosa pequeña durante todo ese tiempo estuvo luchando con todas sus fuerzas, para poder sobrevivir. Porque así ella lo estaba decidiendo, pero sin duda alguna, habría sido imposible sin la atención médica y de enfermería especializada del más alto nivel de nuestro país. No existen las palabras, para poder agradecer todo lo que hicieron para ella. Y no solo eso, la capacidad de atención al detalle, para entender un escenario médico muy conservador en varios momentos de su internamiento y de igual forma, hacer todo lo posible, para que ella siguiera queriendo vivir.
Con ello, quiero decir lo siguiente: la salud, simplemente no tiene números, no tiene límites financieros, no tiene precio. Y justamente durante todo su internamiento fue clave nuestra presencia. Nuestro acompañamiento, el trabajo en equipo con enfermería, con las y los médicos especialistas. Para poder llevar en conjunto el mejor camino para nuestra hija.
¿Acaso señor Chaves, no entiende lo que le estoy queriendo decir? Las y los niños, en este caso, como el mío. Pero también adultos con enfermedades graves necesitan un enorme apoyo familiar para poder continuar con vida. Y no, esto no es solo decir “ay que lo cuide tal, que lo cuide tal otro”. No, esto significa estar para ellos, durante todo el día. Ser cabecera de que se cumplan los procesos de internamiento de la mejor manera; hacer equipo con el personal de salud, que simplemente no paran de trabajar durante todo el día; jornadas con horarios extenuantes, muchas veces con más de 24 horas de no dormir. Por eso, la persona o personas encargadas del paciente son quienes velan en apoyo y brazo en conjunto con el personal médico, para ser voz de quienes ya lo están dando todo por vivir.
Este subsidio, amparado por la Ley 7756, fue creado justamente para solventar los gastos, durante el período de cuido del paciente gravemente enfermo o en etapa terminal. En algunos casos, hasta una recuperación de la persona, en otros, hasta donde el paciente pueda vivir. Personalmente, en mi familia ya hemos vivido experiencias de pacientes en etapa terminal y déjeme decirle señor presidente, que no le deseo que tenga que vivirlo con personas muy cercanas a su vida, de quienes realmente le importen, porque al pueblo costarricense afectado por esta realidad, pareciera que no. Los gastos son altísimos, porque la vida continua en medio de una enfermedad grave. La comida para su familia sigue. Sus necesidades básicas diarias, también. Sus hijos menores de edad, que también cargan emocionalmente con la enfermedad de ese hermano, hermana, papá, mamá, abuelo necesitan comer, necesitan vivir. Y no solo eso, las deudas, el alquiler, la capacidad de resolver económicamente.
Las enfermedades graves no son recargos señor presidente, no son estorbos. Son familiares que nos necesitan y de la mejor manera posible. Y eso, estoy segura que usted tiene la capacidad de al menos entenderlo. Usted como representante máximo del país, debería de cumplir con su palabra. Usted les dijo a los ojos a las personas manifestantes el pasado 4 de noviembre “cuenten con mi palabra”. Y no lo está haciendo, porque no quiere. ¿Entonces con qué más nos ha engañado, nos va a seguir engañando?
Finalmente, gracias a dicha ley he podido estar con mi hija desde hace casi seis meses que salió del hospital. Poder estar para ella, sin perder mi empleo y velar por sus cuidados en casa. Porque este subsidio justamente ampara el no tener que renunciar laboralmente de forma inmediata, cuando la vida misma nos lleva a vivir estos capítulos de entereza, humanidad, humildad y sensatez. Eso mismo, le pido como ciudadana costarricense que aplique en su responsabilidad como presidente y lleve a sesión extraordinaria el proyecto 25.240. Está en usted, se lo están exigiendo las entidades públicas con fundamento legal y obligatoriedad constitucional, que ejecute.
Esto no debería ser un tema personal para usted, esto es por la sobrevivencia de más de 600 familias y sus impactos correspondientes. Este es su deber y su responsabilidad. Está en usted y en su conciencia, el continuar perpetuando el sufrimiento, frustración y tristeza profunda de este escenario tan cruel e inhumano.
Ninguna persona, debería estarle clamando a usted, el derecho al cuido, el derecho al amor con compasión y resiliencia; porque el derecho a la vida no puede ser interpretado de forma evasiva; debe traducirse en acciones concretas que permitan vivir con dignidad y no simplemente perder hasta lo más propio; la decencia.
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