Es fácil constatar que el arma política más importante en el gobierno de Rodrigo Chaves ha sido la desinformación, la mentira y la posverdad. No solo ha engañado a un amplio sector de la población, sino que ha sembrado un ambiente de duda con respecto a cualquier crítica válida.
La repetición de una narrativa, en donde los enemigos del pueblo son los Otros, ya fue usada por Joseph Goebbels (ministro de propaganda de la Alemania nazi). Hoy los gritos (en la parafernalia discursiva de Chaves) no pretenden mostrar hechos objetivos, sino influenciar una opinión pública a través de las emociones y creencias populares, como ocurrió en la Alemania nazi. Goebbels decía que “(L)a propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente.”
Esto mismo es lo que ha hecho Chaves a lo largo de más de tres años de gobierno, repetir que “las élites de siempre” y los grupos tradicionales frenan su gestión. Desacreditar medios, atacar instituciones, prometer sin respaldo, presentar cifras sesgadas, generar enemigos internos y externos. También, promover la idea de que él es el verdadero representante del pueblo y ahora ese pueblo, que no tiene ni ha tenido en nuestra “democracia” poder de decisión, cree tener un líder que verdaderamente lo representa.
Ahora, el nuevo caballo de batalla de Chaves es su mentira sobre la “mordaza” al Gobierno para publicar sus “logros”, pese a que la norma del Código Electoral (artículo 142) prohíbe usar recursos públicos para propaganda a partir del momento en que da inicio la campaña electoral. La ley reza claramente:
A partir del día siguiente a la convocatoria y hasta el propio día de las elecciones, el Poder Ejecutivo, la administración descentralizada y las empresas del Estado, no podrán difundir información relativa a su gestión ordinaria propia, salvo las de carácter eminentemente técnico que resulten indispensables e impostergables, por referirse a información relacionada con la prestación de servicios públicos esenciales. Las publicaciones contrarias a lo dispuesto aquí harán incurrir a los funcionarios responsables en el delito de desobediencia y beligerancia política”.
Sin embargo, un amplio sector de la población le sigue creyendo su narrativa y ve a Chaves como un gobernante ejecutivo; le glorifican su confrontatividad, lo que genera errores y exageraciones; empero, es verdad que muchas de sus críticas a estructuras tradicionales tienen fundamento y él se ha aprovechado para repetirlas hasta hacerlas parte de un imaginario, que no logra ver la narrativa engañosa detrás de ese discurso fuerte, usado como excusa para omitir, para mentir y no responder con datos.
La posverdad emanada del Ejecutivo representa un peligro serio para la sociedad costarricense porque la arroja hacia el vacío institucional, hacia la confrontación ciudadana, la violencia amparada en sus dinámicas autoritarias y populistas.
Una sector importante de la ciudadanía se cree las mentiras presidenciales: Chaves ha declarado mejorías en el país, con avances en seguridad, infraestructura o crecimiento del producto interno bruto (PIB), sin contrastar las verdaderas condiciones que distintos sectores experimentan, tales como problemas en educación, salud, entre muchos otros. Cuando hablamos del PIB, es importante saber que su incremento en general beneficia a los empresarios y grandes corporaciones, ya que suelen ver aumentos en sus ventas y valor de mercado. Los sectores como tecnología, finanzas, energía o construcción son los que más oportunidades de inversión y expansión experimentan con el crecimiento del PIB. Las clases medias y altas (de forma relativa) que tienen capital invertido (acciones, propiedades, negocios) suelen beneficiarse por el aumento de su valor, también tienen mayor acceso a empleos calificados, educación y oportunidades en sectores que pueden crecer con el PIB.
Por otra parte, con el incremento del PIB, el Gobierno (en términos fiscales) podría experimentar una mayor recaudación tributaria (toda vez que no haya tantos evasores fiscales, como ocurre en Costa Rica, con la venia de los Gobiernos de turno) y por lo tanto el Estado podría invertir más en infraestructura, salud, educación (solo si se administra bien). También el incremento del PIB mejora la percepción internacional del país, atrayendo inversión extranjera.
No obstante, es claro que, si el crecimiento económico no va acompañado de políticas de inclusión laboral, muchos sectores medios y todos los bajos, esto es, los más pobres, quedan fuera de sus beneficios. ¿Acaso percibieron una mejoría en sus vidas los y las trabajadoras informales o con empleos precarios con el cacareo del Ejecutivo sobre el crecimiento del PIB? Según datos del INEC, en el tercer trimestre de 2025, casi el 40% de la fuerza laboral en Costa Rica estaba en la informalidad.
Si Costa Rica tiene una población aproximada de 5.2 millones de personas y hay casi un millón en la informalidad (vendedores de tiliches, empanadas, motorizados llevando hamburguesas por Uber Eats, taxis piratas, vendedores de drogas al menudeo y todo lo que pueda imaginarse ¿cómo podemos pensar que estamos en el mejor de los mundos posibles? El presidente no solo nos miente, nos está arruinando, igual o peor que como lo hicieron todos los que critica con tanta vehemencia.
Ese crecimiento económico tampoco beneficia a los pequeños agricultores, emprendedores o comerciantes, solo favorece a las grandes empresas y desplaza a los pequeños actores del mercado. Tampoco el incremento del PIB favorece a las poblaciones marginadas y rurales porque no llega hasta sus zonas, donde hay pobreza estructural.
Nuestra ciudadanía más pobre no tiene acceso a seguridad social, salud, ni protección laboral. Entonces, la narrativa del presidente miente al pueblo y desde sus afirmaciones importa menos la factualidad que los sentimientos, es decir, lo que el pueblo desea escuchar y quiere creer.
No se percata ese pueblo de que las políticas neoliberales del Pachuco lo empobrecen hasta los tuétanos porque solo quiere escuchar que los partidos tradicionales le robaron hasta la conciencia.
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