El 3 de septiembre de 2017 el mundo fue testigo del último ensayo nuclear declarado oficialmente. Corea del Norte hizo explotar, de manera subterránea, una bomba de hidrógeno miniaturizada, cuya potencia superó los 50 kilotones, más de tres veces la devastación de Hiroshima. Desde entonces se habla de una calma aparente: una paz frágil, constantemente amenazada por tensiones entre potencias nucleares.

En 2025 nueve países poseen armas nucleares. Sin embargo, los estudios estratégicos advierten que al menos 25 naciones cuentan ya con las capacidades tecnológicas e industriales necesarias para iniciar, en el mediano plazo, sus propios programas de armas nucleares. Aunque no ha habido explosiones críticas desde 2017, esto no significa que las pruebas hayan cesado. Varios Estados continúan realizando ensayos subcríticos, que no alcanzan masa crítica, pero simulan la implosión necesaria para detonar una bomba de fisión. Incluso este año, China probó la mayor bomba de hidrógeno no nuclear jamás fabricada.

El riesgo de un retorno a los ensayos nucleares es real. La postura belicista de bloques militares, los discursos de autodefensa, las tensiones regionales y los intereses expansionistas dibujan un escenario preocupante. Por ello, cada 29 de agosto —desde 2010— la comunidad internacional conmemora el Día Internacional contra los Ensayos Nucleares, un llamado universal a la reflexión y a la acción.

Desde 1945 se han realizado más de dos mil pruebas nucleares en distintos entornos: subterráneos, submarinos, atmosféricos e incluso espaciales. Cada una dejó tras de sí contaminación radiactiva, destrucción ambiental y cicatrices geopolíticas. Pero más allá del daño inmediato, está la amenaza silenciosa y global del invierno nuclear, una consecuencia potencial de un conflicto nuclear a gran escala que afectaría a toda la humanidad.

Recordar este día no es un mero acto simbólico: es reafirmar la urgencia del desarme y la necesidad de preservar la paz. En un mundo que parece caminar sobre el filo de la confrontación, el clamor contra los ensayos nucleares es, al mismo tiempo, un clamor por la vida.

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