El ambientalista senegalés Baba Dioum dijo: «A fin de cuentas, sólo cuidamos lo que amamos, sólo amamos lo que entendemos y sólo entendemos aquello que se nos ha enseñado». La investigación científica es una de las principales vías para generar conocimiento. Sin conocimiento, no es posible enseñar, ni entender, mucho menos amar algo. En materia de protección ambiental, el conocimiento es indispensable.
Un ejemplo claro son los manglares. Durante años, se les consideró ambientes insalubres y, por lo tanto, prescindibles. Hoy, gracias a la investigación científica, se sabe que son ecosistemas vitales por su diversidad, porque funcionan como criaderos de especies comerciales como la corvina y el camarón, porque atraen turismo de naturaleza, y, porque ayudan a mitigar el cambio climático al capturar gases de efecto invernadero.
Muchos de los parques nacionales y de las reservas que hay en el país se crearon por su valor biológico, el cual venía respaldado por décadas de trabajo científico. Antes de 1970, se desconocía la existencia de arrecifes coralinos en Costa Rica. Hoy sabemos —principalmente por investigaciones del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (CIMAR) de la Universidad de Costa Rica— que están en ambas costas, así como en la Isla del Coco. Conocemos su biodiversidad, su estado de salud y lo cambios que han experimentado a lo largo del tiempo. Y, justamente, los datos recopilados han servido como guía para emitir regulaciones encaminadas a la conservación de estos ecosistemas y su biodeversidad, y a lograr un turismo responsable, tanto en arrecifes y manglares, como en la observación de ballenas y delfines.
¿Qué se sabía del «mar profundo» de Costa Rica antes de la década de 1990, cuando se iniciaron los primeros estudios? Prácticamente nada. En años recientes, sin embargo, expediciones multinacionales y multidisciplinarias han revelado la presencia, en nuestros mares, de sitios de emisión de metano poblados de una microbiota y una macrofauna extraordinarias, por no decir únicas. Además, se han explorado montes submarinos que hacen gala de una riqueza de especies fascinante, y en montículos situados a 3000 metros de profundidad se han observados criaderos de pulpos y ecosistemas realmente sorprendentes.
La investigación científica es uno de los grandes logros de Costa Rica, y se desarrolla principalmente en las universidades públicas. El conocimiento generado ha posicionado al país en los ámbitos globales de la ciencia, el turismo y la conservación. Es fundamental continuar por ese camino para asegurar un futuro mejor, tanto para el país como para el planeta. No la descuidemos.
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