El día 29 de Julio del 2025 el sur de la península rusa de Kamchatka fue sacudida por un sismo de Mw 8.8, a unos 18.2 km de profundidad bajo el lecho marino, lo que generó alertas ante el riesgo de tsunamis en la zona del Pacífico y provocó reacciones inmediatas en medios de comunicación, redes sociales y sectores técnico-científicos.

Este tipo de evento no es aislado y forma parte de una lista de más de 100 terremotos que han ocurrido en los últimos 120 años con magnitudes superiores a los Mw 8. Por ejemplo, el sismo de Kamchatka ocupa el sexto lugar entre los terremotos más fuertes registrados en la historia, por debajo de otros eventos sísmicos impresionantes como: el de Valdivia, Chile (1960, Mw 9.5), Alaska (1964, Mw 9.2), Indonesia (2004, Mw 9.1), Japón (2011, Mw 9.1) y otro sismo en la zona Kamchatka, Rusia en 1952 (Mw 9).

Dada la magnitud de estos eventos, es natural que surjan discusiones en torno a la probabilidad de que la energía liberada pueda incidir en otras regiones del planeta, así como comparaciones, hipótesis o proyecciones de lo que hubiera ocurrido si el mismo sismo se originara en un lugar distinto. Sin embargo, estas discusiones pueden verse fácilmente distorsionadas por el empleo incorrecto de frases o tecnicismos, tanto por parte de expertos como por los medios de comunicación, generando que el mensaje final que llega al público sea un mensaje alarmista y carente de rigor científico.

Por ejemplo, a pesar de que en Costa Rica se tomaron las medidas precautorias necesarias ante la alerta de tsunami, con el paso de las horas, la preocupación fue disminuyendo y poco a poco las poblaciones costeras fueron recuperando su cotidianidad, lo cual evidencia que la alerta cumplió su función preventiva. No obstante, algunos medios de información se valieron del estado de alerta, para fomentar discursos alarmistas que, en lugar de informar, generaron incertidumbre y sensacionalismo, comprometiendo la credibilidad científica del medio y de su expositor. La expansión de las redes sociales como canales predominantes de información para los jóvenes resalta, además, la urgencia de garantizar la claridad y rigor en la comunicación científica para evitar la desinformación.

Ante este panorama, es importante que los geocientíficos y geocientíficas del país logremos mantener el rigor técnico-científico y en la medida de lo posible, evitar caer en la narrativa alarmista y sensacionalista de algunos medios, que muchas veces distorsionan la opinión pública sobre la gestión integral del riesgo y la magnitud real de los eventos naturales.

La tarea no es simple ni inmediata, ya que requiere de un enfoque firme, preciso y paciente, donde también resulta necesario asumir un rol pedagógico para que la información sea clara y entendible, pues este tipo de comunicación contribuye a la formación de una ciudadanía bien informada, que pueda tomar las decisiones adecuadas ante eventos naturales, independientemente de su magnitud o alcance.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.