El mundo nuevo requiere soluciones nuevas. Pensemos en un escenario hipotético donde 1000 millones de personas pierden el empleo en los próximos 15 años, cuando la super-inteligencia artificial general (Super-AGI, en inglés) se haya convertido, en términos comparativos, al equivalente de lo que es hoy el intelecto humano comparado al de una mosca.

Lo que parecería una desgracia civilizacional podría convertirse en una oportunidad. En eso consiste la antifragilidad, en pensar en formas de robustecerse en la adversidad. Por ejemplo, habría que diferenciar el desempleo de la informalidad y del autoempleo. La inteligencia artificial está permitiendo la creación de empresas multimillonarias que son operadas por una única persona. A ellas se les denomina empresas unipersonales. ¿Surgirá pronto la primera empresa impersonal, sin ningún ser humano operándola?

Es crucial en este ejercicio de pensamiento ponernos en los zapatos de las personas necesitadas. Las condiciones de vida de muchas familias y muchas comunidades en muchas instituciones educativas ya no son conducentes para el bienestar. Sin bienestar es muy difícil desarrollar las destrezas necesarias para que florezcan seres humanos funcionales y libres dispuestos a contribuir como ciudadanos el robustecimiento de la nación desde su talento a través del empleo En la creación de nuevos emprendimientos.

Por eso es determinante atender con efectividad la condición de vulnerabilidad socioeconómica provocada por la inseguridad ciudadana y por una educación pública insuficiente que impulsa a muchos jóvenes a dedicarse a actividades que degradan el bien común y deterioran la paz social para todos los habitantes.

Habrá una cantidad de necesidades ilimitada de esos 1000 millones hipotéticos de personas desempleadas al 2040, y de todas las personas que, desde hoy, necesitan procurarse su sustento. Lo vital es alimento, bienenstar y convivencia. Luego, autorrealización y bioalfabetización para comprender su lugar en el ecosistema. Pero en muchos casos, el primer paso consistirá en superar adicciones que van en detrimento de su capacidad de gestión eficaz.

El marketing moderno que llevamos en el aparato de bolsillo realiza un bombardeo interminable de mensajes que condicionan muchas de las decisiones que tomamos. Nos induce a consumir de manera irracional, a pensar, a creer, a comportarnos de determinada manera, nos empuja en la cara modelos aspiracionales para cumplir con un patrón social que vende productos, imágenes, ideas, emociones, y que hoy consumimos de manera casi inconsciente.

La productividad cambió en un par de generaciones, pues ya no nos morimos unos pocos años después de pensionarnos, ni nos pensionados después de laborar 40 años para el mismo empleador, ni tenemos una única formación académica o de un oficio que perdura toda la vida. Hoy estamos en la era del aprendizaje continuo. Quien pare de aprender se queda rezagado.

A la vuelta del siglo XXI, no hablar inglés era un hándicap en el mercado laboral y las personas se lanzaban a aprender inglés. Hoy existen herramientas digitales que suplen esa carencia por medio de la interpretación simultánea entre múltiples idiomas.

Luego, ante la saturación del mercado digital estadounidense, el derrame natural en busca de oportunidades es hacia el mercado latinoamericano donde es muy difícil – tal vez imposible – operar con efectividad sin tener dominio pleno del idioma español. De ahí la importancia de hablar buen español aunque no se hable inglés, algo que educación pública enseña muy bien.

Es posible que la posición geográfica y las características culturales de Latinoamérica pudieran representar una oportunidad en un futuro cercano. Pensar con antifragilidad es imaginar al desempleo presente como los emprendedores del futuro.

Escuche el episodio 277 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Desempleo y antifragilidad”.

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Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.