La costumbre es una realidad que moldea las relaciones sociales. El ser humano tiene una especie de irónica aversión al cambio. Su vida transcurre añorando las posibilidades de cambiar su presente, pero cuando se enfrenta a ellas, huye. Detesta la posibilidad de asumir su presente, aunque anteriormente lo deseara con toda la fuerza de su vida.
En días recientes el presidente emitió su discurso ante la Asamblea Legislativa, como manda la Carta Magna. Su discurso fue la mejor epopeya a la continuidad. No mencionó logros en educación, salud, seguridad o cultura, sería sorprende que lo hiciera, pues tales no existen. Si algo hay que reconocer es que sabe delegar, pues más de la mitad del informe eran videos narrados por un subalterno. Él se limitó a realizar comentarios al pie de página, como si de un crítico artístico se tratara.
A las afueras del recinto legislativo, las figuras más cuestionadas de su mandato hacían alarde de metas fallidas. Desde la señora que afirma haber ocultado información pública porque “le dio la gana”, hasta los troles ya conocidos. Ningún personaje que no hayamos visto en la “teleparodia” de los miércoles.
Indudablemente es necesario cuestionar, ¿por qué siguen creyendo en él? No ha cambiado la estructura social, apostó por fragmentar el sistema y lo ha logrado. No existe indicio alguno que demuestre que mejoró la calidad de vida de los costarricenses, a excepción de sus amigos, claro está.
Esto habla más de nosotros como costarricenses que de él. Tenemos todas las patologías que Fromm destaca en su libro “Miedo a la libertad”. Estamos tan domesticados que nuestra propia autonomía nos da miedo. Le tenemos pavor a disentir, a ser inconformes, a ser responsables de nuestras elecciones.
Este sentimiento está tan arraigado que, evadimos nuestra propia libertad. No sometemos a una figura autoritaria, como lo es él, para evitar tener que tomar decisiones. Adoptamos ciegamente esos mensajes de odio, pues nos conformamos en ellos. Odiaríamos ese cambio, donde verdaderamente nuestra opinión y necesidades importen.
La epopeya a la continuidad es la mejor muestra de lo que vendrá en este año electoral, ya tan cercano. El ciudadano debe empoderarse, no con discursos vacíos ni haciendo alusión a supuestos poderes fácticos, sino con información. En sus manos tiene la capacidad de elegir a la persona que logre mejorar su presente y le asegure el futuro que le fue arrebatado. El costarricense debe perderle el miedo a tomar decisiones propias, si no hace tendremos un largo camino de continuidad.
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