El conflicto de Siria que tuvo sus inicios en el año 2011 durante el contexto de las revueltas árabes se transformó a lo largo de los casi catorce años de duración no solamente en un enfrentamiento militar, sino que también se transformó en el laboratorio de la propaganda mediática de organizaciones islamistas sin precedentes.

En la lucha por vender las diferentes narrativas, tanto a nivel interno como principalmente en el ámbito internacional se marcó por una complejidad de relaciones entre los actores del conflicto tanto a nivel gubernamental, incluyendo el papel de organizaciones no gubernamentales y organizaciones terroristas quienes han hecho uso de herramientas de información formal y alternativa para para manipular la opinión pública, conforme a sus intereses.

De acuerdo con el pensador Noam Chomsky los medios de comunicación se estructuran como aparatos ideológicos quienes favorecen los intereses del poder político y económico de lo que desean transmitir, con la intención de lograr manipular la opinión pública.

En Siria, esta teoría se ve enmarcada cuando medios occidentales como CNN, BBC, The Guardian entre otros, utilizaron la narrativa binaria de señalar a Bashar Al Assad como un dictador sanguinario y a los opositores al régimen como una especie de héroes contra las atrocidades del gobierno de Damasco, dejando de lado las complejidades del conflicto y la diversidad de actores implicados, incluso consumiendo la propaganda provista por medios tendenciosos de la región como Al Jazeera, Middle East Eye, etc., quienes también tienen una agenda ideológica muy marcada e islamizada.

No es tampoco algo que sea totalmente culpa de los medios occidentales al verse obligados a tener que consumir solo lo disponible en el terreno, ya que ante la imposibilidad de acceder de manera directa en los territorios en conflicto, se vieron obligados a depender de fuentes locales que solamente presentan una cara de la moneda, inclusive, ha sido común el uso del “periodismo ciudadano” en ocasiones conformados por ciudadanos de grupos opositores al régimen o favorables al régimen también.

Ante esta falta de rigurosidad a la hora de presentar la información, se ha favorecido el sesgo de confirmación y se ha reproducido una visión altamente reduccionista, llevando a ese “consenso manufacturado” mencionado por el propio Chomsky como un elemento de la manipulación mediática.

Debido a esta situación, se daría el caso de que mentiras repetidas constantemente en medio de una condición determinada podría ser mejor acogida entre poblaciones, denominado “principio de orquestación” en la doctrina nazi.

En este sentido, uno de los recursos más utilizados en el caso de los conflictos modernos es el uso de imágenes emocionalmente impactantes, como niños heridos, amputados o asesinados, así como mujeres llorando, escenas de desesperación, hospitales bajo condiciones caóticas, etc., lo cual se ha visto en el caso sirio con dos ejemplos explicados a continuación.

El primero, fue el caso de Omran Daqneesh quien apareció en fotografías sucio y lleno de polvo y se transformó en símbolo del sufrimiento sirio en Alepo desde el año 2011. O, por ejemplo, el caso del niño Aylan Kurdi, cuyo cuerpo apareció ahogado a las orillas de una playa turca y se utilizó para realizar fotografías impactantes al respecto.

Las imágenes, fueron reproducidas sin contexto, logrando fijarse en la mente de las personas como verdades incuestionables, cumpliendo la función propagandística de movilizar emocionalmente y construir una narrativa moralizante que estaría llamando la atención sobre una situación dolorosa, pero de una manera inducida y manipulada.

Incluso, basado en esta guerra de narrativas, se aplicaría lo que decía el estratega chino Sun Tzu “toda guerra se basa en el engaño”, por lo que la información es utilizada como un arma estratégica, y en la época actual mucho más en contextos de guerra irregular y en contextos de guerras de la información, escenarios que complementan los de violencia armada, sin que necesariamente los ganadores sean los mismos en todos los escenarios.

Ante esto, en el caso de la guerra siria, la información fue entendido por grupos como los opositores al régimen, los islamistas y hasta las ONG (en algunos casos politizadas), es tan crucial como ganar en el terreno militar.

De este modo se creó el modelo de “Noticias de último minuto” (Breaking News muy comunes hoy en inglés) sobre eventos sin confirmación independiente para generar reacciones inmediatas de la comunidad internacional y condenas, en algunos casos inspiradas en situaciones reales y críticas como las acusaciones de ataques químicos en regiones sirias donde las evidencias se siguen cuestionando hasta hoy.

Esto es un tipo de estrategia de guerra psicológica buscando presionar a la comunidad internacional para condenar al gobierno de Assad en ese momento.

También se mencionó el caso de los Cascos Blancos, quienes se consideraban “fuentes de información” sobre ataques del régimen de Assad o sus aliados rusos contra posiciones de rebeldes. Eran los primeros en socorrer en casos de bombardeos y en comunicar la cantidad de fallecidos o de heridos. Han sido acusados de manipular escenas y hacer propaganda, además de ser señalada por ambigüedad entre su labor humanitaria (neutral) y su papel como opositores a Assad.

De igual manera se ha criticado las acciones de Human Rights Watch y el Observatorio Sirio de DDHH localizado en Londres, señalados de compartir de manera acrítica la información proporcionada por los grupos opositores al gobierno de Bashar. Confirmando así la tesis de Chomsky que existe un elemento de interdependencia entre medios, ONGs y estructuras del poder.

La manipulación ha ido más allá, activistas, camarógrafos e incluso miembros de grupos armados fueron presentados como “periodistas asesinados por el régimen”, ampliando la percepción del régimen como brutal frente a la libertad de prensa, sin dejar de lado que eran participes de los enfrentamientos, y cuestionando su neutralidad.

La manipulación es una estrategia que se vincula a intereses de diferentes actores y sus políticas. Para los propios medios occidentales este uso de las narrativas sirve para vender su “información” a través del morbo y de la manipulación. Así, la narrativa precede a la acción, y la manipulación mediática sirve como antesala de decisiones políticas o militares.

Esta circunstancia cuestiona la responsabilidad ética de los medios, el papel de las ONGs y la necesidad urgente de desarrollar una ciudadanía crítica capaz de cuestionar las versiones hegemónicas, especialmente en contextos de guerra donde se manipulan como si se tratara de un espectáculo mediático.

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