Soy una persona a la que le gusta mucho reflexionar críticamente y opinar sobre la democracia y sobre los regímenes que tanto en la historia como en la actualidad han presentado fuertes tintes de autocracia y autoritarismo. En febrero, fue la primera vez en mi vida que con mis propios ojos he podido ver ello a un nivel muy avanzado. En este caso, estoy hablando de El Salvador, país que pude visitar para participar como Observadora Internacional del proceso electoral. Hablé directamente con los locales, visité un centro de votación en el departamento de San Martín, escuché perspectivas tanto de autoridades políticas como ciudadanos, y más impactante aún, me llevaron a escuchar en vivo y en directo el discurso de Nayib Bukele en el Palacio Nacional, y con todo y miedo, así lo hice.
Mientras oía sus palabras y tono agresivo, confrontativo y antidemocrático, frente a un público que lo aclamaba en todo sentido, no pude hacer más que entrar en shock e impacto, sintiéndome muy agradecida de vivir en un país como Costa Rica, donde a pesar que el autoritarismo de nuestro presidente Chaves se expresa, la institucionalidad democrática prevalece. Si bien reconoceré que la inseguridad en El Salvador de momento se ha visto reducida, dudo mucho que a largo plazo el “modelo Bukele” rinda y sea efectivo, y además pienso que no existe absolutamente nada que pueda justificar el desmantelamiento del Estado Social y Democrático de Derecho. A raíz de mi experiencia en esta nación, y a propósito de la visita de Bukele a Costa Rica, he deseado compartir un pequeño análisis de la figura autoritaria del mandatario salvadoreño, así como dejarle un mensaje, como persona que defiende los derechos humanos y habita esta tierra democrática.
Primeramente, hablemos de las cuestionables elecciones. Hablemos de quién y cómo se anunciaron los resultados. Fue Nayib Bukele quien lo dijo en sus redes sociales, sin que siquiera se hubiese anunciado el escrutinio oficial por parte del Tribunal Supremo Electoral ni se dijera el abstencionismo. ¿Es esto verdaderamente confiable? Para mí no lo es. De hecho, en un momento me pareció que ya la celebración del triunfo del presidente estaba pre-organizada. Pues, minutos después del anuncio de Bukele habían fuegos artificiales sonando por todo San Salvador. Mi pregunta es, si hay democracia, entonces, ¿por qué no se da una espera al anuncio oficial del Tribunal Supremo Electoral? ¿Por qué lo tiene que hacer un candidato y actual presidente?
Cuando se habla de democracia, no se alude solo al hecho de poder votar. Democracia es también las instituciones y sistemas de pesos y contrapesos que permiten un balance y distribución del poder para que no se acumule en un ente o persona. Y en El Salvador, me temo que eso está dejando de existir. Véase, por ejemplo, cuando se destituyó a los magistrados de la Sala de lo Constitucional. Esto irrumpió con la independencia de los poderes democráticos, y en este sentido, es fundamental saber que independientemente de si se esté o no de acuerdo con el criterio del Poder Judicial, el Poder Ejecutivo no debe meterse con él. Y sin embargo, hoy el Estado tiene y tendrá a Bukele de presidente, a nuevos magistrados favorables a él, y una Asamblea Legislativa con 58 de 60 diputados pro-Gobierno, siendo de esta forma prácticamente, y como lo dijo el mismo Bukele, un Estado de partido único. ¿Por qué es tan difícil ver el gran problema en ello? Es como si el poder estuviese concentrado en el Ejecutivo. Eso no es democrático, sino autocrático.
Ahora bien, aquí está lo interesante: es partido único, pero eso sucedió por voluntad popular. Aquí se abre lo que me gusta pensar como una paradoja, pues hay antidemocracia, pero al mismo tiempo, se eligió y aceptó esa antidemocracia. Sin embargo, lo que sucede definitivamente no es culpa del pueblo, sino de una persona con un enorme ego y complejo de salvador que se aprovecha de la vulnerabilidad de las personas que han vivido marcadas durante años por la guerra y la delincuencia, y por eso es obvio que exista un apoyo en gran medida a un mandatario que a corto plazo les ha resuelto una de las más grandes crisis, algo que entiendo. De hecho, muchos ciudadanos nos contaron historias desgarradoras que sus familias y amistades habían sufrido producto de las maras.
Por ello, pienso que incluso si algún día (algo que para mí es una gran posibilidad) El Salvador se convierte en una dictadura sólida y consolidada, no es algo que muchas personas salvadoreñas tomarán a mal. Precisamente, si vemos la historia, hay casos donde los regímenes autoritarios y dictatoriales tienen gran apoyo popular, por lo que esto no sería algo nuevo. De hecho, según indica el último reporte del Latinobarómetro, más y más personas están dejando de creer en la democracia y se inclinan más por regímenes autoritarios en nuestra región.
En este sentido, no sorprende la aceptación de Bukele. Él lo sabe, pues es una persona muy astuta, y por eso ha generado una campaña increíblemente mediática, propagandística y populista, girando en el culto a su personalidad, al punto de que, como me dijo un amigo salvadoreño, "ya no existe el populismo aquí en El Salvador. Ahora es tal que tiene su nombre: el bukelismo’’. Desde donde me hospedé, hasta los comercios, los mercados, el mismo aeropuerto, no había un lugar en el que no hubiese propaganda bukelista. El mismo día en el Palacio Nacional, incluso había drones que con su luz reflejaban su nombre en el cielo.
Sin embargo, hay otro elemento a analizar, y es el tema de la oposición. ‘’La oposición quedó pulverizada’’, escuché aquel día en el Palacio Nacional, y entonces me surgió un gran miedo por dentro. ¿Cómo se le puede llamar democracia a esto? En una democracia la oposición es muy necesaria, pues aunque se esté o no de acuerdo con ella, permite que exista el debate y el intercambio cívico de ideas. En mi caso, creo que sí existe la oposición en El Salvador, solo que no se deja mostrar, y eso es por la represión de la libertad de expresión y de prensa. Varios ciudadanos nos contaron que en El Salvador, opinar de Bukele en un espacio público no es una opción, pues puede traer problemas. La represión de este derecho es antidemocrática. A todo lo anterior, en mi opinión, El Salvador es un país donde la democracia no solo está en decadencia, sino que está pronta a desaparecer, e incluso, extinguirse.
Ahora bien, ¿por qué el Presidente Chaves invita a una figura contraria a la democracia? Porque, y como lo he dicho antes, Chaves es un autoritario. No es un dictador, pero no sería extraño llegar a pensar que es posible que ello esté entre sus sueños y ambiciones. No soy quién para asegurar qué piensa el presidente, por lo que no lo puedo afirmar, pero sí que soy una ciudadana que a partir de actitudes y conductas bravuconas y antidemocráticas manifestadas por el señor presidente, tiene todo su derecho a pensar que Rodrigo Chaves es un intento de dictador. Y digo intento, porque no lo lograría aún si intentara con todas sus fuerzas. No lo lograría porque aquí en Costa Rica tenemos un fuerte y sólido sistema democrático.
Es por esto que, en respeto a nuestro Estado Social y Democrático de Derecho, nuestra institucionalidad democrática, los derechos humanos y el pueblo democrático y cívico, quienes realmente creemos en la democracia, no debemos darle la bienvenida a Nayib Bukele, ni mucho menos ceder a las ambiciones autoritarias de Rodrigo Chaves. El pueblo costarricense debe hacerse escuchar mediante el diálogo en diversos espacios, y en todos los posibles, para hacerle saber a Bukele que en esta bella tierra del trabajo y la paz, los dictadores no son bienvenidos.
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