Se dice que la historia política se comporta como un péndulo. El triunfo de Trump en USA nos confirma el grave peligro de la tendencia mundial en lo que se refiere a la dirección hacia donde se dirigen las democracias liberales o representativas.
A la Gran Depresión de 1929 le siguieron años de pesimismo creciente. Era un gran golpe al capitalismo y a las instituciones democráticas. Su respuesta fue el surgimiento de los regímenes totalitarios (específicamente el nazismo y fascismo) a los que la población confió todas sus esperanzas, lo cual desembocó en uno de los períodos más crueles y duros de la historia de la humanidad.
La victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial, instauró un orden liberal internacional. La economía de mercado, con solidaridad social, inició unas décadas de crecimiento, desarrollo humano y las democracias recuperaron su prestigio y auge. Con la caída del imperio soviético y del comunismo en 1991 la democracia y la economía de mercado demostraron su superioridad. Aunque se pensó en la simplificación del esquema, imperfecciones del sistema democrático en algunos casos, corrupción en otros, crisis económicas que se acentuaron con la pandemia y sus efectos económicos y sociales, propició sentimientos de que las instituciones esenciales de las democracias (partidos políticos, parlamentos, gobiernos tradicionales, etc.) no estaban resolviendo sus problemas y que los sistemas democráticos provocaban desigualdad, exclusión e incertidumbre. Esto y el auge de las redes sociales que permiten una rápida y fácil manipulación de las masas, sobre todo las de menor preparación académica, era el caldo de cultivo que necesitaban los líderes populistas de corte autoritario para aprovecharse y hacerse del poder para el beneficio propio y de los suyos.
Guardando obviamente las particularidades de las épocas, el péndulo lleva al mundo, de forma peligrosa, a tiempos muy similares de los años 30: fortalecimiento de la extrema derecha y autoritarismo, polarizaciones donde destaca el odio al adversario político, el egoísmo, el odio racial y las esperanzas puestas en líderes autocráticos para resolver todos los problemas con desprecio a las democracias, nos lleva hoy a tiempos de un “neofascismo”.
El triunfo de Trump no hace más que demostrarnos este fortalecimiento a dicha peligrosa tendencia mundial. Por citar algunos, tenemos a Meloni en Italia, Milei en Argentina, Orbán en Hungría, Le Pen en Francia, Bolsonaro en Brasil, Abascal en España, Bukele en El Salvador y el propio Chaves en Costa Rica. Algunos dirán, es exageración, ya Trump fue presidente. Este Trump 2.0 es muy diferente al anterior. Sus ideas hoy son más radicales, a veces desquiciadas y peor aún, esta vez tiene toda la maquinaria a su favor para ponerlas en marcha. Paulatinamente ganó el control de la Corte de Justicia colocando una mayoría de jueces conservadores que son sus aliados; ganó el senado y muy probablemente ganará la Cámara de Representantes. En el Ejecutivo tendrá ahora un equipo y asesores más de extremistas y leales. Sin los pesos y contrapesos, nunca antes en la historia de Estados Unidos, su democracia ha estado en un punto tan crítico como ahora.
Para llegar al poder, Trump al igual que otros líderes de esta tendencia, siguen un libreto muy similar.
Tal y como Joseph Goebbels lo supo hacer para Hitler, la primer estrategia es repetir y repetir una mentira hasta convertirla en una realidad paralela que logra manipular a incautos. Hoy con las redes sociales este objetivo es mucho más fácil de conseguir. Por más absurda y cínica que sean las mentiras o teorías de conspiración, son aceptadas como válidas para quienes no tienen mayor capacidad de análisis o no están dispuestos a informarse con fuentes confiables. Quieren y necesitan tener su propia realidad a su medida. Vivimos en mundos construidos por algoritmos donde cada quien habita su propia verdad y rechaza vehementemente todo lo demás.
De esta forma, si usted se siente excluido por el sistema; se siente inseguro ante la migración; si se siente estancado económicamente; si usted hombre blanco se siente amenazado porque su raza fue dominante por siglos y dentro de unos años será desplazada por otros grupos que una vez fueron minoría; si usted latino que consiguió papeles se siente amenazado por otros compatriotas o de su grupo étnico que le pueden competir en su trabajo, van a creer todo lo que llega Trump a ofrecer, si esto significa suponer un cambio y/o esperanza y así difícilmente cuestionará si lo que dice es cierto o posible de alcanzar.
“Todo está mal y yo lo puedo arreglar”. Lo dijo Trump expresamente y es la misma consigna de los otros líderes populistas contemporáneos. Para reforzar este postulado mienten descaradamente y la mayoría lo compra porque lo necesita. Esta necesidad está por encima de que las democracias se pongan en altísimo riesgo. En el caso de Estados Unidos, no ha importado que se le ha dado los mayores poderes al presidente más autoritario y vanidoso que jamás hayan tenido; que se fomente el odio hacia el adversario político y las minorías; que su presidente electo vaya a ser el primer presidente condenado por los tribunales de justicia, incluyendo un intento de golpe de Estado, y que dicho sea de paso con su nueva presidencia logró la impunidad ante una serie extensa de graves acusaciones penales. Para él no era una elección más, era la Presidencia o la prisión.
Se presenta Trump ante los electores no solo como el único que puede salvar al país sino como un “outsider” de la política y de las “élites”. Se nos presenta como el empresario que puede arreglarlo todo porque al ser millonario ha sido exitoso, aunque se les olvida que a los 20 años recibió 400 millones de dólares de herencia y logró mantener su capital a partir de triquiñuelas y defraudación de impuestos. Bastó ponerse una gorra como un obrero para vender la idea de que es uno más de la clase trabajadora cuando en realidad está clarísimo que él es parte de esas élites contra las que dice luchará. Como en Costa Rica y otras partes del mundo, el líder y sus seguidores dirán que tiene a las élites contra la pared a pesar de que no esté haciendo nada al respecto y esté claro que es para él y otras élites para las que se trabaja. La reducción de impuestos que propone Trump sin duda favorecerá a los más millonarios y no llegará a las clases bajas, quienes más bien sentirán las afectaciones de lo que supone el agravamiento de la situación fiscal en la economía.
Muchas promesas hizo Trump en campaña pero a los votantes poco les importó que nunca profundizó en las formas de llevar a cabo sus propuestas. Algunas de ellas a nivel práctico son casi imposibles de cumplir y si lo logra, tendrán una grave afectación en la economía de USA y de otras regiones. La plata para los suyos será el eje de su línea de trabajo y no importa si para hacerlo se afecta al planeta. Su postura negacionista ante el cambio climático traerá gravísimos problemas en tiempos críticos. Muchos celebran esto como un triunfo contra los “progres” pero aquí el derrotado es el planeta, la naturaleza, la vida, nosotros y las futuras generaciones.
Se vendió al electorado como el hombre de paz, pero la paz que él predica es más bien una vía libre para las matanzas. No olvidemos que las dos grandes acciones militares estadounidenses sin sentido de este siglo (invasiones a Iraq y Afganistán) se dieron en gobiernos republicanos. No olvidemos que fue Trump en su anterior gestión quien se trajo abajo el acuerdo sobre armas nucleares con Irán lo cual vino a poner en riesgo a todo el planeta. Ahora nos dice que en 24 horas pondrá fin a la guerra de Ucrania. (Hará maravillas con el poder de un lapicero dirían por estos lares) ¿Cómo lo va a hacer? ¿Será que le entregará Ucrania a su amigo Putin para fortalecer a Rusia y sus ambiciones imperialistas?
De igual forma se vendió a su electorado como el hombre bueno, conservador que encarna y defiende la familia tradicional. El cinismo en su máxima expresión. Alguien que nunca fue religioso hasta que utilizó la religión para ascender en política ahora pone a la venta la Biblia marca Trump (no es exageración, puede buscarla en Google).
Sin duda, en Estados Unidos y el mundo, la religión fundamentalista facilita en gran medida que estos líderes populistas lleguen a la presidencia a cambio de algunas cuotas de poder. Sucede en Estados Unidos, sucede en Costa Rica, sucede en muchas partes. Las religiones, si bien tiene lado muy bueno y cumple un rol muy loable en las sociedades también ha sido durante siglos, un gran arma de manipulación. En tiempos actuales toma nuevas y peligrosas dimensiones. Trump, hombre religioso y de fe. Alguien condenado judicialmente por 34 cargos por haber comprado el silencio de una actriz porno con quien había mantenido relaciones sexuales para así poder llegar a la silla presidencial en 2016. Alguien que ha sostenido que los hombres de poder como él pueden tocar a las mujeres en sus partes íntimas. El más misógino y machista de los Presidentes de Estados Unidos. Aun así, la masa manipulada le compra la idea de que él es el elegido por Dios y como tal, se le perdona todo (también en rumbos más cercanos se dan fenómenos similares).
Aunque se haya querido hacerlo ver así y el sentimiento antinmigrante esté tan arraigado en muchos estadounidenses, los migrantes no son la causa de los problemas en la economía estadounidense o al menos no como sí lo ha sido la política que por décadas ha tenido el país desde la Guerra Fría en cuanto a financiar y participar en guerras que no eran suyas como si fueran la policía del planeta.
Del otro lado de la moneda, los demócratas son más responsables de la derrota que la virtud de Trump para el triunfo. Biden era incapaz de llevar a cabo otra carrera electoral y aun así se aferró a su puesto hasta que ya era inevitable. A muy pocos meses de las elecciones cedió su rol de candidato a Kamala. Ya era tarde para que las bases del partido escogieran candidato y ella fue simplemente designada. El que fuera mujer afroamericana y de ascendencia asiática era mucho para el sector tradicional conservador y machista de Estados Unidos. De igual forma el poco tiempo no fue suficiente para que Kamala se distanciara de errores de Biden y tampoco supo destacar que el costo de la vida ha bajado; que el desempleo está en niveles muy bajos, y la economía viene teniendo un grado de crecimiento robusto. Se dice que los demócratas perdieron esta elección, más que el triunfo que tuvieron los republicanos. Trump obtuvo la misma cantidad de votos de las elecciones anteriores, pero los demócratas no lograron convencer a más de 10 millones que sí votaron por ellos con Biden.
Pese a ello, con el triunfo de Trump, no ganaron los republicanos. Vendrán tiempos de ascenso del odio, del racismo, de restricción de libertades individuales sin un buen sistema de pesos y contrapesos. El dicho de Trump de que los latinos envenenan la sangre de los estadounidenses es fascismo puro. Aunque muchos no les importe, ya la historia ha demostrado lo mal que terminan siempre los gobiernos bajo líderes populistas con tendencias autócratas. Llegará el momento en que aquí y allá tocaremos fondo hasta darnos cuenta de que era la vía equivocada y el péndulo hará que volvamos a creer en las democracias. Con Trump y este de tipo de liderazgos no solo los demócratas pierden, perdemos todos (salvo estos líderes y su élites de apoyo). Algunos ya lo sabemos, otro necesitarán tiempo para darse cuenta. Ojalá para entonces, el drama humano, y los daños sociales y económicos en ese ínterin, no tenga la gravedad de otros tiempos de la humanidad.
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