Los indígenas Ngäbe no tenemos un territorio, pero sí somos una comunidad considerablemente grande asentada en Sixaola, en el distrito de Talamanca. Hace casi un año, una delegación de personas viajó a San José, donde el presidente ofrecía una conferencia de prensa por el Día Internacional de los Pueblos Indígenas. Nuestros compañeros se presentaron como indígenas Ngäbe, pero el presidente se burló, confundiéndonos con los Malekus. En esa ocasión, también se abordó la falta de acceso a internet, lo que nos impide llenar los formularios que supuestamente nos brindarían ayuda al ser declarados personas en situación de pobreza; muchos de nosotros no podemos realizar esos trámites por la falta de medios.
No quisiera ser amiga ni enemiga del gobierno, pero la situación actual es muy negativa. Varios compañeros han participado en mesas técnicas buscando soluciones para nuestra comunidad. Uno de los problemas principales que enfrentamos es el monocultivo de banano; muchos han perdido la vida trabajando allí, y hay numerosos enfermos debido a las condiciones laborales. La empresa está intentando despedir a los trabajadores sin ofrecerles ningún tipo de indemnización. Cuando despiden a nuestros compañeros, no tienen dónde vivir, y sus familias tampoco. No tenemos a dónde ir.
El Estado afirma que no tiene terrenos para otorgarnos, pero está talando árboles en Gandoca-Manzanillo y regalando ese Refugio de Vida Silvestre. Nosotros queremos tierra para vivir, no para ser explotada como lo hace el gobierno.
La mayoría de nosotros no posee tierra; algunos viven de alquiler, otros cuentan con menos de un metro cuadrado de terreno propio, pero la mayoría carecemos de un lugar donde vivir. Lo que queremos es que nos otorguen la tierra que por ancestralidad nos corresponde. Antes de la creación de los estados nación, nuestros ancestros ya cruzaban la cordillera y venían a Talamanca a compartir. Una de las cosas que nos unía era el cacao, que es una semilla sagrada para nosotros, y que nuestros antepasados compartían a pesar de no entenderse en el idioma.
Llevamos años trabajando como comunidad en Sixaola. Uno de nuestros principales retos ha sido la falta de acceso de nuestros compañeros al seguro social, ya que muchos solo portaban cédula panameña. Denunciamos esta situación en la Sala Constitucional, lo que obligó a la Caja Costarricense del Seguro Social a buscar mecanismos alternativos para que la población Ngäbe de Sixaola pudiera acceder a los servicios del Estado.
Otro desafío se presentó en 2020, durante el gobierno de Carlos Alvarado, cuando se trabajó en el tema de la consulta indígena para la aprobación de la Ley 9710, que nos reconoce como indígenas transfronterizos. Es importante no confundir "nómada" con esto; nosotros vamos y venimos durante las temporadas de cosecha. Nos reconocen como transfronterizos porque un grupo pequeño de compañeros debe venir a trabajar y estudiar a Costa Rica, pero regresan a su hogar en Panamá. El 65% de los de Sixaola viajan a Panamá por diversas razones, pero no vivimos allí, nuestra vida está en Costa Rica. Somos transfronterizos, en constante movimiento.
Para nosotras, como mujeres indígenas, llevar estas luchas es fundamental; somos madres, esposas y trabajadoras. Lo hacemos por nuestra comunidad, que nos respalda y nos llena de energía. En esta alianza de mujeres, comprendemos que no estamos solas, y eso me impulsa a seguir adelante. Si una de nosotras deja de luchar, no habrá quien continúe defendiendo los derechos de las mujeres indígenas y de las niñeces. Pocas mujeres indígenas están aprendiendo sobre sus derechos y los de la comunidad. No tenemos territorio, ese es nuestro principal problema, pero enseñamos a nuestras hijas e hijos nuestro idioma y nuestras costumbres, a no avergonzarse de ser indígenas y a que las niñas tienen derecho a decidir por sí mismas.
En este contexto, Sixaola ha buscado visibilizarse ante el mundo exterior, y las universidades han jugado un papel importante en este proceso, ya que sus estudiantes nos han ayudado a entender que tenemos derechos y cómo reclamarlos; estas herramientas son muy útiles. En 2017, un profesor llevó a un grupo de estudiantes de la UCR a trabajar con nosotros para identificar nuestras problemáticas y abordarlas según nuestras prioridades. Sin embargo, que nosotras vengamos aquí a hablar no es suficiente; ustedes deben ir a la comunidad a ver los problemas que enfrentamos. No vayan solo a investigar, sino a trabajar junto a nosotros.
*Ponencia realizada en las Jornadas de la Facultad de Ciencias Sociales en el panel “Diálogos con mujeres defensoras territoriales en el contexto actual de autoritarismos”, 10-9-24, apoyado por los proyectos Geografía y Diálogo de Saberes (ED-3526) y Pueblos Originarios y Universidades (ED-3622).
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