El presidente Chaves ya tiró la toalla. Tiene claro que no pudo. Y parece que ni siquiera lo intentará. Sus decisiones y conducta reciente dejan clara la ruta a seguir: guerra sin cuartel contra la oposición, la prensa, las instituciones y la larga lista de sectores, organizaciones, y personas que odia. Más bronca, menos soluciones.

La educación la dejó en manos de la Asamblea Legislativa. La seguridad también. Las reformas en materia de control y contratación pública se las quiere pasar al pueblo (si los guardianes de la ley lo dejan). La cultura a su amigo. La salud al garete. El ambiente en crisis. Arroz, medicinas, tren eléctrico, Caldera, Crucitas y muchos otros transitan por la calle de la amargura.

Terminará la obra pública que empezó el gobierno anterior. Intentará bajar la deuda (con las herramientas heredadas de la legislatura pasada). La economía crecerá, de la mano de la inversión extranjera. El empleo aumentará muy poco y el salario real decrecerá. La pobreza seguirá estancada, en parte por la contracción de la inversión social. Récord de homicidios. Polarización sin precedentes. Más personas en listas de espera. Peor educación. Más desigualdad. Así terminará, con más pena que gloria.

¿Por qué no pudo? Porque la popularidad no es sinónimo de poder. Puede haber popularidad sin logros importantes (como lo ha demostrado Chaves). Pero no puede haber logros importantes sin poder.

Chaves usará lo que queda del gobierno para maximizar la popularidad. Y en 2026 irán a las urnas para canjearla por poder. La meta es clara: 38 votos. Posiblemente mediante una alianza parlamentaria chavista integrada por un nuevo taxi, Unidos Podemos, Nueva República, y si se descuidan los del PUSC, hasta con parte de su futura fracción.

¿Para qué? ¿Para una constituyente? ¿Para fundar la Tercera República? Posiblemente quiera la reelección. Así podría regresar en el 2030 a estrenar la nueva constitución. O quizás le ceda la bronca a algún heredero(a). Hay reformas necesarias, el riesgo es hacerlas con el hígado y sin diálogo.

¿Qué hará la oposición y los sectores que lo adversan? Más de lo mismo no funciona. La defensa del estatus quo es un grave error. Se interpreta, con razón, como la defensa de la corrupción, los privilegios, y la ineficiencia. Sin una mejor y más convincente receta para curar Costa Rica, el chavismo impondrá su medicina.

Será una batalla por el corazón y la confianza del pueblo. El chavismo apelará a la siembra de odio que tan buena cosecha le ha dado. La alternativa debe ser un movimiento de luz, capaz de encender el optimismo, la alegría, y el entusiasmo. Un movimiento con líderes e ideas inspiradoras que motiven a votar con esperanza.

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