En 2019, me reuní con Reid Hoffman, el fundador de LinkedIn, en Singapur. En ese momento, su patrimonio neto superaba los 3 mil millones de dólares. Mi objetivo era convencerlo de unirse a la junta de inversiones de mi empresa y discutir la oportunidad de usar la Inteligencia Artificial (IA) para ayudar a los agricultores, las comunidades vulnerables y los pueblos indígenas a lograr una producción sostenible de mariscos.

Le expliqué a Hoffman los tres principales desafíos que requerían un enfoque multidisciplinario que involucrara la IA. Desafortunadamente, después de cinco años, estos desafíos aún persisten: el cambio climático y los cambios ambientales, la brecha de conocimiento y la falta de expertos, y la falta de recursos financieros. Poco impresionado por el océano, los peces o mi barba, Hoffman concluyó la reunión en 20 minutos y recibí un correo electrónico de rechazo al final del mismo día.

En 2024, el Hoffman mencionó que “para el año 2034, los trabajos de 9 a 5 podrían ser reliquias del pasado, reemplazados por una fuerza laboral dinámica impulsada por la IA”. Continuó diciendo:

La IA ya está, y continuará siendo, incorporada en restaurantes y hospitalidad. Pero la experiencia de compartir una comida juntos—el elemento más humano e importante—seguirá siendo primordial.”

Incierto sobre cómo y quién puede producir el trigo o el maíz o cualquier otro tipo de cultivos para ese pan que compartiremos en un restaurante impulsado por IA, aprovecho esta oportunidad para presentar mis contraargumentos utilizando el océano de nuestro planeta como ejemplo, de por qué es crucial dirigir la IA hacia la salvación de la humanidad, la conservación de recursos y el cierre de la brecha del conocimiento en lugar de gastar millones en capacitar fuerzas laborales impulsadas por IA.

Si bien la IA tiene el potencial de revolucionar varias industrias, incluidas la acuicultura y la pesca, su aplicación debe estar guiada por una visión clara de sostenibilidad y bienestar humano. Los desafíos que enfrentamos—cambio climático, degradación ambiental y brechas de conocimiento—no pueden resolverse solo con tecnología. Necesitamos un enfoque holístico y multidisciplinario que combine la IA con la experiencia humana y el conocimiento local para crear sistemas resilientes y sostenibles.

Por ejemplo, la IA puede ayudar a monitorear las temperaturas del océano, predecir floraciones algales nocivas y optimizar las prácticas de gestión pesquera, abordando así algunos de los impactos del cambio climático en el ecosistema marino. Sin embargo, sin los recursos financieros necesarios y la orientación experta, estas tecnologías no pueden llegar a las comunidades costeras que dependen de la producción sostenible de mariscos. Por lo tanto, la inversión en IA debe ir acompañada de esfuerzos para desarrollar capacidades, proporcionar educación y garantizar el acceso equitativo a la tecnología.

Además, centrarse únicamente en desarrollar una fuerza laboral impulsada por IA corre el riesgo de descuidar los contextos sociales y ambientales más amplios en los que operan estas tecnologías. Debemos considerar quién se beneficia de estos avances y asegurarnos de que contribuyan al bien común. Al priorizar aplicaciones de IA que aborden desafíos críticos como la conservación del océano, las prácticas de pesca sostenible y la resiliencia climática, podemos aprovechar el poder de la tecnología para crear un futuro mejor para todos.

Por ejemplo, la IA puede usarse para desarrollar sistemas que rastreen actividades de pesca ilegal, protejan especies marinas en peligro y gestionen áreas marinas protegidas de manera más efectiva. Estas aplicaciones no solo ayudan a conservar la biodiversidad marina, sino que también apoyan los medios de vida de quienes dependen del océano para su sustento. Al integrar la IA con el conocimiento y las prácticas tradicionales, podemos mejorar la sostenibilidad y la resiliencia del ecosistema marino.

En conclusión, si bien la visión de un futuro impulsado por IA es convincente, debemos mantenernos conscientes de los problemas urgentes que demandan nuestra atención inmediata. Dirigir la IA hacia objetivos sostenibles y humanitarios no solo ayudará a cerrar la brecha del conocimiento y conservar recursos, sino que también garantizará que los avances tecnológicos beneficien a la sociedad en su conjunto. Al hacer inversiones reflexivas en IA, podemos allanar el camino hacia un mundo más equitativo y sostenible, particularmente para las comunidades que dependen de nuestro océano.

El autor es costarricense-iraní, científico ambiental especializado en acuacultura y pesca. Colabora con organizaciones internacionales para implementar prácticas sostenibles en agua, suelo, acuicultura y pesca en todo el mundo.

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