Recientemente, Costa Rica se vio sacudida por un incidente perturbador: un grupo de estudiantes utilizó inteligencia artificial (IA) para generar imágenes manipuladas de compañeras desnudas. Este hecho, que ha generado indignación y preocupación, pone de manifiesto la urgente necesidad de abordar de manera seria y responsable el uso de la tecnología en el ámbito educativo.

La integración de tecnologías digitales en la educación no es una novedad. Desde hace años, hemos hablado sobre cómo estas herramientas pueden mejorar la enseñanza y personalizar el aprendizaje. Sin embargo, la realidad es que hemos postergado esta conversación, relegándola a ambientes especializados, desconectados del día a día de nuestros centros educativos. Este rezago tiene consecuencias graves, como lo demuestra el incidente reciente.

Es fundamental que comprendamos que la tecnología, especialmente la IA, no es neutral. Su impacto depende directamente de cómo la utilicemos y de las competencias que desarrollemos para su manejo. Aquí surge una responsabilidad crucial para todos los actores educativos: docentes, personal administrativo, personas encargadas de familia, estudiantes y la comunidad en general. Todos debemos adquirir un dominio profundo de estas herramientas. No basta con conocer su funcionamiento básico; es necesario analizar las implicaciones éticas, sociales y culturales de su uso, y estar preparados para guiar a las personas jóvenes en su correcta aplicación.

Para lograr esto, la educación mediada con tecnologías debe ser una prioridad en la agenda pública. El diseño de políticas educativas debe incorporar de manera efectiva la formación en IA y otras tecnologías emergentes, asegurando que todos los actores involucrados estén capacitados para enfrentar los desafíos y aprovechar las oportunidades que estas herramientas ofrecen. Es hora de dejar de lado la improvisación y avanzar hacia una educación prospectiva que considere las tendencias globales y prepare a nuestros estudiantes para un futuro complejo e interconectado.

Para asegurar un futuro donde la tecnología se utilice de manera ética y constructiva, la capacitación continua y escalada de las personas educadoras es esencial. Solo a través de una formación sólida y actualizada podemos garantizar que estas herramientas sean empleadas para construir una sociedad más justa y preparada para los desafíos del futuro. La tarea es urgente y requiere un esfuerzo conjunto e inmediato; es un compromiso que no admite más demoras.

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