La educación en la era de la inteligencia asistida está convirtiendo el desarrollo del talento en una especie de carrusel donde cada persona sube y baja a su gusto y se ubica en el lugar que más le convenga por el tiempo que desee. Esta analogía nos sirve para ejemplificar lo que sucede con el uso de herramientas de inteligencia artificial (IA) cuando las empleamos desde la curiosidad con propósito de aprendizaje.

Al respecto, los fines justifican los medios: la intención de vincularse con estas poderosas herramientas con el objetivo de desarrollar capacidades intelectuales y analíticas podría significar que este es el más efectivo uso del tiempo para la estimulación del aprendizaje que jamás haya visto la humanidad. Ello implicaría, por ejemplo, enfocarse en las diferencias entre información, conocimiento y sabiduría.

Si lo que nos interesa encontrar es información, quizás cualquier buscador en internet satisface ese objetivo del mismo modo que ha sucedido durante el transcurso de este siglo gracias a la enorme ventaja tecnológica que ha significado Google en nuestras vidas. Mientras que si lo que buscamos es conocimiento procesado de manera comprensible, quizás alguna de las múltiples herramientas de IA que proliferan sería útil. De igual forma sería, si quisiéramos crear nuevo conocimiento a partir de la combinación de ideas. Hemos llegado al momento en que las ideas no tienen dueño. Puedo combinar las ideas de los grandes pensadores de la historia y producir ideas nuevas. ¿Son mías? Pues, en realidad, la pregunta importa poco.

Ahora bien, si la necesidad es adquirir sabiduría, es posible que ninguna herramienta tecnológica que conocemos nos permita lograrlo. Sabiduría es, muchas veces, el resultado del paso de mucho tiempo, navegando entre la prueba y el error, generando un tipo de aprendizaje que es más vivencial y producto de la experiencia vivida. No descartaremos otras formas de adquirir sabiduría, como estados alterados de conciencia producidos por una amplia variedad de estímulos. De eso podremos hablar en otro momento.

Las reglas y los métodos cambiaron de la noche a la mañana. La oportunidad que representa a título individual apalancar las nuevas herramientas digitales para acelerar nuestra adquisición de conocimiento es más importante, valiosa y accesible que la posibilidad de ir a cualquier universidad del mundo. Este potencial debemos dimensionarlo mayor a todas las universidades del mundo juntas. Un año de desarrollo sistemático de conocimiento utilizando la IA para una persona rigurosa, diligente, curiosa y ordenada, es una oportunidad para convertirse en la mejor versión de sí misma que pueda imaginar.

Es por ello que se considera a la IA como el gran nivelador de la cancha entre emprendedores, profesionales, estudiantes y aprendices de cualquier oficio o técnica. No hay que perder de vista que un tercio de la población mundial – unos 2600 millones de personas – aún no tienen acceso a conectividad digital para la navegación en internet. La brecha digital y socioeconómica entre las personas que utilicen IA y las que no, se ensanchará de manera exponencial en los próximos meses y años.

A manera de corolario, es más pertinente que nunca preguntarse para qué queremos aprender. Eso nos posicionará de manera más adecuada a la hora de dedicar nuestro tiempo – el más valioso de nuestros recursos – en la experimentación curiosa de las herramientas de transformación digital que hoy tenemos al alcance de los dedos dentro del bolsillo.

Escuche el episodio 209 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Carrusel de talento”.

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Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.