Por Abxel Vallecillo Chavarría - Estudiante de la carrera de Ingeniería Química Industrial
Tecnología, alimentos, electricidad, industrias dedicadas a la producción de lo que se encuentra a nuestro alrededor, urbanización, hasta un correo electrónico en nuestra bandeja de entrada, todo se reduce a una sola palabra: contaminación. El problema inminente desde tiempos inmemorables que ha venido en aumento exponencial desde la primera revolución industrial y ahora se ha convertido en el mayor enemigo del planeta y del ser humano. Esta contaminación se presenta de muchas maneras, sin embargo, los desechos sólidos son una de las variantes que más preocupa a la población mundial.
La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (United States Environmental Protection Agency, 2020) confirma que en el año 2018 se generaron alrededor de 146 millones de toneladas de desechos sólidos, tales como residuos de comida, plástico, papel, caucho y textiles. Además, se espera que para el año 2050 los desechos aumenten en un 70% si no se adoptan medidas urgentes para disminuir los desechos a nivel mundial (Banco Mundial, 2018). Todos estos desechos tienen diferentes destinos que comúnmente terminan en rellenos sanitarios, lo cual se convierte en una gran problemática debido a su gran magnitud e impacto en los suelos del planeta.
El relleno sanitario es, a grandes rasgos, un método que se utiliza para la disposición final de los residuos sólidos y consiste en depositar en el suelo estos materiales, cubrirlos con una capa de tierra y compactar el material (Umaña, 2018). Lo que sucede con estos desechos compactados es que se descomponen, generan gases de efecto invernadero y diversas sustancias, por lo que el control de los líquidos y lixiviados es primordial para el buen manejo de residuos en estos depósitos. Estos productos secundarios de los rellenos sanitarios representan un gran problema de contaminación de aguas subterráneas, ya que los lixiviados están compuestos por un alto porcentaje de agentes contaminantes y pueden llegar a extenderse hasta un kilómetro de profundidad por los suelos, y al primer contacto con aguas subterráneas pueden llegar a afectar mayormente los pozos de agua potable por lo que precisan de un tratamiento adecuado para mitigar su impacto en el medio ambiente (Propp et al., 2020).
El lixiviado se produce cuando la humedad ingresa a la basura en un relleno sanitario o en un vertedero abierto, extrae los contaminantes a la fase líquida y produce un contenido de humedad lo suficientemente alto como para iniciar el líquido (Rajoo et al., 2020). A pesar de que estos lixiviados representan una gran problemática para el medio ambiente, se han llevado a cabo ciertos métodos para el tratamiento de estos, por ejemplo, en China, para reducir la contaminación por lixiviados y acelerar la estabilización de los residuos sólidos, se desarrolló un sistema de biorreactores anaeróbicos que funcionan con los rellenos sanitarios, esto con la finalidad de fortalecer la actividad microbiana mediante la recirculación de lixiviados (Gu et al., 2020).
Por otra parte, identificando la problemática de contaminación por lixiviados a nivel nacional, se dice que, en Costa Rica, un 94 % de los desechos sólidos terminan en rellenos sanitarios, vertederos controlados o botaderos a cielo abierto y muchas veces no se da un buen tratamiento de residuos, lo que representa graves consecuencias para un país lleno de acuíferos (Umaña, 2018). Por ello, aplicaciones como biorreactores anaeróbicos podrían brindar un aprovechamiento bastante ventajoso para el país ya que permite diversificar métodos para la reducción de emisiones, generación de fuentes renovables de energía y aumentar la tasa de empleo, consecuentemente se genera un aprovechamiento de lixiviados de los rellenos sanitarios.