Los costarricenses vivimos ignorando la crisis de los residuos: se agotan los rellenos sanitarios, se procesan los residuos con métodos inefectivos y el ritmo al que se generan aumenta. Ante esta problemática, la discusión sobre la ubicación de los rellenos sanitarios es inútil y, por el contrario, amplía el problema, cuando lo que se require es un abordaje integral que dote de efectividad a la normativa existente.

Primero, lo principal es la generación. Hace más de una década se ha predicho esta crisis, sin embargo, no se le ha dado atención suficiente. Mientras disminuyen los espacios para ocultar nuestros residuos, es evidente que su generación se ha intensificado. Según datos del Ministerio de Salud y la Contraloría General de la República, la producción de residuos ordinarios fue de 1.462.397 toneladas en 2018, 1.343.608 toneladas en 2019, 1.459.288 toneladas en 2020, 1.618.533 toneladas en 2021 y 1.615.777 toneladas en 2022. Reflejo de esta tendencia, el relleno Aczarrí, actualmente el único en la GAM, inició el 2024 con una vida útil de 11 años y finalizó con 3.5 años restantes.

Aunado a ello, los esfuerzos gubernamentales enfocados en la separación de residuos han sido insuficientes, omitiendo que el principal problema es el aumento en la generación de desechos. Cabe añadir, que la triste realidad es que no todos los materiales (incluido el plástico) son infinitamente reciclables y el producto de ese aprovechamiento tampoco es reincorporado completamente en nuestra economía.

Mentalidad y normativa. La crisis de los residuos refleja una inaplicación normativa que, de lo contrario, podría haber evitado el estado actual de la problemática. Desde hace catorce años el país cuenta con legislación con un paradigma muy distinto al de su implementación. Esa discrepancia tiene mucho que ver con la mentalidad intrínseca en la relación de los seres humanos con el mundo material. Vivimos en una sociedad de desecho donde nos enfocamos en ocultar los desechos antes que evitarlos o procesarlos adecuamente.

La ley para la gestión integral de residuos dispone reiteradamente una escala jerárquica que orienta su aplicación. Sus objetivos, principios y disposiciones expresamente detallan que la gestión de residuos es jerarquizada (artículos 2, 4 y 5). Con ello, no queda duda que la legislación establece un enfoque preventivo. En ese sentido, las autoridades deben primero concentrarse en evitar los desechos y, de no ser posible, reducirlos. Si se han generado, se deben aprovechar al máximo (reutilizarlos) o, si resulta inevitable, revalorizarlos. Y en última instancia, se debe dar a los residuos una disposición final apropiada. Nótese que, contradictoriamente, el reciclaje y la disposición en rellenos sanitarios deberían ser las últimas opciones a implementar, pero son las más utilizadas y promovidas por las autoridades.

Enterrar los residuos solo oculta el problema. En ese contexto, cabe considerar que los rellenos sanitarios no procesan los materiales acorde a su particular naturaleza, simplemente los ocultan. El 50% de los residuos son orgánicos y, al quedar atrapados entre bolsas plásticas, intensifican las afectaciones emitiendo gas metano. Por el contrario, con un tratamiento adecuado dichos materiales serían eliminados en cuestion de meses y evitarían un gasto económico innecesario a los gobiernos locales. Es decir, actualmente, desperdiciamos el erario público e ignoramos una posible solución para la mitad de la crisis.

Aunado a ello, se debe considerar que explotando rellenos sanitarios en Osa, Miramar o Pococí esas comunidades sufren los efectos ambientales negativos consecuencia de la generación desmedida de otros. ¿Es razonable que los menores generadores asuman los desechos de los mayores generadores, cuando incluso esa no sea una solución? ¿Se genera un riesgo a la salud de esas comunidades desproporcionalmente?

Más allá de estos cuestionamientos, reitero, son urgentes políticas integrales y efectivas, con un enfoque preventivo acorde a la jerarquía vigente. Centrar la discusión en un cambio de mando o ubicación es inútil si no se prioriza la prevención y reducción de residuos. Carecemos de normas efectivas que eviten la generación de residuos desde su origen, considerando aspectos como el diseño, embalaje, durabilidad, separabilidad y disposición final de los productos. Es imperativo promover un cambio de mentalidad en todos los miembros de la sociedad.  La crisis de los residuos es una crisis de salud pública y ambiental, por lo que es ingenuo apostar exclusivamente a la voluntad individual para atenderla. Todos somos responsables, pero quienes nos guían aún más.

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