En mi columna anterior les comenté sobre la crisis de la resistencia antimicrobiana, cubrimos su raíz biológica, su seriedad, y cómo podemos aportar como individuos al mejor manejo de esta crisis. En esta columna les quiero hablar sobre una de las terapias alternativas para tratar infecciones bacterianas: la fagoterapia (o “phage therapy” en inglés).

La fagoterapia se define como el uso de fagos para tratar infecciones bacterianas. ¿Y qué diablos es un fago? Un fago o bacteriófago es un virus que infecta exclusivamente a células bacterianas, es decir no puede infectar células humanas.

Ilustración 1. Foto tomada con microscopio electrónico de transmisión. Fago Roth26, virus de la bacteria Klebsiella pneumoniae.

Los fagos tienden a ser bastante específicos para su huésped, muchas veces esta especificidad alcanza hasta el nivel de especies y a veces incluso hasta el tipo específico de la especie. Por ejemplo, un fago que reconozca los receptores exteriores de la bacteria Eschericia coli, probablemente no sea capaz de reconocerlos en la bacteria Klebsiella pneumoniae y por lo tanto no es efectivo contra esta especie. Como pueden notar en la ilustración 1 los fagos tienen unos “tentáculos” largos que son utilizados para reconocer a su huésped y atarse a este. Una vez adheridos estos inyectan su ADN (o ARN) dentro de la bacteria y utilizan la maquinaria celular de la bacteria para reproducirse. Al producir suficientes viriones progenie (término científico para definir las células virales infecciosas en este caso “hijas” del fago original) la célula microbiana se rompe y muere liberando los viriones al ambiente exterior para continuar el ciclo reproductivo en otros huéspedes. Este acto de liberación de progenie causa la muerte de la bacteria, y este resultado de la interacción fago-bacteria es lo que se desea explotar para combatir las infecciones bacterianas mediante la fagoterapia, siempre y cuando sea el fago correcto contra la bacteria correcta.

La fagoterapia no es algo nuevo, tan pronto fueron descubiertos los fagos en 1915 fueron puestos a prueba para tratar infecciones en 1919. En el primer reportaje en que se documenta el uso de fagos se indica su uso para tratar cuatro casos pediátricos de disentería. Posteriormente fueron utilizados para tratar también casos de cólera, peste bubónica y otras infecciones con resultados mixtos —algunos exitosos, otros no tanto—, sin embargo, cabe mencionar que en ese entonces no se comprendían completamente las interacciones entre fago-bacteria y fago-humano.  Poco después se descubrieron los antibióticos y estos se convirtieron en el fármaco de preferencia por su efectividad y su uso más amplio (su especificidad no es tan estricta como la de los fagos).

En la antigua Unión Soviética se continuó investigando y utilizando la fagoterapia y fue allí donde se creó el primer Instituto de bacteriófagos en Tbilisi, Georgia por el denominado “padre” de la fagoterapia, Felix d'Herelle y sus colegas. Este sigue existiendo hoy en día (Eliava Institute of Bacteriophage, Microbiology & Virology, ELIAVA) y debido a su experiencia en el uso de la fagoterapia personas alrededor del mundo viajan a esta institución para recibir el tratamiento. En Rusia también se distribuyen y aplican fagos comúnmente.

Todos los estudios y reportes documentados después de 1920 han servido para convalidar la seguridad y efectividad del uso de la fagoterapia. Esto junto con la crisis de la resistencia antimicrobiana han impulsado la reevaluación de la fagoterapia en el occidente. ¿Por qué no estamos utilizando a mayor escala actualmente? El caso es que queda mucho por investigar, regular y aclarar. En muchos países no existen regulaciones vigentes para la producción, distribución y aplicación estandarizada de fagos, por lo que su uso es únicamente aprobado para uso compasivo en caso de que no se cuente con otras terapias efectivas. Aunque en países como el Reino Unido, Canadá, Estados Unidos, Australia y algunos miembros de la Unión Europea, se mantiene un diálogo constante entre médicos, políticos y microbiólogos para establecer dichas regulaciones y también ya existen varios institutos en diferentes países dedicados a la investigación y aplicación de la fagoterapia, aunque siempre clasificándolo como un tratamiento experimental. Por ejemplo, en Polonia (Hirszfeld Institute of Immunology and Experimental Therapy), en Bélgica (Queen Astrid military hospital), estos dos con más años de experiencia, y más recientemente institutos en Australia (Phage Australia), Canadá (Phage Canada) y varios en Estados Unidos, muchos en la modalidad de start-ups. También se están realizando cada día más estudios clínicos para determinar las concentraciones de fagos necesarios, cuántos tipos de fagos se deben incluir en el “cóctel”, el modo de aplicación, la duración del tratamiento, etc.

Un caso del uso de la fagoterapia como terapia experimental que fue muy exitoso (de varios documentados) y muy relevante en popularizar la fagoterapia en la comunidad, es el de Stephanie Strathdee y su esposo, ella escribió un libro al respecto (The Perfect Predator / El depredador perfecto) y apasionadamente comparte su historia para divulgar el uso de la fagoterapia en todo tipo de comunidades, de hecho ambos atendieron una conferencia científica de fagos que ocurrió en Agosto del 2023 y tuve el placer de conocerlos, es una historia realmente inspiradora. En resumen, si estamos viendo mucho más progreso en occidente en cuanto a la fagoterapia en la última década, sin embargo su aplicación sigue siendo un proceso largo y complejo. En este proceso las dificultades pueden consistir por ejemplo en:

  • Identificar el tipo de infección con el que se está lidiando.
  • Determinar si solamente se enfrenta una especie bacteriana o múltiples.
  • Identificar los fagos que logren detectar y atacar las bacterias en cuestión in vitro (cuyo efecto no siempre es reproducido in vivo). Conseguir los fagos apropiados para los estudios resulta ser difícil y un proceso largo en algunos casos.
  • Finalmente administrarlos, pero se ha determinado que su aplicación también dependerá del tipo de infección para una mayor efectividad y se han probado varios métodos tales como: incluirlos en un nebulizador, inhalarlos por vía intranasal, inyectarlos de forma intraperitoneal, intramuscular, subcutánea, o por vía intravenosa, ingeridos en una bebida, y en casos de infecciones superficiales también se han desarrollado cremas tópicas.

En otras palabras, todavía estamos por descifrar la farmacocinética de los fagos y como vimos dependiendo del fago en uso esto varía por lo que no es tan sencillo como cualquier otro fármaco tradicional del cual solo existe una sola versión. Nos falta además determinar en qué casos es más productivo utilizar antibióticos o fagos, o ¿Tal vez el uso de ambos en combinación? Como vimos antes, el uso de fagos hoy en día en la medicina occidental sólo se aplica en casos en que no existan antibióticos efectivos y esto no es una opción para todos los pacientes ya que esta búsqueda y decisión toma tiempo y, lamentablemente, no todas las infecciones bacterianas permiten este tiempo.

El enfoque en el uso extensivo de la fagoterapia tiene muchas dudas de parte de los científicos:

  • Algunos creen que la fagoterapia solo será factible si se utiliza un tipo de fagos específico.
  • Otros proponen diseñar los receptores apropiados para tratar cada infección (algo así como medicina personalizada).
  • Otros grupos piensan que debemos desactivar el virus para que no se reproduzca efectivamente.
  • O de pronto sea más efectivo, cargarlos con “munición” que se libere al llegar al sito de interés.
  • También está en cuestión si podríamos utilizar solamente ciertas proteínas del fago y no su enteridad.
  • O una combinación de todos estos puntos, etcétera etcétera…

Vemos que es un tema complejo, pero, de lo que sí estamos claros es que la fagoterapia tiene un lugar en la medicina actual, aunque necesitamos más estudios y un mayor entendimiento para poder utilizarlos de manera extensiva, recordando que los marcos regulatorios son el primer paso por dar.

Tal vez se pregunten ¿A dónde queda Costa Rica en este ámbito? Yo también tuve esa duda y encontré que efectivamente en Costa Rica tenemos algunos científicos investigando la biología de fagos. Logré contactar a unos de los mencionados, a la Dra. Luz Chacón Jiménez y al Dr. Fernando García Santamaría, quienes amablemente me informaron de sus investigaciones. En colectivo, ambos han trabajado en la caracterización de fagos, específicamente aquellos que infectan Escherichia coli y otro patógeno muy relevante en nuestro país (y demás), Pseudomonas aeruginosa.  Además, el uso de la fagoterapia en otros contextos como lo es la producción de alimentos está en proceso, el Dr. García y su equipo establecieron una colección de fagos que pueden disminuir una especie de bacterias que ataca a los camarones en piscifactorías. Sin embargo, actualmente en Costa Rica no hemos avanzado la fagoterapia en seres humanos. Esperemos que en un futuro cercano esto cambie, tenemos que estar pensando en modos alternos para lidiar con la alta incidencia de resistencia antimicrobiana en el país.

Y usted, ¿se atrevería a utilizar fagos para tratar infecciones bacterianas?

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.