Es una época de alegría. Desafortunadamente, también es la época de la apropiación religiosa, la propaganda basada en la fe y el aumento del antisemitismo.
Las tradiciones navideñas pueden variar en todo el mundo, pero al decir “Navidad”, la mayoría de la gente evoca imágenes festivas, incluida la idea de que el espíritu navideño propicia el encuentro y la unión entre los seres humanos.
Desafortunadamente, hay otros que aprovechan este espíritu para su propio beneficio, disfrazados con ropajes de bondad y solidaridad, tapan su verdadera esencia de estafadores benéficos y ladrones de paquetes de regalos vienen a la mente de inmediato, pero los candidatos menos obvios, pero más insidiosos para ser el Grinch, son los que explotan la Navidad para dividirnos. Para ellos, la época festiva es una oportunidad perfecta para desarrollar su agenda ideológica, difundir la desinformación e incitar a sentimientos de animadversión.
Entre ellos, están aquellos que tratan con astucia y falsas buenas intenciones de convencer al mundo que Jesús de Nazaret no era en realidad judío sino palestino, con el fin de utilizar esta oportunidad para promover la falsa narrativa de que el Estado judío es un elemento extranjero en la Tierra de Israel.
La apropiación religiosa de Jesús es un insulto a los creyentes cristianos de todo el mundo, —y una tergiversación de lo que las fuentes narran— tanto si aprendieron sobre la vida de Jesús de niños en la escuela dominical, como si se dieron cuenta de que era un observante judío, más tarde.
Las raíces de esta falsedad pueden ser halladas en la negación palestina de la simple verdad de que el pueblo judío ha estado durante los últimos 3.300 años en la Tierra Santa. Y así, se inventó el engaño de que “Jesús es palestino”.
Jesús conocía la tierra en la cual vivía con el nombre de Judea. Fue más de un siglo después del nacimiento celebrado el día de Navidad, cuando el Imperio Romano decidió castigar a los judíos rebeldes cambiando el nombre de Judea por Palestina.
Las mentiras basadas en la fe no se detienen ahí. La identificación errónea de Jesús es parte de una campaña mucho más amplia destinada a deslegitimar la existencia de Israel y fomentar el antisemitismo, con el objetivo último de eliminar el único Estado judío del mundo.
Aunque Belén está gobernada por la Autoridad Palestina (AP), inevitablemente se culpa a Israel de cualquier cuestión relacionada con las celebraciones navideñas o las dificultades que sus ciudadanos puedan tener. No obstante, la vida cristiana en esa ciudad de Judea (comúnmente conocida como la Margen Occidental en las últimas décadas) está sufriendo, ya que la persecución de palestinos cristianos por parte de palestinos musulmanes ha aumentado considerablemente desde que la AP asumió el poder a mediados de la década de 1990. Este año, con las hostilidades en Gaza y las calles vacías de turistas, se han restringido los festejos públicos.
En Israel, un país que aún se está recuperando de la masacre del 7 de octubre, las celebraciones de Janucá también fueron restringidas. Se realizaron grandes esfuerzos para llevar la alegría de la fiesta a los niños israelíes, pero fue una tarea difícil debido al trauma causado por los continuos disparos de cohetes y la crisis de los secuestrados, por no mencionar sus temores por los padres y los hermanos mayores que combaten en Gaza.
Resulta alarmante que comunidades judías de todo el mundo hayan sido objeto de ataques antisemitas, en su mayoría incitados por las escandalosas calumnias, omisiones calculadas y distorsiones deliberadas, que circulan en referencia a la situación en la Franja de Gaza.
Las circunstancias allí son trágicas, pero nunca habrían tenido que ocurrir si el ejército terrorista de Hamás no hubiera violado el cese al fuego que estaba vigente hasta el 7 de octubre, cuando invadió a Israel, asesinando, violando, torturando y secuestrando a todos los civiles inocentes que pudo encontrar.
Los horrores de aquel día ya están medio olvidados para muchos, mientras que la opresión sistemática de los cristianos en Gaza por parte de este grupo yihadista, también se pasa por alto. Se estima que sus 1.200 miembros, una comunidad minúscula, han vivido durante mucho tiempo atemorizados, manteniendo un perfil bajo, incluso durante la Navidad.
A medida que aumentan los clamores por la paz en la tierra durante las fiestas navideñas, se suceden los llamamientos a un alto el fuego inmediato y permanente. Ojalá el mundo real fuera tan sencillo como una película navideña, con los enemigos dejando a un lado sus diferencias en aras de la conciliación.
Ese es un lujo que Israel no se puede permitir. La guerra con Hamas es inevitable si Israel desea evitar que estos terroristas similares a ISIS, repitan una y otra vez, las atrocidades del 7 de octubre, como sus líderes han prometido hacer. Hoy en Israel, mañana no sabemos quién más.
Un alto el fuego prematuro dejaría a Hamás (organización terrorista internacionalmente reconocida) lista para reagruparse y rearmarse, abocada a la aniquilación de Israel y seguir oprimiendo a los cristianos y a otras minorías en Gaza. Sin Hamás, podrá reinar la paz, y las festividades serán celebradas con regocijo tanto en Gaza como en Israel.
Hasta entonces, sólo podemos esperar que en el mundo empiecen a tratar con cierta duda las mentiras difundidas por los terroristas y sus simpatizantes, que dejen de transmitir cualquier relato falso que se les lance, por ridículo que sea. Si eso ocurriera, pues, sería un verdadero milagro de Navidad.
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