Ningún gobierno puede resolver todos los problemas de todas las personas para siempre. La buena gobernanza consiste en la gestión de sembrar semillas para que germinen en un futuro más allá del período de gobierno, y de cosechar las que germinaron de Administraciones pasadas. Las semillas se siembran en función al rumbo que cada Administración ha propuesto para el país.
¿Hacia dónde va Costa Rica? ¿Cómo se mide el bienestar? ¿Qué nos haría una nación próspera?
Estas son preguntas retóricas que deberíamos formularnos como ciudadanía de manera incesante hasta encontrar respuestas satisfactorias. Un repaso histórico de administraciones anteriores deja claro que un período de gobierno apenas alcanza para sembrar cuatro o cinco semillas que germinarán y darán frutos para la posteridad, aumentando de manera significativa el bienestar de la inmensa mayoría de las personas.
Algunos ejemplos son: la creación de la seguridad social universal en la forma de la Caja Costarricense de Seguro Social, que beneficia a toda la nación costarricense, incluso a las personas que nunca utilizarán sus servicios; la creación del Sistema de Parques Nacionales (hoy, SINAC), que protege a perpetuidad vastas extensiones de territorio nacional para conservación de la biósfera; o la ley de pensiones complementarias, con la cual las personas trabajadoras generan un ahorro importante a lo largo de su vida laboral.
La actual administración está por terminar 18 meses de funciones. Seis meses más y habrá alcanzado la mitad de su período de gobierno. Quienes han pasado por la administración pública saben que los ciclos político-electorales comienzan a complicar la capacidad de gestión de los gobiernos. Ya inició la campaña electoral para alcaldías. Tan pronto hayamos salido de las municipales en febrero de 2024, iniciarán los fuegos electorales internos en cada partido – al menos en los partidos sólidos y serios – y empezarán a perfilarse personas candidatas para los puestos de elección popular de 2026.
El tiempo para sembrar semillas se acaba con vertiginosa velocidad. Decíamos, al inicio de la pandemia, que en la elección de 2022 nos jugábamos la década. Sin importar quién resultara electo, los cuatro años de gobierno actuales producirían un efecto que continuaría impulsando las iniciativas que se sembraran en suelo fértil durante ese período. Era una manera de ver el 2022 como catalizador, catapulta y telescopio para mirar al 2030 y más allá.
¿Cuáles son las semillas que ha sembrado la actual administración con la intención de producir frutos que nos hagan más prósperos?
A esto nos referimos por inercia política: el impacto o reverberación que generará la acción de gobernar, muchas décadas después de que quienes están al mando por los restantes 30 meses de gobierno hayan salido de la función pública. Por eso es fundamental que cada gobierno, por lo menos, logre darle continuidad a lo que ya se ha hecho bien en el pasado y que todavía genera frutos en el presente. Eso también es buena gobernanza.
Dejamos planteadas varias preguntas. No aspiramos a darles respuesta. Si fueran sencillas, las tendríamos. Instamos a la ciudadanía a pensar, con criterio constructivo, en lo que se ha hecho en esta y todas las administraciones para convertirnos en una nación más próspera. De ese pensamiento depende el control ciudadano y la capacidad de decisión a la hora de elegir. Así se mejora, desde la sociedad civil, la buena gobernanza. La inercia política también reside en el pueblo.
Escuche el episodio 187 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Inercia política”:
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Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.