Escolares intoxicados por exposición a las fumigaciones de fincas piñeras vecinas. Decenas de fuentes de agua contaminadas de forma irreversible con agroquímicos. Trabajadores y trabajadoras explotadas en formatos de esclavitud moderna. Una de cada tres piñas sembradas sobre lo que antes eran Áreas Silvestres Protegidas o en donde había un humedal. Como cantaría el poeta, escritor y guitarrista argentino Atahualpa Yupanqui:

las penas son nuestras, las piñas son ajenas.

En un país como Costa Rica, cuya historia reciente fue marcada por esquemas de extractivismo agrícola como del banano, los monocultivos han dejado marcado a fuego el dominio de las trasnacionales. Pero la piña es particularmente impactante porque mientras a la industria bananera le costó casi 200 años extenderse hasta dónde ha llegado hoy, la piña logró superarlo tanto en área sembrada, como en valor de las exportaciones, todo en poco más de 20 años. Esto, por supuesto, no es gratuito en términos de impactos sociales y ambientales.

Se cumplen exactamente también 20 años de que en agua de las comunidades de Milano, Cairo y la Francia (Limón) se encontraron concentraciones de bromacil (herbicida) proveniente de las fincas piñeras cercanas. En el 2003 el Instituto Regional de Estudios de Sustancias Tóxicas de la Universidad Nacional (IRET) de la Universidad Nacional evidenció la presencia de este agrotóxico en el agua de consumo humano. Pero es hasta julio del 2007 que se empieza a suministrar el agua en camiones cisterna del AyA (debido a presión de las organizaciones locales). Al momento de conocerse la contaminación, la empresa señalada como culpable despliega una campaña de acoso y judicialización contra las personas que se organizaron para defender el agua. Carlos Arguedas (qedp), integrante del Frente Nacional de Sectores Afectados por la Producción Piñera (FRENASAPP) fue llevado hasta los tribunales de justicia por alzar la voz contra la contaminación del agua. Paradójicamente la empresa nunca asumió su responsabilidad por la contaminación y fue la institucionalidad pública la que pagó más de 3,000 millones de colones para construir un nuevo acueducto en Milano.

Este caso no es el único, lamentablemente hay múltiples comunidades sufriendo exactamente lo mismo. Comunidades como Pital, Santa Rita, Veracuz, Río Cuarto y San Carlos ven cómo se van quedando sin fuentes de agua de forma irreversible sin que las empresas piñeras asuman su responsabilidad por la contaminación.

Los incidentes de intoxicaciones masivas en escuelas en Costa Rica también se hacen cada vez más frecuentes. Este pasado viernes 4 de agosto la escuela de La Victoria de Río Cuarto fue impactada por segunda vez en lo que va del año por las fumigaciones. Otro un caso similar en agosto de 2019 en Platanar de Florencia de San Carlos en donde 21 estudiantes, maestros e incluso el director la Escuela La Ceiba fueron trasladados a centro médico local y al Hospital de San Carlos por culpa de una piñera irresponsable. Parecieran dos sucesos aislados, pero en realidad, son daños colaterales de los agro-venenos, pan de cada día para cientos de comunidades costarricenses: incontables violaciones directas al derecho a la salud, especialmente niños, niñas y mujeres.

Para dar sólo un ejemplo, el Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas (IRET) ha encontrado el fungicida clorpirifos en un 95% de las muestras tomadas en el polvo de escuelas y casas en comunidades del Caribe costarricense cercanas a plantaciones de piña y banano. El Clorpirifos un insecticida que la Unión Europea y Estados Unidos ha decidido prohibir por causar daños cerebrales, problemas de aprendizaje y en el sistema nervioso de niños y niñas.

Sobre la deforestación provocada por los piñeros se cuenta evidencia satelital de la pérdida de al menos 6.800 hectáreas de bosque. El sistema de Monitoreo del Cambio de Uso y Cobertura de la Tierra en Paisajes Productivos (MOCUPP) ha reportado que entre el año 2000 y el 2019 múltiples fincas piñeras deforestaron de forma ilegal áreas de protección en márgenes de ríos y humedales. Al menos existen de 1.112 hectáreas de piña dentro de Refugios Nacionales de Vida Silvestre.

La expansión piñera no para, se sabe que en promedio avanzan unas dos mil hectáreas al año. Dinámica que amplifica todos impactos nocivos. Las mayores ganancias y los beneficios salen del país junto a la piña, porque es ya conocido que tres cuartas partes de la piña exportada se da por medio de trasnacionales fruteras. Por lo tanto, Atahualpa Yupanqui podría dedicarle a los piñales ticos el mismo verso que una vez le dedico al modelo feudal de la pampa argentina: las penas son nuestras, las vaquitas (piñas) son ajenas.

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