El tema de drogas recreativas y salud, criminalidad y lucha contra el narcotráfico es complejo. El tema es también relevante porque se han presentado iniciativas para legalizar el uso de cannabis recreativo en Costa Rica, y porque vivimos el incremento en la criminalidad como el principal problema que enfrentan los ciudadanos.

La más reciente columna semanal del obispo de Ciudad Quesada monseñor, José Manuel Garita, se refirió a los efectos de las drogas ilícitas en la salud y a la intensificación de sus perjuicios que se ha dado en países o regiones que han legalizado la marihuana con fines no medicinales.

Es un tema, decíamos, muy complejo. Por una parte, se debe estudiar el impacto directo en la salud que se produce con la legalización, pero por otra parte vivimos la tragedia de los asesinatos que se producen por las luchas entre grupos de delincuentes que compiten por dominar los mercados internacionales y la distribución local.

Tenemos de esa manera una doble relación entre las drogas y la salud. Una por el efecto directo del uso recreativo de drogas en la salud, y otra por los efectos en la salud y vida de muchas personas que se produce con la prohibición y el consiguiente tráfico ilegal que resuelve sus diferencias mediante la violencia.

El obispo señala inconvenientes de la legalización de la marihuana para fines recreativos por oponerse a la política en curso en el país y porque aparentemente esa acción incrementa el uso de la droga con efectos perjudiciales para la salud.  Se fundamenta en el Reporte 2022 de la Junta Internacional de Control de Estupefacientes de Naciones Unidas, que fue publicado el 9 de marzo de este año que específicamente concluye:

En todas las jurisdicciones que han legalizado la marihuana, después de esa legalización han aumentado los problemas de salud relacionados con su uso no médico.

Ese documento afirma:

Las jurisdicciones que han legalizado no han logrado alcanzar los objetivos que perseguían a través de la legalización del cannabis con fines recreativos. De particular preocupación es la comercialización y venta de productos a base de cannabis de una manera que atrae a los jóvenes, así como la disminución de las percepciones de los daños asociados al cannabis a pesar de la alta potencia de los productos de cannabis disponibles en el mercado y las preocupaciones relacionadas con la salud.

Este reporte también señala que los problemas de salud relacionados con el uso no medicinal de drogas se han incrementado con el aumento del tráfico ilegal de cocaína cuya producción entre 2015 y 2020 más que se ha duplicado, así como por el uso de opioides que se ha duplicado en la última década, y sigue aumentando la magnitud de las muertes causadas por su sobreuso.

Esa es una parte muy importante del problema. La otra se da por la pérdida de vidas que se produce en relación con la producción, el trafico y la distribución de las drogas ilegales.

En América estamos afectados por la violencia y los homicidios relacionados con el comercio ilegal de las drogas los países productores, los que somos rutas de tráfico y los países consumidores. Desdichadamente Latinoamérica y el Caribe es la región con mayor proporción de asesinatos del mundo. De los países con datos del Banco Mundial para 2021 de homicidios por 100.000 habitantes por año, los 20 con más altos números son 15 de América Latina y el Caribe y solo 5 del resto del mundo. De estos 15 países 8 son islas caribeñas, 5 están en la ruta desde Colombia a Estados Unidos por tierra y los otros 2 son Venezuela y Brasil que también son zonas de paso de la cocaína colombiana.

Con solo el 8% de la población mundial, en 2018 en América Latina y el Caribe se produjo el 50% de los homicidios registrados a nivel mundial de acuerdo con los datos recabados por las Naciones Unidas en más de 202 países. Además, desdichadamente la participación de nuestra región en los homicidios del mundo se ha incrementado casi de manera constante en este siglo.

The Economist del 27 de agosto de 2009 publicó un artículo titulado Treating not punishing (Tratar no castigar) que ilustra como Portugal cambió a partir de 2001 su enfoque a las drogas y que la descriminalización de su posesión y consumo tuvo beneficios sin efectos laterales negativos. Esa misma revista el 2 de mayo de 2015 publicó The wars don't work (Las guerras no funcionan) señalando de nuevo los resultados favorables obtenidos en Portugal frente al fracaso de la guerra contra las drogas que inició el presidente Nixon en 1971 y las nuevas guerras que entonces se iniciaban en Asia. Más recientemente el año pasado el 13 de octubre publicó Booming cocaine production suggests the war on drugs has failed (El auge de la producción de cocaína sugiere que la guerra contra las drogas ha fracasado) donde señala que la lucha encarnizada entre bandas criminales para controlar los territorios contribuye a hacer de América Latina y el Caribe una de las regiones más violentas del mundo.

El florecimiento del crimen durante la prohibición al alcohol en Estados Unidos y las políticas para frenar el consumo de tabaco y de licor son vivencias que deberíamos estudiar detalladamente para comparar los posibles costos en mayor consumo de variedades de drogas menos dañinas con los beneficios de controlar los dantescos niveles de homicidios que estos países estamos sufriendo.

Y claro, siempre habrá de tomarse en cuenta que poco puede hacer en este caso un pequeño país sometido al transito de la droga por sí solo, pero ¿no se debería estudiar y dependiendo de los resultados promover una política de legalización universal?

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