Este 15 de mayo, celebramos a las personas agricultoras y su rol crucial en nuestra sociedad. No obstante, actualmente, el sector agrícola se encuentra en una encrucijada que puede condenarlo a su extinción.
Con su desvanecimiento me refiero a la forma con la que el Gobierno trata a este vital sector para nuestra seguridad alimentaria, que lo ha puesto al borde del abismo. O el Gobierno cambia su política para con el sector agrícola, o no quedará mucho de este, con los problemas de desempleo que acarrea. Gente humilde que solo sabe trabajar la tierra y, hoy, está olvidada por sus gobernantes.
Más, después de una despiadada pandemia que los arruinó económicamente, que les dejó llenos de deudas en sus negocios, con sus viviendas hipotecadas e inclusive muchos de ellos optaron por el suicidio ante el daño emocional que genera la desesperación económica.
Pese a todo esto, el espíritu campesino en Costa Rica no se desvanece; está impregnado en el alma de las costarricenses y los costarricenses.
Existe una evidente realidad. Pese a las facilidades que este Gobierno ha dado a la importación de productos agrícolas, lo cual no se ha visto reflejado en precios verdaderamente favorables para el consumidor final, como así lo prometiera sin cumplirlo el señor presidente.
Como muestra, en tres meses del presente año se ha permitido la importación de la misma cantidad de cebolla que en seis meses del año pasado —el doble prácticamente—, según datos de la Corporación Hortícola Nacional, con sede en Cartago, provincia que genera aproximadamente el 83% de la producción hortícola nacional para alimentar a nuestro país. Y así con muchos otros productos, resultado de decretos ejecutivos.
Ello aunado a un Servicio Fitosanitario del Estado que ha permitido la importación a mansalva de muchos productos que pueden afectar nuestras cosechas. Este asunto no solo impacta negativamente la seguridad e inocuidad de la producción nacional, sino que también permite el contrabando y la triangulación ilegal. Puesto que, cuando países como Nicaragua requieren demanda de nuestros productos agrícolas, algunos inescrupulosos pasan como costarricenses productos extranjeros provenientes de otras latitudes para su exportación desde nuestro territorio.
El desdén es demasiado. Tengo conocimiento de una carta que un grupo de agricultores de la zona norte de Cartago le entregó en las celebraciones patrias de septiembre anterior al presidente Chaves Robles. Luego de siete meses, dicha nota fue someramente respondida por el Ministerio de Comercio Exterior (Comex).
Y escuchen qué controvertido, en una importación específica que sí ayudaría mucho al sector agrícola: la de agroquímicos, bioproductos, bioinsumos y nuevas moléculas. Ahí, por el contrario, toda marcha a paso lento, ante uno de los oligopolios que el señor presidente prometió combatir y no lo ha hecho.
La falta de eficiencia en el registro, homologación, aprobación y regulación de productos genéricos o no importados, dan como resultado agroinsumos más caros, desfasados y más dañinos para la salud y el ambiente.
Entonces, nos encontramos ante una gran paradoja. Por un lado, tenemos a un Poder Ejecutivo que poco a poco menoscaba al sector agrícola para favorecer a grupos de importadores. Pero por el otro, cuando hablamos de usar la importación y la exportación en beneficio de la pequeña y mediana producción agrícola, a través de estos instrumentos del comercio internacional, ahí se resuelve a paso lento o nulo, con la cómplice ineficiencia de las autoridades competentes.
Todo esto da como resultado un sector agrícola en peligro de extinción, con las políticas del Gobierno que sí o sí, por el bien del país, deben de cambiar de rumbo.
Señor presidente, escuche al sector agrícola. Ellos no buscan confrontación, solo piden con vehemencia que el Gobierno les tienda la mano para trabajar nuestra tierra, apoyados por la institucionalidad pública creada para tal fin.
Conmemore estas fechas con apertura y diálogo, antes de que sea muy tarde y no haya agricultura que conmemorar.
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