Ser emprendedor o dueño de una Pyme es altamente desgastante.

Hay que lidiar con varios enemigos: empleados mal agradecidos, tramitología institucional deficiente, clientes que pagan después de 90 días, inspectores del Ministerio de Trabajo que amenazan con cierres de negocio, inspectores de la CCSS que se inventan planillas extraordinarias, inspectores de Hacienda que notifican traslados de cargos para aumentar la recaudación.

Otros dos enemigos que se unen son Rodrigo Chaves y su ministro de Hacienda, quienes promueven un proyecto de ley que pretende aumentar el impuesto sobre la renta a pequeñas empresas.

Veamos los números

Para una pyme que actualmente tiene ganancias anuales de 30 millones de colones el impuesto es del 15,67% para una deuda tributaria de 4.703.600.

Pretende el Gobierno, con esta reforma fiscal violenta e inescrupulosa, subir ese porcentaje al 30%, ¡cobrando casi el doble!

Además, si los socios deciden repartirse dividendos, deberán pagar un 15% de impuesto adicional.

Entonces, sumando ambos impuestos de utilidad y dividendo, una Pyme pagará la exorbitante cifra de 12.450.000 colones, lo que equivale al 41,5% de sus utilidades.

De esta forma, Hacienda, en su insaciable voracidad fiscal, llega a devorarse sin escrúpulos una gran porción de las utilidades de esta pequeña empresa.

Si esto no es odio puro, es, mínimo, sadismo.

¿La solución?

Establecer un flat tax del 20% sobre utilidades a todas las empresas es una alternativa sencilla de aplicar, que sería bien recibida por el empresariado en general y que generaría un ambiente de confianza hacia el Gobierno.

Las pymes mantendrían la exoneración los primeros tres años de operación, tal cual lo determina hoy la legislación.

Con una tarifa impositiva manejable, los empresarios dejarán paulatinamente la costumbre de abrir sociedades offshore en Bahamas o Delaware. La recaudación fiscal, en consecuencia, se irá también incrementando. ¿Tan difícil es de entender?

Con toda razón, en este país muchos prefieren ser funcionarios públicos o empleados de multinacionales, y no complicarse con un emprendimiento que termina siendo degollado por la voracidad fiscal.

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