Décadas atrás se puso de moda una pedagogía en Europa llamada “desescolarizar”. Consistía en facilitar el proceso de aprendizaje de la persona menor de edad guiada desde su curiosidad, oportunidad, necesidad e interés por aprender determinados conceptos o metodologías. En lugar de seguir un currículo pedagógico predeterminado por adultos desconocidos, la persona menor va descubriendo según va experimentando y haciendo lo que le llama y le interesa. Los resultados han sido muy estimulantes. Pero por supuesto se requiere gran destreza de facilitación, mucho tiempo, y muchas personas que realicen esta tarea de mentoría libre desde temprana edad sin imponer sus sesgos ni creencias en quienes aprenden.
Según sugiere Peter Diamandis, fundador de Singularity University, el emprendimiento es la única carrera del futuro. Esto nos obliga a repensar lo que significa emprender en tiempos de inteligencia artificial. Para empezar, consideremos la actitud personal versus la destreza técnica. Con la inteligencia artificial en el bolsillo, la actitud pesa infinitas veces más que la técnica que conozcamos.
Luego, la diferencia entre negocios simples y negocios complejos. La aceleración de la inteligencia artificial está empezando a demostrar la capacidad de una persona, incluso sin estudios universitarios y sin llegar a la edad adulta, de desarrollar emprendimientos unipersonales desde el cuarto de la casa de sus padres con productividades que se comparan con las de emprendimientos digitales consolidados. No es necesario hacer algo muy distinto o muy complicado para tener un buen producto que se convierta en un negocio rentable. Basta con hacer una única cosa lo suficientemente bien y permitirle ser descubierta por el nicho potencial de consumidores que la necesitan para que un negocio florezca.
También está la variable de la ejecución frente a la intención. El mercado, la sociedad, la política, la civilización misma, premian la ejecución, no la intención. Así que hacer algo tangible y valioso que satisfaga una necesidad o cumpla una promesa para alguien en el mercado a cambio de una retribución monetaria basta para hacer exitosa a una persona emprendedora en estos tiempos.
Además, está la disyuntiva entre emprendimiento digital versus emprendimiento analógico. A veces creemos que se necesita inventar una aplicación móvil o desarrollar un software para ser un emprendedor exitoso. Lo cierto es que la producción de un alimento o de una prenda de vestir, o la reparación de bienes que ya tenemos en casa, podría convertirse en un emprendimiento muy exitoso.
Todo esto lo decimos con la intención de que olvidemos todo lo que se nos ha enseñado sobre emprendimiento hasta la fecha. O sea, desemprender. Porque en las grandes aulas universitarias de las mejores universidades del mundo, las reglas del emprendimiento se convirtieron en piezas de museo con el surgimiento de la inteligencia artificial. En este momento, nadie tiene el mejor manual para un emprendedor que el emprendedor mismo.
Es por eso que reiteramos nuestro afán de impulsar a las personas para que se motiven y adopten las actitudes necesarias que les conduzcan al desarrollo de su propio talento. Esto es, enfocarse en lo orgánico y no en lo estructurado, inspirarse en la inteligencia de otras formas de vida cultivando la biomimesis, quitándole a nuestro ser aquello que le sobra para florecer en esplendor y plenitud y conectando en directo con la voluntad y la intención del espíritu emprendedor con el que nacimos.
Escuche el episodio 297 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Desemprender”.
Suscríbase y síganos en nuestro canal de YouTube, en LinkedIn y en nuestra página web para recibir actualizaciones y entregas adicionales.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.




